El salón entero se congeló.
Ailén fue la primera en reaccionar, exclamando con voz temblorosa:
—¿Los padres adoptivos de Valentina… son de la Familia De Vero?
La señora De Vero por fin levantó la cabeza, con una mirada fría como cuchillo.
—¿Padres adoptivos? Para nosotros, Valentina siempre ha sido nuestra hija legítima de la Familia De Vero.
Los compinches de Adrián Herrera se quedaron pálidos, recordando todas las veces que se habían burlado de Valentina llamándola “pobretona”, “chusma”.
—Valentina… aquello fue solo por hablar de más, ¡no lo tomes en serio!
—Sí, sí, éramos jóvenes y estúpidos, ¡no fue con mala intención!
Reían nerviosos, inclinando la cabeza en falso arrepentimiento.
Valentina ni siquiera habló. Fue la voz de su madre, la señora De Vero, la que retumbó en el aire:
—Quien comete una falta debe pagar el precio.
La atmósfera volvió a helarse.
Ella clavó la mirada en aquellos hombres, sin piedad:
—Ustedes, vengan con sus padres a pedir perdón en persona. Y si no lo hacen