Una chica que conocía a mi esposo desde que eran niños, fue diagnosticada con una enfermedad terminal. Para que no se fuera de este mundo con arrepentimientos y pudiera sentir lo que era el cariño de una familia, mi esposo, Bruno, le dio mi collar, y se olvidó por completo de mi cumpleaños… Hasta nuestro hijo, la llamaba “mamá” cuando yo no estaba presente. Un día, Bruno me dijo: —Malena, Sara va a morirse, déjala ser feliz esta vez. Cada vez que intentaba pedirle a Bruno un poco de su tiempo o de su cariño, Gael, nuestro hijo, siempre trataba de defender a su papá y a Sara. —Mamá, ¿te acuerdas que me dijiste que debemos ser generosos? Sarita ya se va a morir, ¿por qué siempre tienes que ir en contra de ella? Con el tiempo, dejé de pedir cualquier cosa. Una noche, escuché a escondidas cómo mi hijo, que recién volvía del hospital, le decía en voz baja a su papá: —¡Sarita es tan buena y elegante! ¡Ojalá mamá fuera como ella! Bruno sonrió y, con cariño, le apartó el cabello de la cara a Gael. —Tu mamá quizá sea un poco estricta, pero es por tu bien. Si te gusta tanto Sarita, ¿qué tal si la hacemos tu madrina? Ahí entendí que ni siquiera mi hijo me quería. Bajé con nostalgia la mirada, cerré despacio la puerta del dormitorio y fingí que no había escuchado nada. Si ni el padre ni el hijo me quieren en la familia… entonces me iré en silencio. Los dejaré ser felices juntos.
Leer másBruno palideció.Gael sin pensarlo dos veces se lanzó hacia mi hija y trató de jalarla del brazo.—¡¿Y tú de dónde saliste?! ¡¿Quién te dijo que ella es tu mamá?! ¡¡Ella es mi mamá!! —gritó a todo pulmón.Mi hija corrió a mis brazos y preguntó, asustada:—¡Mami! ¿Quiénes son ellos?Rápido, aparté la mano de Gael y abracé cariñosa a mi hija para tranquilizarla. No me di cuenta de que, al empujarlo, él perdió el equilibrio y terminó en el suelo.—Tranquila, cariño. No pasa nada, solo son conocidos de mamá —le dije.Ella, todavía temblando, pero muy educada, saludó con su tierna vocecita:—Hola, señor. Hola, hermanito.Gael asustado se quedó sentado en el piso, sin moverse, mirándome mientras yo consolaba a mi hija. Sus ojos se llenaron de rabia.—¡Mamá me empujó por tu culpa! ¡Antes mamá solo me quería a mí! ¡Esto es tu culpa! —gritó, señalando a mi hija—. ¡Tú eres una ladrona! ¡Me quitaste a mi mamá!Abracé con dulzura a mi hija para protegerla. Miré a Gael y le advertí seriamente:—Sé
Mientras estaba perdida en mis pensamientos, Bruno se acercó corriendo y me abrazó fuerte.—¡Malena, volviste! ¡Sabía que no nos ibas a abandonar! Qué bueno que regresaste, ahora podemos estar juntos otra vez como una verdadera familia y… —dijo, pero no lo dejé terminar.Enseguida lo aparté con firmeza.—Señor Salazar, está equivocado. Soy la psicóloga que lleva el caso de su hijo. Usted solo es el familiar de mi paciente.—¿Mi hijo…? —preguntó, asustado con desesperanza. Me miró, pero ese hombre estaba al borde del colapso.—¿Malena, ni siquiera quieres a tu propio hijo? ¡Yo siempre le dije que, cuando dejaras de estar enojada, volverías! ¡Que todo se arreglaría cuando regresaras!Me quedé callada por unos segundos y, sin querer, miré a Gael. Tal como imaginaba, su estado emocional empeoró apenas apareció Bruno y comenzamos a hablar.Aun enojada, pero decidida, lo saqué apresurada del consultorio. En sus ojos apareció un destello de esperanza.—Mira… todavía te importamos. Quieres ay
En ese momento, yo ya estaba en otro país, uno completamente desconocido para mí, empezando una nueva vida.Antes de quedar embarazada, estudiaba Psicología Educativa, y cuando llegué aquí, decidí retomar la carrera que había dejado en el olvido por dedicarme a la familia.Solo cuando estaba en el campus universitario sentía que había vuelto a esa etapa de hace cinco años.En ese entonces, no conocía a Bruno, el líder de la mafia. Tampoco había tenido a Gael.Solo me preocupaba por mí misma, tenía muy buenas calificaciones y la libertad de hacer lo que quisiera.En este nuevo entorno libre y tranquilo, poco a poco superé el pasado y terminé convirtiéndome en psicóloga infantil, trabajando en este país que ahora era mi hogar.Formé una nueva familia: con un esposo que me amaba con el alma y una bella hija de tres años.Creí que había cerrado ese triste capítulo de mi vida para siempre. Pero, contra todo pronóstico, cinco años después me encontré de nuevo con Bruno y Gael.Una colega me
Gael, al ser tan pequeño, no alcanzaba a entender bien lo que estaba pasando.Cuando oyó que yo ya no lo quería, empezó a llorar y a gritar.—¡Nooo! ¿Dónde está mamá? ¡Quiero a mamáaaa, buuaaa! —gritaba y lloraba sin parar.Sus gritos desgarradores hicieron que Bruno, que ya estaba mal, se sintiera aún más desesperado y fuera de control.Él siempre había sido el que jugaba con Gael, pero nunca lo había cuidado de verdad.No tuvo más remedio que abrazarlo fuerte y no soltarlo, hasta que el niño, agotado de tanto llorar, por fin se durmió en sus brazos.Pero a medianoche, Gael se despertó otra vez, llorando y preguntando como loco a dónde me había ido.Bruno lo abrazó fuerte, dándole palmaditas en la espalda e intentando calmarlo.—Tranquilo no pasa nada… Mamá va a volver. Ella nos quiere mucho, así que va a volver…Pero Gael no escuchaba nada.Con la carita llena de lágrimas, seguía sollozando desconsoladamente.—¡Quiero a mamá! ¡Quiero ver a mamá!Bruno veía cómo su hijo, que siempre h
Bruno pasó más de un día entero en el hospital con Sara. No volvió a casa hasta la noche del día siguiente.Al principio, ni siquiera notó que yo no estaba.Cuando abrió la puerta y vio a Gael tirado en el piso, jugando entretenido videojuegos y comiendo helado al mismo tiempo, lo único que sintió fue sorpresa.Después de todo, yo nunca lo habría dejado cenar con helado. Siempre me preocupaba que después le doliera el estómago.—Gael, ¿y tu mamá dónde está? —preguntó.—Creo que salió, ¿no? —contestó él, sin despegar la vista de la pantalla, completamente absorto en el juego.Qué bien que mamá no lo controlara tanto como siempre. Con papá y Sara todo era más fácil.Bruno se sintió algo extrañado.—Malena casi nunca deja al niño solo… —murmuró—. Tal vez está enojada porque estuve mucho tiempo con Sara y está celosa otra vez…Resignado, sonrió y se metió la mano en el bolsillo para sacar el celular y llamarme. Pero entonces vio por casualidad algo en la mesa: era la tarjeta de débito que
Al día siguiente, iba a irme.A las diez de la mañana, el avión despegó. Bruno, como siempre, había pasado la noche en el hospital con Sara. Así que no volvió a casa.Temprano en la mañana, cogí mi maleta y me preparé para salir. Cuando pasé frente a la habitación de Gael, me detuve por unos minutos sin querer.Gael nació prematuro y, desde que era bebé, su salud era muy delicada.Para que siempre tuviera el mejor cuidado y compañía, yo misma me encargué de todas sus cosas: su rutina, sus comidas, su educación, en fin… Nunca contraté a una niñera o a una empleada.Dudé unos segundos, dejé la maleta en el piso y decidí hablarle una última vez antes de irme.Gael no solo tenía la misma cara de su papá, sino también ese carácter firme y distante.Cuando entré, levantó la cabeza del escritorio y solo me dijo:—Buenos días, mamá.Luego siguió muy concentrado en su dibujo.Al ver lo mucho que se parecía a Bruno, le hablé bajito:—Gael, mamá se va. Cuídate mucho, ¿sí?Sin levantar la mirada,
Último capítulo