No sabía si era por el cansancio, por la culpa o por la mezcla de miedo y curiosidad, pero sentí que el salón nos quedaba corto para lo que estaba por ocurrir. Christian dio un paso al frente y, con voz firme pidió a todos hacer silencio.
—No hay peligro inmediato —comenzó a explicar—. Los intrusos se fueron tan rápido como llegaron; el perímetro está vigilado, y el equipo de seguridad seguirá alerta para investigar qué seres eran y qué querían. No hay ninguna señal de relación con Lina, dijo mirándome a los ojos como si quisiera dejar claro que cualquier rumor era una locura.
Un murmullo recorrió la sala. Uno de los presentes, un tipo con botas gastadas y barba de tres días, levantó la mano y preguntó con tono desafiante: “¿Qué hace una humana aquí? ¿Por qué trajiste a alguien externo a la manada que de paso es una humana?”
Christian lo miró con extrañeza, como si el gesto del hombre fuera un espejismo en una sala de paredes frías.
—Ella no es una humana —aseguró un poco confundido, y la palabra colgó en el aire como una campana. El asombro fue inmediato para todos. La multitud abrió los ojos y dejó escapar un suspiro de sorpresa. Solo los lobos de más alto rango, los generales del equipo de seguridad, el consejo de Alfibas y las lobas madres parecían conocer la verdad. Para el resto, yo era una intrusa; una híbrida o una humana. Nadie sabía exactamente qué pensar, excepto que mi presencia había dejado un rumor pegajoso en la sala.
—Es una intrusa. No debería estar aquí —insistió Tatiana con desdén señalándome con el dedo. Sus palabras no solo cuestionaban mi lugar; también ponían en evidencia que la manada se debatía sobre qué hacer conmigo. A su lado, sus inseparables amigas Neera y Selene asintieron con una seriedad que parecía un juramento de protección, como si hubieran decidido hace tiempo que yo era una amenaza o una oportunidad, según el ángulo desde donde quisieran verlo.
Lucil, que siempre hablaba con una calma que parecía imposible de romper, quebró el silencio con una pregunta práctica:
—Si no hay peligro, ¿qué buscamos exactamente? ¿Qué queremos averiguar de esos intrusos y por qué ahora?
—Investigación —se limitó a decir Christian sosteniendo la mirada de cada uno de los presentes como si estuviera construyendo una muralla de tranquilidad— No sabemos si hubo una presencia inteligente detrás de todo esto. Queremos entender quiénes eran, qué querían y si hay una conexión con Lina. El equipo de seguridad se está encargando de encontrar cualquier rastro que permita seguir el hilo sin exponer al territorio y a la manada. Mientras tanto, no habrá más intrusos que merodeen sin permiso.
El salón siguió en silencio, pero no era un silencio cómodo; era un silencio cargado de preguntas que esperan respuestas. Tatiana cruzó los brazos, mirándome como si buscara una grieta en mi defensa, una señal de que estaba fingiendo algo para una ventaja. Neera y Selene miraron a los demás, esperando que alguien más hablara para justificar su postura. Pero parecía que las personas de menor rango entendían el peso de las palabras de Christian mejor que los demás.
— ¿Qué está ocurriendo? —preguntó alguien del fondo, con la voz áspera por la sorpresa y la curiosidad. Tatiana volvió a apuntarme con su mirada y, como si hubieran encendido una vela en un cuarto oscuro, añadió— Esta chica no pertenece aquí. Es una intrusa que no debería estar rodeada de lobos —Neera y Selene asintieron con fuerza, apoyando a Tatiana.
— Ella es humana —exclamó Neera con seguridad— No puede estar entre nosotros.
—Tiene que irse ahora, antes de que cause más problemas —añadió Selene. Christian dio un paso adelante, dejando clara su posición con una mirada fría.
—No es humana. Pero quiero saber por qué creen eso.
—No podemos sentir su esencia de loba —insistió alguien del extremo de la sala—. No hay olor, ni la marca que reconocemos. Es imposible que lo sea.
—Yo sí la siento —intervino uno de los lobos de mayor rango—. Puedo reconocerla a la distancia y no se parece en nada a la de una humana que haya visto —la confusión se hizo presente.
La mayor de las lobas madres, una criatura imponente con casi un siglo de edad, alzó la mano y dejó que el silencio cayera como una lluvia suave. Sus ojos, que habían visto generaciones, se posaron sobre mí con una mezcla de curiosidad y paciencia.
—Quieren saber la verdad, y yo la daré. Lina no es una humana, pero sabe ocultarse. Ha vivido entre nosotros sin romper el pacto, pero llegó el momento de qué reveles la verdad oculta —Christian al escuchar esas palabras, me miró con rabia y desdén.
—¿Qué verdad oculta? —preguntó casi como una advertencia.
Sabía muy bien que aquel secreto que pronto sería revelado cambiaría todo. Había vivido sintiendo el rechazo de muchos lobos gracias a esa herencia familiar y ahora cuando mi vida dependía de ser aceptada en esta manada, de que Christian decidiera protegerme y ayudarme a llevar a cabo mi venganza, ese secreto estaba apunto de acabar con todo. Respiré profundo y me prepararé para lo que vendría. Las cartas ya estaban echadas y yo pedía de que la suerte estuviese de mi lado.