Valentina Suárez fue a rescatar a Adrián Herrera no solo por sentimientos.
Primero, esas tierras eran de su propiedad privada; si alguien moría allí, los problemas serían interminables. Segundo, ella realmente debía “pagar una deuda”.
Hace cinco años, justo al ser reconocida de nuevo por la familia, tanto ella como Ailén Suárez fueron secuestradas. Fue Adrián quien irrumpió en el escondite enemigo y la sacó a la fuerza, recibiendo dos balazos y pasando la noche entera en la sala de urgencias.
Esa vida salvada, Valentina jamás la olvidó.
Bajo la tormenta, buscó durante cinco horas hasta hallarlo en la entrada de una cueva.
El cuerpo de Adrián ardía en fiebre, su conciencia nublada, pero aún aferraba con fuerza el cadáver del leopardo de las nieves, murmurando:
—Para Ailén… esto es de ella…
Valentina soltó una risa helada. ¿De verdad por una sola frase era capaz de tirar su vida a la basura?
Sacudió la cabeza y lo levantó.
Cuando estaba a punto de llevárselo, levantó la vista y frente a ellos apareció un oso negro.
Soltó una maldición en voz baja, alzó el arma y abrió fuego para proteger al hombre inconsciente a su espalda.
Dos horas después, la bestia cayó al suelo.
El cuerpo de Valentina presentaba cinco heridas profundas, la sangre le corría a chorros.
Con los dientes apretados, montó a Adrián en el caballo y luego se subió ella, obligándose a salir del bosque.
Al regresar al salón principal del coto de caza, todos quedaron paralizados.
Ella, cubierta de sangre, cayó pesadamente del lomo del caballo y empujó al inconsciente Adrián hacia Ailén.
—Dile que la deuda de vida de hace cinco años… ya está saldada.
Y se desmayó por completo.
***
Cuando volvió en sí, Valentina estaba en el hospital.
Las heridas habían sido tratadas con esmero y la anestesia ya había pasado.
Preguntó el número de habitación y, arrastrando su cuerpo debilitado, caminó hasta allí.
Al acercarse a la puerta, escuchó voces desde dentro.
—Jefe, cuando desapareciste, fue Ailén quien corrió a la montaña a salvarte. ¡Todos quedamos impresionados! Ella sí te ama de verdad.
La mano de Valentina se detuvo sobre la manija de la puerta.
¿Ella había sido quien lo rescató, y ahora dentro decían que fue Ailén?
En la habitación, la voz de Ailén sonaba suave:
—Adrián solo salió a atrapar al leopardo para regalármelo, por eso ocurrió todo, pero…
Su voz se quebró a propósito, con un falso sollozo:
—En realidad… yo siempre supe que lo que más te importaba era mi hermana. Cuando arriesgaste tu vida para salvarla, ¿no fue porque…?
—¡Claro que no! —uno de sus hombres interrumpió, entusiasmado.
—Aquello fue planeado por él mismo.
Ailén fingió sorpresa.
—¿Qué dices?
El hombre siguió, excitado:
—En aquel entonces organizó que otros se hicieran pasar por la familia rival y las secuestraran. Solo quería que tus padres vieran a quién valoraban de verdad.
Entró a rescatar a Valentina, pero todo fue un montaje para que ella aceptara casarse y así él pudiera controlar la familia Herrera.
Casarse con Valentina fue solo por interés familiar, y de paso vengarte a ti. Siempre pensó en divorciarse. ¿Verdad que sí?
Unos segundos después, la voz baja de Adrián resonó:
—Sí.
Fuera de la habitación, Valentina se apoyó con fuerza en la pared, casi sin poder sostenerse.
Entonces, aquella “salvación” que creyó un milagro… no había sido más que una farsa calculada.
Se tambaleó hasta el final del pasillo y contestó el teléfono.
—Cariño, el avión privado llega esta noche. Mañana podrás irte cuando quieras.
Valentina respondió en voz baja.
Al colgar, apretó el móvil y sonrió con amargura.
No deber nada era mejor. A partir de ahora, todo quedaba roto para siempre.
***
Valentina comenzó a arreglar los últimos asuntos.
Firmó el acuerdo de divorcio ya preparado y luego se reunió con el apoderado que llevaba sus negocios privados en Norteamérica.
En la mesa, entre copas, el hombre bromeó con tono medio serio:
—Señorita Valentina, ahora mismo los negocios de ellos dependen de las empresas que están a su nombre.
¿De verdad piensa cortar todos los lazos de sus compañías con los Suárez y los Herrera?