El caos cargado de deseo posesivo en el auto fue interrumpido por una llamada.
De camino al hospital, Valentina Suárez entendió lo ocurrido: alguien había soltado en internet una revelación explosiva, asegurando que Ailén Suárez no era más que una falsa heredera fabricada por la familia Suárez. Aunque la familia salió de inmediato a desmentir, el denunciante presentó un informe de prueba de paternidad.
El escándalo estalló en las redes sociales.
Sobre todo porque Ailén tenía más de diez millones de seguidores y siempre se había mostrado como la perfecta hija de la élite. Ahora, con su identidad expuesta, los fans enloquecieron.
Los insultos no paraban. Ailén jamás había enfrentado algo así, y eligió intentar suicidarse con una sobredosis.
Cuando el vehículo se detuvo frente al hospital, Adrián Herrera terminaba una llamada con el equipo de relaciones públicas de la familia.
De inmediato miró al asiento del copiloto, su tono implacable:
—Tienes que hablar ahora mismo y declarar que Ailén es tu hermana de sangre.
Valentina soltó una carcajada helada.
—¿Con qué derecho?
—Si hablo yo o tus padres, todos creerán que es favoritismo. Pero tú eres la hija biológica, solo tu palabra será convincente.
Ella lo entendía perfectamente.
Pero volvió a preguntar:
—Te repito, ¿con qué derecho?
¿Por qué, si ella era la sangre real de los Suárez, siempre debía ceder?
¿Por qué, si era la esposa legítima, jamás recibía ni una pizca de respeto?
¿Por qué, cada vez que había un problema, debía ser ella quien limpiara el desastre, usada como un simple instrumento dócil?
El rostro de Adrián se endureció por completo.
—No será gratis —aflojó la corbata con fastidio—. Podemos hablarlo de otra forma.
—Si ayudas a limpiar la imagen de Ailén, yo cumpliré con mis deberes de esposo.
Valentina se quedó helada.
—¿Qué dijiste?
Él la miró sin expresión.
—Dije que dormiré contigo.
Fue directo:
—No lo niegues. Lo de hoy en el club fue un teatro para provocarme. No hiciste nada con ese hombre, solo buscabas ponerme celoso para que te deseara. —Soltó una risa amarga—. Lástima que tu actuación fue pésima. Ahora estoy de buen humor… si accedes, puedo complacerte de vez en cuando.
Los ojos de Valentina se llenaron de lágrimas rojas.
—Adrián, ¿qué soy para ti?
¿Tan barata era, que hasta acostarse con ella podía ser una moneda de cambio?
Adrián vio su expresión y, sin saber por qué, sintió un pinchazo en el corazón.
Molesto, sin querer pensar más, la sujetó de la nuca y la besó brutalmente.
Solo quería silenciarla, que dejara de resistirse.
Pensó que, con solo acostarse con ella, volvería a ser la mujer sumisa de antes, resolviendo sus problemas.
Pero no lo esperaba—
De pronto, un dolor punzante lo atravesó en la lengua, y el sabor metálico de la sangre llenó su boca.
Adrián la soltó de golpe, furioso.
—¡Valentina, qué carajos haces!
El rostro de ella estaba pálido como papel, la boca manchada de rojo.
Un escalofrío lo recorrió, justo cuando el asistente golpeó la ventanilla:
—Jefe, la señorita Ailén despertó. Está en urgencias pidiendo por usted.
Él se quedó un segundo inmóvil, y luego, recuperando la frialdad, le lanzó a Valentina:
—En la rueda de prensa de hoy dirás frente a todos que Ailén es tu hermana de sangre. Si no, juro que jamás volveré a tocarte.
Bajó del auto y cerró la puerta con un golpe.
El silencio llenó el vehículo. Por fin, Valentina no pudo contenerse y las lágrimas le corrieron por el rostro.
¿Nunca más?
Adrián, lo nuestro… ya terminó hace tiempo.
Sacó el móvil y escribió un mensaje:
"Licenciado Valdés, diríjase de inmediato a la rueda de prensa de la familia Suárez y anuncie públicamente la disolución oficial de mi matrimonio con Adrián Herrera."
Luego miró al conductor:
—Lléveme al aeropuerto.
***
Una hora después, Valentina estaba sentada en el avión privado que su madre adoptiva había dispuesto para ella, mientras su teléfono vibraba sin parar.
Más de diez llamadas perdidas, todas de Adrián.
Una cadena de mensajes de amenazas y exigencias:
"La rueda de prensa es en 20 minutos. ¿Dónde estás?"
"Valentina, ya te di la oportunidad. Si hoy no aclaras las cosas, ¡olvídate de que vuelva a tocarte!"
"¿Dónde estás? Si no contestas, atente a las consecuencias."
Ella los leyó sin que sus ojos mostraran emoción alguna.
Apagó el teléfono, retiró la tarjeta SIM, la partió en dos y la arrojó a la basura.
El avión comenzó a rodar por la pista. Valentina apoyó la cabeza en el asiento y miró por la ventana.
Adiós, Adrián.
Adiós, mis supuestos "padres".
Desde hoy, no habrá más lazos entre nosotros.