Título: Despertar sin estrellas
Título: Despertar sin estrellas
Por: Liora
Capítulo 1
El día de su segundo aniversario de bodas, Valentina Suárez encontró, entre viejas pertenencias, una caja de velas aromáticas afrodisíacas cubierta de polvo y un conjunto de lencería erótica.

Lo había escogido con esmero antes de la boda, como “arma secreta” para sorprender a su esposo en la noche de bodas.

Dos años después, seguía intacto.

Durante ese tiempo, ella y Adrián Herrera —actual jefe de la mafia en Manhattan, Nueva York— jamás habían tenido una verdadera vida conyugal.

Esa noche, Valentina llevó una botella de vino tinto reservado y llamó a la puerta del estudio de Adrián.

Conversaron mientras bebían; tras un par de copas, ella se atrevió a quitarse la bata, mostrando la lencería negra de encaje que llevaba debajo, y lo abrazó por la cintura.

—Cariño, esta noche…—

Al siguiente segundo, fue empujada al suelo.

—¡Lárgate! No me toques.

Su mirada era gélida.

—Si te falta un hombre, vete al club y escoge uno. Pero no vengas a asquearme.

El rostro de Valentina palideció al instante.

No entendía por qué demostrar amor a su propio esposo era “asqueroso”.

Esa noche, con los ojos enrojecidos, se acurrucó en el sofá bebiendo y recordando cada detalle de aquellos años.

Cuando ya estaba un poco ebria, se levantó tambaleándose para preguntarle a Adrián qué pasaba, pero descubrió que la puerta del despacho estaba entreabierta y desde dentro se oían voces.

Se acercó… y lo que vio le heló la sangre.

El hombre que no se había acercado a ella en dos años, con los ojos cerrados y el rostro lleno de éxtasis, se acariciaba mientras escuchaba un audio con la voz de otra mujer.

Esa voz era de su “hermana adoptiva”, Ailén Suárez, la que alguna vez había sido la prometida de Adrián.

Aturdida, regresó a la habitación y se sentó, tomó el iPad de la mesilla para redactar un acuerdo de divorcio.

Pero resultó ser de Adrián; al cerrarlo, sin querer abrió su Facebook.

De inmediato apareció un grupo llamado “777 Conmemoración”.

“¿El jefe sigue casto esta noche? ¡Santo de Nueva York!”

“Jajajaja, con ese cuerpo de Valentina Suárez, afuera cobraría cien mil dólares la noche, pero el cuerpo del jefe es solo para Ailén.”

“Si no fuera por ella, Ailén no se habría ido. Dale el acuerdo de divorcio de una vez y échala de la alta sociedad; ¡eso sí es vengar a Ailén!”

“Demasiado cruel. Ahora que toda la familia Herrera está bajo tu control, ¿no es hora de cerrar la trampa?”

La última línea era del propio Adrián:

“Máximo tres meses.”

El corazón de Valentina se desgarró centímetro a centímetro.

Ella era la verdadera hija de la élite político-empresarial de la familia Suárez en el Upper East Side de Nueva York.

De niña había sido secuestrada por una familia enemiga y abandonada en Italia, donde fue criada por padres adoptivos. Solo cinco años atrás la habían reconocido de nuevo.

Pero Ailén, que la había sustituido durante veinte años, se quedó porque los padres no soportaron dejarla ir.

El matrimonio con Adrián había sido un compromiso familiar pactado hacía mucho tiempo. Tras ser reconocida, Valentina se convirtió en la novia.

Al principio Valentina no tenía ninguna expectativa respecto a esa unión.

Fue Adrián quien se acercó primero.

Como ella no soportaba la comida de Nueva York, él tomó su jet privado y le trajo de Sicilia los ingredientes más frescos de su tierra natal.

Cuando tenía clases, él dejaba el trabajo para acompañarla.

Una vez, tanto Valentina como Ailén fueron secuestradas por una familia rival, y los Suárez solo rescataron a Ailén.

Fue Adrián quien, entre balas y fuego, lideró un asalto para salvarla.

Valentina creyó haber encontrado al hombre indicado y apostó todo su corazón para casarse con él.

Pero tras la boda, él se volvió tan frío como el hielo y jamás la tocó.

Ahora, por fin lo entendía.

Él había guardado su lealtad para otra mujer.

De pie en la terraza, con lágrimas desbordando, Valentina se preguntaba: ¿por qué debía ser castigada por un matrimonio que nunca le robó a Ailén?

Sonó el teléfono: era su madre adoptiva en Italia.

—Cariño, pasado mañana es la cena de subasta anual de la familia… He preparado algunas piezas interesantes. Te van a encantar, ¿quieres venir?

Apenas escuchó aquel tono de cariño, Valentina se derrumbó en llanto.

—Mamá, quiero volver a Italia.

Hubo un segundo de silencio al otro lado, seguido de una voz alterada y colérica:

—¡Hija, no llores! ¿Los Suárez te han maltratado? ¡Vuelve de inmediato! Con papá y conmigo, nadie volverá a lastimarte.

Sus padres adoptivos eran los líderes de la Familia De Vero, la organización mafiosa más antigua del sur de Italia, con poder tanto en el mundo clandestino europeo como en el empresarial legítimo.

La voz de su madre se volvió cortante y dura:

—Dentro de dos días, el avión privado de la familia irá por ti. Eres la princesa de los De Vero, no un juguete para que te pisoteen.

—A mi hija nadie tiene derecho a humillarla.
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