Pacto mortal

El bosque nocturno era un laberinto de sombras y silencio perturbador. Bajo la luna llena, caminaba con el corazón en un puño, mis sentidos agudizados, pero mi mente aún paralizada por la incredulidad y la desesperación. La masacre había destruido todo lo que amaba, y aquella información encriptada en un papel arrugado todavía ardía en mi memoria. La única pista, la que parecía ser una clave para entender quién había traicionado a mi linaje, era mi esperanza de justicia.

Desde hacía semanas, había considerado la idea de buscar ayuda en Christian, el legendario alfa máximo, cuya figura se había convertido en leyenda, en un héroe despiadado y temido en todos los territorios. Pero no era ingenua; conocía su reputación. Christian era un hombre-lobo narcisista, acostumbrado a tener siempre el control, que veía a todos a su alrededor como piezas en su juego, sin importar si eran aliados o enemigos. Él era tan fuerte y poderoso que, según decían, no necesitaba la luna llena para demostrar su dominio. Eso lo hacía aún más peligroso y aún más sediento de poder.

Había llegado al borde del bosque con la decisión de enfrentar la inmensidad de mi destino: si quería justicia, tendría que arriesgarme a pedir ayuda a alguien tan impredecible como él. No podía confiar en mi propia manada; mi conexión telepática con ellos era un arma de doble filo, y solo un alfa podía romper esa cadena y decidir con quién me conectaba. Hasta ahora, había evitado transformarme en loba, con la esperanza de mantener mi mente intacta y alejarme de las voces y pensamientos de quienes me rodeaban.

Christian era el alfa al que todos temían, aquel que imponía su autoridad con mano dura y sin complicaciones, y su presencia inspiraba respeto y temor por igual. Sabía que Christian no se desplazaba por los territorios menores, mucho menos a lugares donde no le llamaran. La única opción era encontrarlo, llegar hasta su santuario, y arrodillarme ante él, suplicándole ayuda, soportando cualquier humillación o condición que él pidiera solo para que aceptara colaborar conmigo.

El bosque aullaba en la noche, y avanzaba con pasos firmes, aunque el miedo me apretaba el corazón. Cada paso que daba era un acto de valentía y desesperación. La luna llena iluminaba el sendero, revelando las sombras que parecían susurrarme que aquel encuentro sería mi prueba definitiva.

Finalmente, visualicé en la distancia unas rocas que formaban un pequeño claro, el símbolo de un territorio prohibido para cualquiera que no tuviera el agrado de Christian. Sabía que allí, en ese lugar sagrado, tendría que hacer lo impensable: arrodillarme, humillarme, y rogarle que me aceptara, aunque eso significara perder toda dignidad en sus ojos.

Con el cuerpo tenso y la respiración entrecortada, entré en aquel lugar con la vista en alto. Desde la oscuridad, apareció la figura grande y dominante de Christian, emergiendo como un rey en su trono secreto, con ojos que brillaban con una intensidad que parecía penetrar mi alma.

—¿Qué clase de loba se atreve a venir sola a mi territorio? —su voz resonó con un tono frío y burlón, cargado de superioridad y desprecio evidente—. ¿Buscas algo de mí, o solo querías perderte en la oscuridad para que yo te encontrara?

Tragué saliva y me mantuve firme, aunque en mi interior temblaba. Sabía que esa sería la prueba más dura. La más humillante. Pero era mi única opción.

—Necesito tu ayuda, Christian —musité, con la voz temblorosa pero decidida—. Traicionaron a mi familia, y no sé quién fue ni por qué. Tengo que detener la caza, y solo tú puedes decirme qué hacer. Por favor, te lo suplico, ayúdame.

El alfa me miró con una sonrisa sardónica, paseándose lentamente en círculo alrededor de mí como si evaluara una presa en su jaula.

—¿Y qué estás dispuesta a ofrecer a cambio, pequeña? —preguntó, disfrutando de la impotencia que podía leer en mis ojos.— No suelo aceptar favores sin algo a cambio.

Sostuve su mirada, resistiendo la humillación inevitable. Sabía que esa era la única manera de salvarme.

—Todo lo que desees —susurré—. Solo ayúdame.

Christian alzó una ceja, deleitándose en mi vulnerabilidad, y se acercó lentamente. La tensión en el aire era palpable, cargada de una mezcla de deseo, dominación y desesperación. Yo no podía permitir tampoco que mi orgullo me cegara, porque en aquel momento, solo importaba que él aceptara y que yo lograra salir de esa noche con vida y con respuestas.

—Muy bien, loba desesperada —dijo con una voz profunda, mientras sus ojos brillaban con malicia—. Pero recuerda esto: si acepto ayudarte, ya no serás la misma cuando acabemos. Tú y tus deseos de justicia tienen un precio muy alto. Pero si estás lista para pagar, entonces comenzamos.

Christian dio un paso más cerca, sentía su presencia dominante casi ahogándome. La sombra de su figura se proyectaba sobre mí, y por un momento, sentí que mi resistencia se desvanecería. Pero, con un último esfuerzo, apreté los puños y levanté la vista, determinada a sostener su mirada y a cumplir mi misión, cueste lo que cueste.

—Estoy lista —susurré, con la voz fría pero firme—. Solo quiero justicia. Quiero saber quién traicionó a mi familia y detener esta matanza.

Christian me observó unos segundos en silencio, evaluando si mis palabras eran sinceras. Luego, una sonrisa sardónica se dibujó en su rostro.

—Muy bien, entonces, prepárate para lo que viene. Pero primero, hay algo que debes entender —dijo, mientras extendía su mano izquierda hacia mí—. Este pequeño objeto no solo te dará poder. El verdadero control es algo que debes aprender a dominar tú misma. Porque, después de todo, en mis manos, tú solo eres un peón más en mi juego.

Con esas palabras, Christian se agachó lentamente y sacó un objeto que parecía un relicario antiguo, de oro oscuro y grabados enigmáticos. La forma era extraña, casi futurista, con líneas que brillaban tenuemente en la penumbra del bosque. La luz reflejada en él, despertó en mí una mezcla de curiosidad y desconfianza.

—¿Qué es eso? —pregunté con la voz temblorosa.

—Esto, pequeña, es un accesorio especial —respondió Christian, acercándolo con delicadeza—. Un artefacto que puede controlar tus poderes y, más importante, tu voluntad. Es una extensión de mí… y de tu destino.

Di un paso atrás, sintiendo la tensión en el aire, consciente de que aquel objeto podría ser la clave para que Christian tuviera total dominio sobre mí.

—¿Y qué pasa si no lo acepto? —pregunté con voz firme, intentando mantener el control.

—Entonces, estarás sola en esta noche —murmuró Christian, sonriendo con esa arrogancia que siempre lo caracterizaba—. Pero si quieres salvarte, si quiero luchar para encontrar a quien traicionó a tu familia, tendrás que aceptar lo que te ofrezco. Solo así, podrás controlarte a ti misma. Solo así, podrás decidir qué hacer… y qué dejar atrás.

Lo miré, con el corazón latiendo con fuerza. La escena parecía suspendida en el tiempo, toda esperanza y desesperación en un solo momento. Mis manos temblaban, pero mi determinación permanecía intacta.

Y en ese instante, Christian me extendió aquel relicario oscuro y yo lo coloqué alrededor de mi cuello. La noche parecía mantenerse en silencio, sosteniendo la tensión de ese pacto mortal.

Continue lendo este livro gratuitamente
Digitalize o código para baixar o App
Explore e leia boas novelas gratuitamente
Acesso gratuito a um vasto número de boas novelas no aplicativo BueNovela. Baixe os livros que você gosta e leia em qualquer lugar e a qualquer hora.
Leia livros gratuitamente no aplicativo
Digitalize o código para ler no App