Monica una mujer de treinta y cinco años, casada, sin hijos, y en la mejor etapa de su matrimonio, decide celebrar su aniversario de bodas numero ocho, en un maravilloso viaje, junto a su esposo Nicolas, un hombre rico de cuna, unico heredero de la familia Maxel,y en la cuspide del mundo empresarial. Tras pasar dias de amor y felicidad, una llamada urgente le hace regrasar, en el viaje, tienen un aparatoso accidente, dejandolos mal heridos y con pocas posibilidades de sobrevivir. Luego de varias semanas de angustia, monica despierta, pero descubre que su amado esposo aun sigue en coma. Tras pasar tres largos años, ella a perdido las esperanzas, por eso deciden desconectarlo, pero... ¿Que pasaria si él despertara en el proceso y no recordara nada?
Ler maisHabía estado casada con Niholas durante ocho años, los cuales podría asegurar, que eran los mejores de toda mi existencia.
La vida nos sonreía grandemente, el era un empresario, inteligente, audaz, un verdugo en los negocios, en la oficina demostraba ser una persona implacable y con un carácter fuerte, pero nada es lo que parece, conmigo era el hombre más amoroso, el más detallista del mundo, extrovertido, hogareño, horneaba Galletas, cocina delicioso, un poco celoso, hacia de mis días una maravilla.Siempre recibía un enorme ramo de rosas rojas, era una rutina entre ambos, lo que hacía especial cada detalle diario, eran sus divertidas cartas, siempre que me entra gabán el arreglo, también anexaban un lindo sobre, ya sabía su juego así que esperaba diariamente la llegada de sus obsequios.Nos conocimos en la escuela, y desde entonces, no nos habíamos separado, estudiamos en la misma universidad y vivíamos en la misma urbanización.Éramos muy felices hasta que aprobamos el tercer año de carrera, una chica de la misma facultad empezó a interponerse entre ambos, obviamente no la culpaba a ella de nuestra ruptura, sino a él, por dejarla entrar, reconozco que también colabore un poco, pero no estaba en mi mejor momento, su familia era adinerada, mientras que la mía, a penas si llegábamos al último, con nuestros míseros sueldos, muchas veces me ofreció ayuda, pero la rechace.El día que terminamos, el me confesó que se había enamorado de alguien más, que yo era una mujer maravillosa, cualquier otro podría hacerme feliz, me arrodille y supliqué que se quedara a mi lado, pero él no me escucho, lo había perdido.Vive momentos muy oscuro, que me dejara, fue como si le hubieran dado una sacudida a mi vida, desencadenando miles de problemas y situaciones horribles, hasta llegar a la muerte de mis padres, una noticia que terminó de acabar conmigo.Mis padres trabajaban en la misma compañía, pero ambos se sentían ahogados en su relación, pude escucharlos discutir muchas veces, mama aseguraba que debía aguantar cualquier cosa, para que yo estuviera feliz, según ella, los hijos merecen cualquier sacrificio, pero ¿hasta que punto?Según un compañero de trabajo, que venía en el vehículo con ellos, discutieron todo el camino, mi padre se había enamorado de una compañera de trabajo y estaba dejando a mi madre, la pobre lloraba desconsolada suplicando que se quedara, ambos iban enfrascados en una fuerte discusión, lo que les impidió ver, q un camión que venía sin frenos y con un conductor ebrio, quien le arrebato la vida a mis padres.En el velorio, me volví loca de dolor, mi vida se había desboronado, perdí a mis padres en un abrir y cerrar de ojos y aj que tenía veinte años, aún los necesitaba, porque aunque se tuvieran cien año, siempre se necesitaba una madre, un padre, no creía en ese cuento de que padre es cualquiera, mi papá fue único y espacial en mi vida, jamás ocuparían su lugar, incluso si mama estuviera viva, y buscará otro esposo, ese hombre no se convertiría en mí padre, tendría que superarlo en muchas cosas, y la verdad dudaba bastante que pudiera.Nicolas intento acercarse a mi, el día de la muerte de mis padres, pero estaba herida, por mucho que lo amara, jamás olvidaría sus palabras, ni lo que me había hecho, se enamoro de otro y limpio el suelo con mi corazón.Quedé sola en el mundo, un tío de mi madre fue lo único que me había quedado, el se mudo conmigo, le tenía muchísima confianza, era gay, así que me resultó más fácil adaptarme a él, me acompaño en todo momento, y me dio la estabilidad financiera que necesite durante mis estudios, y después de graduada.El día de mi acto de grado, di el mejor discurso de la historia de nuestra universidad, primero llore mares, recordando a mis padres, luego llore viendo a Nicolas agarrado de mano junto a su novia, habíamos soñado este momento juntos, pero luego comprendí que debía seguir adelante, así que eso hice levante mi rostro, sonreí, luciendome,con mis palabras lloraron muchos, mientras que otros aplaudieron, y en la última fila de invitados estaba mi tío, con la foto de mi madre y la de mi padre, acompañándome como siempre.Luego del acto de grado, la famosa de Nicolas me felicito, obviamente por hipocresía, ellos eran los Maxel, no rendida pleitecia a nadie, al menos que encontrarán algún beneficio de eso, pero estaba segura que lo habían hecho para que me diera cuenta de que Nicolas era feliz junto a su nueva novia, pero sonreí abiertamente y los felicite a ambos, dejando a mi ex novio sorprendido, lo cierto es que era muchísimo más inteligente que el, no caería en ese juego, justo antes de salir del campus con mi tío, él me abordo.—¿crees que puedas regalarme un segundo de tu tiempo?Lo mire por varios segundo, mientras mi tío me miraba a mi, buscando alguna señal, pero estaba perdida en mis pensamientos, quería irme y dejarlo aquí, pero aún le quería así que lo dejé hablar.Suspiro frustrada—Tío espérame en el auto—digo mirándolo firme, el hace lo que le pido y se marcha.—Gracias por permitirme jablar—Tienes cinco minutos y ya llevas dos, así que habla.—Se que hablamos de este momento muchas veces, desde niños soñamos con estar enamorados y graduarnos juntos, lo he pensado todos estos días, tu discurso me rompió el corazón, saber que perdiste a tus padres y no pude estar contigo, me mata por dentro, dejarte fue un error, te sigo amando aunque tu me odiesMi corazón quería salirse por la boca, jamás pensé que escucharía esto del gran Nicolas Maxel, pero estaba sucediendo y disfrutaría de ello, ahora sería yo quien se encargaría de hacerlo sufrir.—Creo que lo que ocurrió entre ambos fue lo mejor que pudo pasarnos en la vida, el día que mis padres fallecieron me sentí morir, por suerte mi tío estuvo allí, habíamos planeado esto muchos años, pero no todos los sueños, se hacen realidad, así que ya no importa.Le resto importancia con mis hombros y lo dejo parado en el medio del lugar, pero cuando estoy a mitad de camino, volteo y decido, clavarle la puñada final.—Nicolas.Voltea a verme—Dime.—No te Odio, Odiarte es darte demasiada importancia, y tu a mi ya no me importas.Dicho esto salgo del campus, subiendo al auto. Al llegar a casa me desahogo en lagrimas, justo en los brazos de mi tío.MónicaLa noche había sido tranquila hasta ese momento, o eso pensé. Estaba profundamente dormida, agotada por el peso del día, cuando un dolor punzante me atravesó el vientre, arrancándome del sueño. Me incorporé de golpe, jadeando, y al mirar hacia abajo, sentí cómo el pánico me invadía: había sangre en las sábanas.—¡No, no, no! —grité, temblando mientras intentaba levantarme.Mis manos temblaban tanto que apenas pude agarrar mi teléfono. Solo había una persona a la que podía llamar en ese momento: Nicolás. Su número fue lo primero que marqué, y cuando contestó, su voz sonó preocupada, adormecida.—Mónica, ¿qué pasa?—¡Nicolás! —grité desesperada, mi voz quebrada por el miedo—. Algo anda mal... el bebé... hay sangre.—Voy para allá. No te muevas, ¿me escuchaste? Mantente tranquila. Estoy en camino.Pero, ¿cómo podía mantenerme tranquila cuando mi bebé, lo único que me quedaba de Jhoss, estaba en peligro? El tiempo que tardó en llegar parecía eterno. Cada segundo se sentía como una
MónicaNo sé cómo encontré las fuerzas para hacerlo, pero me acerqué a Jhoss, sintiendo el peso de cada palabra que estaba a punto de pronunciar. Su respiración era débil, su rostro sereno pero marcado por el cansancio de una lucha que duró más de lo que cualquiera habría soportado.Me incliné hacia él, mis labios temblorosos junto a su oído, y le susurré lo más difícil que jamás había dicho:—Puedes irte en paz, mi amor. No quiero seguir siendo egoísta. Tienes derecho a descansar. Si hay otra vida, te buscaré. Te amo con todo mi ser, y cuidaré de nuestros hijos y de tu madre. Pero ya no te aferres más al dolor... puedes irte, Jhoss.Mi voz se quebró, las palabras ahogadas en lágrimas que no dejaban de caer. Lo observé mientras mis dedos acariciaban suavemente su cabello, grabándome cada detalle de su rostro, cada línea que contaba nuestra historia. En ese momento, el mundo pareció detenerse.Jhoss tomó una última respiración profunda, como si estuviera reuniendo toda su energía para
MónicaHabíamos tenido unos días de paz. Días tranquilos, llenos de pequeños momentos de felicidad que atesoré como si fueran oro. No podía evitar sentirme agradecida por cada sonrisa, por cada instante que Jhoss compartía con nosotras a pesar de su fragilidad. Esa noche, nuestro aniversario, quise que fuera especial.Habíamos organizado una cena íntima, rodeados de amigos cercanos, compañeros de su empresa, Nicolás, y su madre. Jhoss insistió en que todo debía ser perfecto. Aunque su cuerpo le exigía descanso, su espíritu seguía siendo fuerte. Yo lo veía y me enamoraba más de él, admirando su valentía.La casa estaba decorada con luces cálidas y velas que llenaban el ambiente de un aire acogedor. La mesa estaba impecable, con un menú que habíamos planeado juntos. Todo parecía en su lugar.—¿Listo, amor? —le pregunté mientras me aseguraba de que su corbata estuviera bien ajustada.—Más que listo —respondió con una sonrisa débil pero auténtica—. Este día es para nosotros.Nuestros invi
MónicaEl día había llegado. Era nuestra cita con el ginecólogo, y la emoción y el nerviosismo se mezclaban en mi pecho. Hoy descubriríamos el sexo del bebé, y aunque las circunstancias no eran las ideales, quería que este momento fuera perfecto.Miré a Jhoss mientras terminaba de arreglarse. Su rostro estaba pálido, y sus movimientos eran más lentos de lo habitual, pero aun así, estaba decidido a acompañarme.—¿Estás seguro de que quieres venir? —le pregunté mientras le ayudaba a abotonarse la camisa.Él me miró y esbozó una leve sonrisa.—Claro que sí, Mónica. No me perdería esto por nada del mundo.Asentí, aunque la preocupación me apretaba el pecho. Había estado tan débil últimamente que cada pequeño esfuerzo me aterraba, pero sabía que su fuerza no solo venía de su cuerpo, sino de su amor por nosotros.Cuando llegamos al consultorio, el ambiente era cálido y acogedor. La recepcionista nos saludó con una sonrisa, y después de un breve momento de espera, la doctora nos llamó.—¡Món
JhossLa tarde estaba tranquila, y la casa se sentía demasiado silenciosa sin las risas de Mónica y nuestra hija llenándola. Ellas habían salido con mi madre a dar un paseo, y yo sabía que este era el momento perfecto para lo que tenía que hacer. Tomé el teléfono, mis manos temblaban mientras marcaba el número.—¿Jhoss? —La voz de Nicolás al otro lado de la línea sonaba sorprendida—. ¿Qué necesitas?—Necesito que vengas a verme. Es importante —le respondí, tratando de sonar más fuerte de lo que me sentía en ese momento.No tardó mucho en llegar. Cuando entró al salón, llevaba una expresión seria, como si intuyera que algo andaba mal. Nos saludamos con un apretón de manos breve, y le indiqué que se sentara.—¿Qué pasa, Jhoss? ¿Por qué me llamaste? —preguntó, inclinándose hacia adelante en su asiento.Respiré hondo, sintiendo cómo el peso de lo que iba a decir me aplastaba el pecho. No sabía cómo empezar, pero sabía que debía hacerlo.—Nicolás, te llamé porque necesito pedirte algo. Alg
MónicaCuando finalmente me dejaron entrar a la habitación, mis pasos eran pesados, como si llevara el peso de todo el mundo sobre mis hombros. El aire parecía más denso, cargado de tristeza y desesperación. Jhoss estaba ahí, sentado en la cama del hospital, mirando hacia la ventana. Su perfil, que siempre me había parecido tan fuerte y seguro, ahora se veía más delgado, más frágil. La luz que entraba por la ventana iluminaba su rostro de una manera casi cruel, resaltando el cansancio en sus ojos.Me acerqué despacio, tratando de controlar las lágrimas que ya luchaban por salir. No quería que me viera así, rota, pero era imposible. Cada paso hacia él hacía que mi corazón se quebrara un poco más.—Jhoss… —mi voz apenas fue un susurro. Él giró la cabeza lentamente hacia mí y, para mi sorpresa, me sonrió. Esa sonrisa suave y familiar que siempre lograba calmar mis tormentas, aunque ahora parecía cargada de una tristeza que no podía ocultar.—Mónica —dijo con voz serena, aunque su tono te
Último capítulo