Los padres adoptivos de Valentina, temiendo que fuera maltratada en Estados Unidos, le habían preparado con anticipación toda una red de recursos antes de que llegara a Nueva York.
Entre ellos estaban varios clientes importantes tanto de los Herrera como de los Suárez, aunque todos estaban bajo sus empresas privadas y nunca lo había hecho público.
Ella asintió con calma.
—Ya tomé mi decisión.
El hombre chasqueó la lengua.
—Te trataron como una muñeca de porcelana que podían controlar. Están acabados.
Al terminar la reunión, cuando bajaba las escaleras del club privado, un tropiezo la hizo resbalar, pero el que estaba a su lado la sostuvo a tiempo.
—¿Está bien?
Se reincorporó y, al alzar la vista, se encontró con Adrián saliendo de una sala privada acompañado de varios hombres.
El aire se congeló al instante.
Los secuaces de Adrián estallaron de inmediato:
—Vaya, ¿no es la señora? ¿Será que de verdad encontró a otro hombre? Ese gesto… se ve bastante cariñoso.
—Valentina, tienes buen gusto, ¿eh? ¿Ahora apostando por un matrimonio internacional?
Los comentarios de sus hombres se volvieron cada vez más vulgares.
—Por favor, con el físico del jefe, claro que podría con ella. Esa mujer seguro está muerta de hambre y salió a buscar con quién saciarse.
—¿No ves? Esto es típico: en casa no le sirven, así que busca un poco de sabor exótico afuera, ¡jajajaja!
Antes de que sus burlas se apagaran, Adrián ya se había plantado frente a Valentina.
Su voz cargaba furia.
—¿Quién es él?
Valentina respondió con frialdad:
—No es asunto tuyo.
En un segundo, Adrián le sujetó la barbilla y soltó una risa helada.
—Valentina, ¿es que sin un hombre no puedes ni respirar?
Las palabras fueron una humillación en toda regla.
El hombre a su lado se apresuró a aclarar:
—Se equivoca, nosotros solo…
Valentina lo interrumpió levantando la cabeza, con una sonrisa ligera:
—Exacto. ¿Qué esperabas, si este “esposo legítimo” nunca cumplió ninguna responsabilidad? ¿Voy a quedarme como viuda en vida?
El pasillo quedó en silencio absoluto.
Hasta los mismos hombres de Adrián, que siempre reían con descaro, se quedaron mudos, mirándola con incredulidad.
Todos sabían cuánto había estado ella entregada a Adrián. Y ahora, ¿se atrevía a reconocer delante de todos a otro hombre?
El rostro de Adrián se tornó gélido.
—¿Qué acabas de decir?
Valentina sonrió aún más desafiando, pronunciando cada palabra con claridad:
—Dije: si tú no me lo das, lo busco afuera. ¿O hay algún problema?
La frase apenas cayó cuando Adrián la cargó sobre sus hombros y se la llevó.
Ella soltó un grito de sorpresa; sin tiempo de resistirse, fue lanzada dentro de una SUV blindada.
La puerta se cerró y el vehículo quedó en un silencio absoluto, como si fuera un vacío.
Al instante siguiente, Valentina fue aplastada contra el asiento.
Él sonrió con frialdad mientras aflojaba la corbata y presionaba el botón de insonorización.
—¿No dijiste que yo “no te daba nada”? Bien. Esta vez te voy a dejar satisfecha.
—¡Adrián, estás loco!
Pero antes de terminar, sus labios la devoró.
Era la primera vez que, después de casados, había un contacto real entre ambos.
La respiración de Adrián era salvaje, desbordada. Creía que no sentía nada por ella, pero aquel sabor dulce y el calor de su piel despertaron un instinto que llevaba años enterrado.
La mente de Valentina era un caos.
Todo se salía de control.
Él la sujetó de la cintura y la volteó bajo su peso.
Entonces, el móvil de Adrián sonó.
Se detuvo con el ceño fruncido, miró la pantalla y contestó.
Su rostro cambió a una expresión de alarma.
—…¿Ailén en urgencias?