Negociación de poder

Sentí una corriente de electricidad que me recorría la piel, como si mis nervios se estuvieran desgarrando desde adentro. La sensación era insportable y, al mismo tiempo, seductora. Era una humillación, sí, pero también una prueba de hasta qué punto yo había llegado a estar vulnerable ante ese hombre que apenas acababa de conocer.

El enfrentamiento de voluntades duró apenas unos minutos, pero pareció una eternidad. Christian, con los ojos cerrados, parecía absorber el calor de su cuerpo y su energía, como si quisiera absorber también su espíritu. Yo, luchando por mantener el control, sentí cómo cada fibra de mi ser se resistía a lo que estaba ocurriendo, pero en mi corazón, una pequeña chispa de aceptación empezó a encenderse.

Finalmente, Christian abrió los ojos lentamente, y en su rostro no quedó rastro de burla o la arrogancia que siempre exhibía. Había una mirada distinta, una mezclada entre la curiosidad y la atracción, un interés que no esperaba sentir por mí.

—No pensé que resistieras —murmuró con voz baja, casi sorprendido—. Has demostrado ser más fuerte de lo que parecías.

Yo, aún aturdida, me levanté lentamente, con un suave temblor en las piernas y la sensación de que algo en mí había cambiado para siempre. Christian me miraba con una intensidad que me producía escalofrío, pero también una extraña conexión que ni yo podía explicar.

—¿Eso fue todo? —pregunté, intentando recuperar algo de mi dignidad, aunque todavía sentía la humedad en mi piel, el pulso acelerado, y un ardor muy distinto al que había sentido antes.

Christian dio un paso hacia mí, acercándose de nuevo, con esa mirada que parecía devorarme desde adentro y que, contra toda lógica, empezaba a despertar una atracción en mí que no esperaba.

—No, eso fue solo el inicio —dijo con voz profunda, casi en un susurro—. Ahora, tú y yo compartimos algo más que un trato. Y te advierto... en este camino, no solo tus poderes estarán en juego, también tu cuerpo y tu alma.

De repente, en el silencio que seguía, la distancia entre ambos desapareció y Christian, sin avisar, me tomó suavemente por la cintura. Sentí cómo sus manos me acercaban aún más, de forma armoniosa pero firmes, en una especie de imposición que, en mi interior, generó una mezcla contradictoria de humillación, miedo y un extraño calor que ardía en mi pecho.

—¿Quieres que te ayude? —preguntó él, bajando aún más la voz—. Entonces, prepárate para lo que viene, porque ahora, no solo te dominaré con mi fuerza…

Y, en ese momento, Christian bajó la cabeza lentamente, acercando su rostro al mío —sus labios apenas rozando mi piel—, en una escena que parecía una declaración de poder, pero que también encendía una llama muchísimo más profunda y peligrosa.

El aire entre nosotros se volvió pesado, cargado de una tensión que iba más allá de lo físico. La cercanía, la suavidad en aquel roce intenso, me hacía sentir que el límite entre dominador y dominada se desvanecía por un instante, dejándome una sensación de vulnerabilidad que nunca había experimentado en mi vida.

Mis ojos se encontraron a los suyos en ese silencio cargado, y por unos segundos, ambos supimos que aquel encuentro —por mucho que fuera un acto de poder— también estaba comenzando a abrir una puerta a algo mucho más complejo. Algo que ninguno de los dos había planeado, pero que cambiaría el curso de nuestros destinos.

Christian lamió sus labios en un gesto apenas perceptible y, con una sonrisa que parecía burlarse de todo, dio un paso atrás lentamente. Sin embargo, sus ojos todavía brillaban con esa mezcla de deseo y dominio, como si aún no hubiese terminado de explorar esa nueva faceta que emergía en él.

—Este solo es el comienzo —susurró él, reteniéndome en su mirada—. Pero recuerda, pequeña loba... en este juego, no hay segundas oportunidades. Lo que te ofrezco es una alianza, un pacto que deberás cumplir, sin importar qué pase después.

Yo, con la respiración entrecortada, me enderecé y me alejé un poco, limpiando la humillación y el deseo en un gesto firme. En mi interior ardía la certeza de que aquella noche marcaría un antes y un después en mi vida. La conexión con Christian era innegable, pero también peligrosa. Y, en ese momento de incertidumbre, sabía que no podía permitirme fallar.

Pero justo cuando ese encuentro íntimo empezaba a difuminarse en la sombra de la noche, una presencia desconocida irrumpió de la nada, rompiendo la tensión de golpe.

Desde la oscuridad, surgió una figura cubierta con una capa oscura, que avanzaba lentamente hacia el lugar, con pasos firmes y decididos. Un halo de malevolencia se percibía en esa silueta, y sus ojos brillaban con una luz inquietante, como si pudiera ver más allá de la noche misma.

Christian se volvió de inmediato, sus músculos se tensaron, su rostro adoptó una expresión de alerta. Sentí que una corriente de frío me recorría el cuerpo. La figura se detuvo a unos metros de nosotros, y en ese instante, la luna iluminó su rostro: unos ojos inquietantes y fríos, la boca aún oculta en la sombra, y una presencia que parecía absorber toda la energía del entorno.

—¿Quién eres? —preguntó Christian, con voz leve pero cargada de tensión—. ¿Qué haces aquí, en mi territorio?

La figura no respondió de inmediato. Solo inclinó ligeramente la cabeza, en un gesto que parecía una amenaza velada.

—Busco a Lina —contestó, con una voz profunda y grave. La figura dio un paso adelante, para dirigirse a mi con una mirada que heló la sangre en mi cuerpo—. No pienso irme sin ella.

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