La noche que cambió mi destino, lo arrasó todo. De repente, mi hogar y mi familia, fueron destrozados en una masacre que quedó grabada en mi memoria. Lo que debía haber sido un momento de paz se convirtió en una pesadilla de sangre, traición y pérdida. Soy Lina, y desde aquel día, solo existe una palabra que retumba en mi cabeza: Venganza. Huyendo de las cenizas, pero no buscando esconderme, sino encontrar al legendario y despiadado alfa máximo, Christian. Él es el más temido y poderoso de todo el continente, y tengo una única misión: pedirle ayuda para cumplir mi deseo de justicia, sin importar a qué costo. Pero Christian no es un hombre que entregue su ayuda sin pedir algo a cambio. ¿Qué me pedirá: un arma, una confidente, una pieza en su juego, una amante, o quizás algo mucho más profundo y peligroso? Estoy dispuesta a todo para obtener lo que quiero, incluso a entregarme por completo... porque cuando la sed de venganza arde, no hay límites para lo que una mujer puede hacer.
Leer másLa noche que devastó mi vida comenzó como cualquier otra: un silencio acostumbrado en la quietud del hogar, interrumpido solo por los sonidos apagados de una tormenta que se acercaba en la distancia. Nada podía presagiar el horror que estaba por desatarse. La oscura silueta de la casa parecía tranquila desde fuera, pero en su interior se ocultaba un caos que solo unos minutos más tarde sería indescriptible.
Cuando escuché los primeros golpes en la puerta, supe que algo no andaba bien. La puerta se abrió con violencia, y en el umbral apareció mi madre, con el rostro pálido, los ojos llenos de miedo y desesperación. Antes de que pudiera preguntar, alguien irrumpió en la casa, armando un espectáculo de violencia inusitada, un ataque brutal que dejó sin vida a mi familia, uno tras otro, en un silencio ensordecedor.
El horror fue tal que mi mente se volvió un torbellino de shock, incapaz de procesar lo que estaba ocurriendo. Cuando todo terminó, quedé sola, rodeada de cuerpos y de un silencio sepulcral que parecía consumir cada rincón de mi hogar. Mi corazón latía con fuerza, ahogado por el miedo y la tristeza, y en medio de esa confusión, mis manos temblorosas encontraron algo que cambiaría todo: un pequeño papel, escondido entre las cenizas de la sala.
La noche parecía paralizada en ese instante. El papel, sucio y doblado, parecía tener un mensaje. Lo saqué con cuidado, sintiendo cómo mi pulso se aceleraba todavía más. Al desplegarlo, descubrí un código, un mensaje cifrado que parecía no tener sentido a simple vista, pero que contenía pistas muy claras. Algo dentro de mí empezó a arder con una mezcla de furia y determinación: esa pista no era casual, y no podía ignorarla.
A medida que analizaba el mensaje, algo quedó claro: la masacre no fue solo un acto de violencia sin sentido, sino que quizás tenía un trasfondo más oscuro, y personal. Alguien en nuestro círculo cercano nos había traicionado, alguien que había conocido todo, alguien de confianza que, por alguna razón, se había aliado con aquellos que acabaron con mi familia.
Pensé en las noches anteriores, en las conversaciones que habíamos tenido, en las gestiones que habíamos hecho y en las palabras que parecían inofensivas. Pero ahora, todo adquiría un significado mucho más siniestro. La traición no solo dolía, sino que también señalaba a un culpable oculto en las sombras, uno que conocía los secretos de mi familia y que ahora se había vuelto nuestro peor enemigo.
No podía quedarme allí, en medio de las ruinas. El miedo y la tristeza me paralizaban, pero también me impulsaban a actuar. La única forma de mantenerme con vida y de encontrar justicia era huir. Esa misma noche, con la ropa manchada de sangre y el corazón en un estado de colapso emocional, me puse en marcha, atravesando la espesura del bosque cercano, con la esperanza de llegar a algún lugar seguro y comenzar a desentrañar la verdad.
Mientras corría, mis pensamientos eran una mezcla caótica de recuerdos y sospechas. ¿Quién podía haber traicionado a mi familia? ¿Qué interés tenían en destruirnos? ¿Y cómo iba a demostrar que no era responsable de aquella masacre? La incertidumbre me envolvía, pero en el fondo, algo dentro de mí me decía que aquella pista en papel era la clave para descubrir la verdad.
El bosque parecía implacable en esa noche. Los árboles susurraban con el viento, como si quisieran advertirme del peligro que acechaba. Mi respiración era pesada, y cada paso que daba era una lucha contra el temor y la desesperación. La luz de la luna apenas lograba filtrarse entre las ramas, proyectando sombras inquietantes que parecían bailar a mi alrededor. Pero no podía detenerme. La verdad me llamaba, y mi instinto de supervivencia me empujaba a seguir adelante.
Durante horas, caminé con la esperanza de alejarme lo suficiente del lugar de la masacre. La sensación de ser observada no me abandonaba, y cada crujido, cada susurro, me hacía echar mano a la linterna y al pequeño cuchillo que llevaba en el cinturón. La angustia crecía con cada minuto que pasaba, pero también el deseo de esclarecer lo que había ocurrido. La pista en ese papel, un cifrado que parecía imposible de descifrar en ese momento, era mi única esperanza.
Finalmente, agotada, logré encontrar un pequeño claro donde pude detenerme y sentarme bajo un árbol grande. Mis manos temblaban mientras examinaba la nota una vez más. La clave para entenderla residía en un código que parecía un rompecabezas: letras y números mezclados, símbolos enigmáticos que requerían de un pensamiento más profundo. Pero, en medio de esa confusión, un mensaje emergió claramente: “Confía en quien menos lo esperes”.
Esa frase resonó en mi mente, y por primera vez en horas, sentí un hilo de esperanza dentro del caos. ¿Quién sería esa persona en quien podría confiar? ¿Y cómo diablos iba a descifrar ese código para encontrarlo? Cada pregunta generaba más dudas, pero también más determinación. La traición interna no sería solo un truco para confundir a un extraño, sino que podía estar relacionada con alguien muy cercano a mí. Y esa persona, fuera quien fuera, era ahora la pieza clave para entender toda la historia.
Mi estado emocional era una mezcla de rabia, tristeza y una creciente necesidad de justicia. Mi hogar había sido destruido, pero no podía permitir que el miedo me venciera. La venganza y la verdad eran ahora mis únicas motivaciones. De alguna manera, tenía que descubrir quién había dado la orden, quién había traicionado, quién había puesto en marcha aquella masacre.
Mientras tanto, el riesgo de ser encontrada por aquellos que me buscaban era inminente. La noche era larga, y mi huida apenas comenzaba. Sabía que tendría que ser más astuta que nunca, que cada paso debía ser calculado y que la traición que se escondía en las sombras podía estar más cerca de lo que imaginaba. La libertad, la justicia y la venganza estaban en juego, y, en ese momento, solo podía confiar en mi instinto para lograrlo.
La luna empezaba a ocultarse tras las nubes y, con ella, la esperanza de que las respuestas llegaran pronto. Pero una cosa era cierta: aquella noche sería el comienzo de un camino sin retorno, uno en el que tendría que enfrentarme a los fantasmas del pasado y a los traidores ocultos en la oscuridad. No importaba cuánto miedo sintiera. Lo único que sabía con certeza era que, si quería sobrevivir y descubrir toda la verdad, tendría que seguir adelante, sin mirar atrás y sin perder la fe en que, alguna vez, todo tendría sentido.
Las luces de la sala de reuniones aún parpadean en mi memoria cuando la voz de Christian se apaga, dejando un silencio cortante que parece medir cada latido. La promesa de la prueba de fuego cuelga en el aire como una promesa no dicha: peligrosa, tentadora, inevitable.Todo parece quedarse un poco detrás de mí, como si aún respirara con el eco de las palabras de Christian: “La prueba de fuego ya está decidida”. El aire entre los asientos quedó suspendido, pesado. Salí sin prisa, dejando que el silencio me envolviera. El reloj latiendo en mi oído con cada minuto que parece una promesa incierta. Quisiera decir que no me asustan los cambios, pero la verdad es que siento el pulso en las sienes y el deseo de entender qué significa todo esto para mí.La sala se vacía a mis espaldas y el pasillo devuelve mi respiración en un ritmo que parece marcaje, como si alguien hubiera puesto un tambor en mi pecho. No sé qué me espera ahora, pero camino bajo la luz fría y ansiosa. Los pasillos están vac
La mayor de las lobas madres, una criatura imponente con casi un siglo de edad, alzó la mano y dejó que el silencio cayera como una lluvia suave. Sus ojos, que habían visto generaciones, se posaron sobre mí con una mezcla de curiosidad y paciencia.—Quieren saber la verdad, y yo la daré. Lina no es una humana, pero sabe ocultarse. Ha vivido entre nosotros sin romper el pacto, pero llegó el momento de qué reveles la verdad oculta —Christian al escuchar esas palabras, me miró con rabia y desdén.—¿Qué verdad oculta? —preguntó casi como una advertencia.—Hay pactos antiguos entre varias familias de lobos y humanos que conviven sin dañar a ninguno. Lina proviene de una de esas familias —explicó la mayor de las lobas madres con su voz firme pero serena— Ellos han aprendido a ocultarse, a camuflarse, a hacerse pasar por humanos para poder vivir en paz dentro de ese mundo. Muchos no lo aceptan; otros sí, pero es una historia de siglos, tejida en secreto. No es una amenaza para la manada cuan
No sabía si era por el cansancio, por la culpa o por la mezcla de miedo y curiosidad, pero sentí que el salón nos quedaba corto para lo que estaba por ocurrir. Christian dio un paso al frente y, con voz firme pidió a todos hacer silencio.—No hay peligro inmediato —comenzó a explicar—. Los intrusos se fueron tan rápido como llegaron; el perímetro está vigilado, y el equipo de seguridad seguirá alerta para investigar qué seres eran y qué querían. No hay ninguna señal de relación con Lina, dijo mirándome a los ojos como si quisiera dejar claro que cualquier rumor era una locura.Un murmullo recorrió la sala. Uno de los presentes, un tipo con botas gastadas y barba de tres días, levantó la mano y preguntó con tono desafiante: “¿Qué hace una humana aquí? ¿Por qué trajiste a alguien externo a la manada que de paso es una humana?”Christian lo miró con extrañeza, como si el gesto del hombre fuera un espejismo en una sala de paredes frías.—Ella no es una humana —aseguró un poco confundido,
Antes de que pudiera terminar de entender dónde estaba, la escena se convirtió en un latido sostenido. Entramos a través de una puerta de Jade a un salón gigante, una especie de cocina comunitaria. Me adentré en un espacio que parecía respirar con cada crujido de la madera y cada chisporroteo de las cazuelas. Gente de ambos sexos se movía en una coreografía que mezclaba destreza y cuidado, como si cada tarea fuera una promesa de protección y alimento. El olor a hierbas y humo cálido me golpeó la cara y, por primera vez desde que llegué, pensé que quizá aquí había un lugar para mí, aunque todavía no pudiera verlo claro. La Madre de la casa apareció desde un extremo del salón. Era una mujer mayor, con una serenidad que parecía venir de siglos de experiencia. Su presencia no imponía; invitaba. Sus ojos, suaves y atentos, me analizaron sin prisa y luego se fijaron en mí con una calidez que me dio una leve esperanza, casi un tesoro escondido entre nervios.—Bienvenida —dijo, y su voz fue
Entonces, en ese silencio cargado de tensión, Christian inclinó su rostro hacia mí, a punto de sellar ese momento con un beso que sería mucho más que un simple acto de seducción. Mientras nuestros labios se rozaban, sentí que la noche misma se detenía, y con ella, toda la historia que se había venido construyendo.Pero justo en ese instante, un sonido agudo, casi como un silbido, cortó la quietud abruptamente. Christian se detuvo, su respiración se disipó y sus ojos se enfocaron en la oscuridad que nos rodeaba. La tensión en el aire, que parecía vibrar con cada latido de mi corazón, se multiplicó en un instante. La imagen de la figura que había aparecido antes, la que había llegado de la nada con esa presencia inquietante y llena de malicia, resurgió en mi mente con fuerza.—¡Christian! —llamó una voz firme, proveniente de un hombre, alguien que luego entendí, venía del grupo de seguridad.La formalidad en sus palabras y su tono de voz me dio a entender que era uno de los generales, u
Un silencio absoluto cayó sobre el claro, y en ese instante supe que mi acuerdo con Christian, por más que fuera un paso hacia la salvación, también me había puesto en una posición muy vulnerable, porque aquella figura desconocida había llegado justo en el peor momento, y ahora mi destino pendía de un hilo peligrosamente fino.El aire se espesó, y la noche dejó escapar un suspiro que parecía presagiar lo peor. La figura misteriosa permaneció inmóvil, como una sombra descargada en la penumbra, sus ojos brillando con una intensidad que parecía atravesar la misma oscuridad del bosque. Sentí un vuelco en el pecho; la inseguridad, el miedo, y una chispa de desafío llenaron cada fibra de mi cuerpo. No iba a quedar en silencio ante esa amenaza.Christian, con una reacción que parecía más instintiva que racional, dio un paso adelante, bloqueando parcialmente mi vista con su cuerpo. Sus músculos estaban tensos, pero en sus ojos había algo distinto, algo que percibí como una determinación renov
Último capítulo