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Secretos que no deben salir

La mayor de las lobas madres, una criatura imponente con casi un siglo de edad, alzó la mano y dejó que el silencio cayera como una lluvia suave. Sus ojos, que habían visto generaciones, se posaron sobre mí con una mezcla de curiosidad y paciencia.

—Quieren saber la verdad, y yo la daré. Lina no es una humana, pero sabe ocultarse. Ha vivido entre nosotros sin romper el pacto, pero llegó el momento de qué reveles la verdad oculta —Christian al escuchar esas palabras, me miró con rabia y desdén.

—¿Qué verdad oculta? —preguntó casi como una advertencia.

—Hay pactos antiguos entre varias familias de lobos y humanos que conviven sin dañar a ninguno. Lina proviene de una de esas familias —explicó la mayor de las lobas madres con su voz firme pero serena— Ellos han aprendido a ocultarse, a camuflarse, a hacerse pasar por humanos para poder vivir en paz dentro de ese mundo. Muchos no lo aceptan; otros sí, pero es una historia de siglos, tejida en secreto. No es una amenaza para la manada cuando se respeta la regla de no revelar lo que no debe ser expuesto.

Una oleada de asombro recorrió la sala. Tatiana dio un paso adelante con su dedo apuntando ferozmente hacia mí.

—Eso es una traición más grande que cualquier intrusión. Si eso es así, ¿cómo es posible que la manada la haya aceptado? ¡Qué clase de pacto es ese que permite que una humana… no una humana... una loba que parece humana, conviva con nosotros!

Christian cruzó los brazos y habló con una mezcla de incredulidad y cansancio, preguntó a la mayor de las lobas madres:

 —¿Qué clase de pacto es ese? ¿Por qué no fue revelado antes? Y si Lina no es una humana, ¿qué es?

La sala se agitó con voces, con preguntas, con rumores que corrían más rápido que la misma respiración. En medio del alboroto, Tatiana sacó la carta que parecía tener escondida bajo la manga:

—Si no pueden decidir con calma, que se lleve a cabo la “prueba de fuego”. Que Christian se apegue a las reglas y que el consejo juzgue.

El murmullo aumentó. La prueba de fuego era conocida como una prueba de lealtad, una prueba de vida o muerte para demostrar la pureza del compromiso hacia la manada. Yo sabía exactamente qué implicaba esa prueba, y el peso de ese momento cayó sobre mí como una pesada losa de concreto. La sala esperaba la decisión con los ojos clavados en mí, el aire cargado de tensión. Christian me miró, su expresión era una mezcla de juicio y desafío.

—¿Estás dispuesta a contar tu verdad completa, Lina? Si no, el consejo decidirá por ti.

Aun sintiendo el peso de todas las miradas sobre mí, di un paso adelante. El temblor en mis manos no era solo nervios; era la necesidad de ser honesta, de que entendieran quién era yo realmente y de contar la historia que necesitaba escucharan para que todos entendieran. Respiré hondo y, buscando algún atisbo de apoyo en la mirada de Christian sin éxito, empecé a hablar con la voz más clara que pude reunir.

— Vengo de una familia que lleva siglos viviendo entre humanos y lobos, sin encajar del todo en ninguno de los dos mundos. Hemos aprendido a camuflarnos, a hacernos pasar por personas normales, para que un mundo respire en paz sin alterar el otro. No es traición; es una forma de supervivencia que se ha mantenido en secreto para proteger a quienes amamos.

La sala se quedó en silencio, pero no era ese silencio cómodo, era más un silencio cargado de preguntas, de incredulidad y miedo. Los murmullos comenzaron a hacerse presente como olas que subían y bajaban mientas yo seguía hablando, buscando que mis palabras fuesen un puente para el entendimiento.

— No soy humana, no del todo. Tampoco soy diría que solo loba. Soy Lina, miembro de una de esas familias que aprendió a moverse entre dos mundos. No por engaño, sino para evitar guerras, para proteger a quienes no pueden protegerse. No quiero traicionar a nadie, pero tengo una misión que cumplir —Christian me observaba con una mezcla de furia y curiosidad.

—¿Y qué pruebas hay de que esa historia sea cierta? ¿Qué nos garantiza que no es una maniobra para ganarte un lugar entre nosotros y luego traicionarnos? —interroga con firmeza.

La mayor de las lobas madres alza la mano, pidiendo silencio. Su mirada pesaba más que cualquier palabra. Volteó a mirar a una de las Alfibas del consejo, la que ocupaba el cargo de vidente y le hizo una señal inclinando la cabeza, esta asintió en aprobación y comenzó a hablar:

—La verdad no siempre llega con pruebas visibles. A veces llega como una cuerda que se va tensando en el alma de la gente. Puedo ver que Lina no ha causado daño; ha estado entre ambos mundos obedeciendo las reglas que nos mantuvieron unidos. Si esta historia es cierta, no debería ser una razón para expulsarla, sino una oportunidad para entender mejor nuestra diversidad —Tatiana cruzó los brazos, impaciente y asustada.

 —Si no podemos sentir su esencia de loba, ¿cómo podemos confiar en ella? —pregunta ansiosa en voz alta— Nuestra experiencia nos dice que las cosas que no se muestran a simple vista suelen ser peligrosas. —Neera y Selene asintieron con firmeza a su lado.

—Entonces la prueba de fuego debe aclarar las dudas —insistió Neera con voz cortante— Si Lina demuestra lealtad, que siga, si no, que se vaya.

La sala pareció dividirse, la mitad quería proteger la norma y la otra mitad quería abrirse pasado a ese lugar a donde nadie quiere mirar. La tensión llegó a un punto casi tangible.

— ¿Estás dispuesta a pasar la prueba? —me preguntó Christian, buscando una voz que rompiera el silencio.

Conozco bien esa prueba, sé lo peligrosa que es, pero también sé que no tengo más opciones, por lo que aún dudando, asiento en respuesta a su pregunta. Siento un peso invisible que se apoya en mi espalda mientras avanzo unos pasos más hacia el centro de la sala.

— Sí —digo, con el tono más firme que puedo reunir. —Estoy dispuesta a hacer la prueba para demostrar que tengo un lugar aquí, que puedo vivir con ustedes sin ocultar quién soy realmente.

Un murmullo recorrió la sala, una mezcla de asombro y respeto, y algún que otro suspiro aliviado. El consejo, bajo la mirada de los presentes, evaluó la situación, y la mayor de las lobas madres asintió levemente, como si hubiera decidido algo y quisiera que todos lo aceptaran.

—Se ha decido realizar la prueba de fuego —anuncó con una voz que no admitía discusión— Christian, tú guiarás el proceso junto con el comité de seguridad mientras Lina demuestra su lealtad con la manada.

La sala se quedó en silencio y comienzo a sentir el peso de las miradas, mi corazón late como un tambor, como si estuviera al borde de un precipicio, o quizás, así era. Es momento para prepararme para lo que vendrá, pero no puedo evitar que una pregunta queda flotando en mi mente: Si logro sobrevivir a la prueba, ¿realmente seré aceptada en este mundo que no sabe si debe creer en mí?

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