Maxwell Kensington es un arquitecto exitoso y obsesionado con su trabajo, conocido por su atractivo y perfección. Sin embargo, su corazón solo late por Aria King, su secretaria y amiga de toda la vida. Cuando Aria descubre la infidelidad de su novio, busca consuelo en Maxwell, quien, ebrio, le confiesa su amor en una noche apasionada. Pero lo que parecía un desliz se convierte en un dilema cuando Aria se entera, dos meses después, de que está embarazada de trillizos y decide ocultar la verdad, complicando aún más su relación "profesional y amistosa" con Maxwell. Ahora, él anunció su compromiso con una mujer a la que no ama, y Aria sostiene la mentira.
Leer másAria King era la secretaria de Maxwell Kensington desde hacía varios años. Era una mujer trabajadora y se sentía afortunada de trabajar para el CEO y presidente de Kensington Company, quien, más allá de ser su jefe, era un amigo cercano.
Se conocían desde que ella era una niña, lo que había forjado un vínculo especial entre ellos. Ahora a sus veinticinco años, podía pagar las facturas, dormir tranquila en su decente departamento y continuar al lado de Maxwell, obteniendo más conocimiento. ¿Qué si su vida era color rosa? No, en absoluto. Aria debía lidiar con las exigencias de su jefe, un adicto al trabajo y obsesivo por la perfección y puntualidad. Aún así, era su amigo de la infancia, su jefe y se acostumbró. —¿Nos vamos? —Sí, vamos —confirmó dándole un vistazo con sus profundos ojos azules. Kensington era un tipo alto, fornido, de rasgos masculinos, realmente atractivo. El espécimen que volvía loca a las mujeres, que a su paso, capturaba la atención. Su cabello oscuro prolijo, contrastaba perfectamente con su piel pálida, Siempre moderno y elegante enfundado en un traje costoso, usando un perfume carísimo, impactaba. Ni hablar de su inteligencia, cuando hablaba era como si sus palabras fluían suavemente de una manera tan natural que desconcertaba. Tenía una manera admirable de conectar con las personas de inmediato. No era perfecto, pero era lo más cercano a la perfección. En su opinión, ella lo consideraba enigmático, guapo e intelectual, a juzgar por eso era demasiado extraño que a sus treinta años, Maxwell aún continuaba soltero. El hombre subió al auto deportivo y ella abordó de copiloto poniéndose el cinturón de seguridad. Mientras se ponían en marcha, Aria se miró a sí misma. Estaba vestida con una elegante falda negra y una blusa blanca de seda, era un atuendo sofisticado, aunque aún no lo terminaba de pagar. Sus zapatos eran unos stilettos negros que recibió de regalo de Maxwell, así que se convirtieron en sus favoritos. En su delicado cuello solo llevaba un collar decente y unos pendientes pequeños que brillaban con sutilidad había optado por hacerse un recogido en un moño bajo, lo que le daba un aspecto pulido y organizado, ideal para el entorno profesional en el que trabajaba. —Aria, ¿has hecho lo que te pedí? —Por supuesto, jefe. Él sonrió. Aunque dentro de la compañía mantenía la formalidades delante de los demás, ellos a solas se relajaban y solo eran un par de amigos. —De acuerdo, ¿tienes hambre? Él, siempre tan atento, a veces Aria sentía que se preocupaba mucho por ella. —Tampoco has comido, estoy bien. Ah, ¿por qué has reservado en el restaurante de aquel hotel? —Está a dos horas de la compañía, lo más probable es que nos quedemos. —No me dijiste que reservara habitaciones. —No es menester, conozco al dueño. Me quedaré en la suite. —¿Y yo? Digo, en esta temporada es frecuente que esté abarrotado de turistas alojados. —La suite es lo suficientemente espaciosa, ¿por qué te preocupas? Ella suspiró. —No me preocupo, está bien. —¿Sebastián se ha vuelto un celoso insoportable? —No es eso. Nosotros somos como hermanos, tú y yo... Ha sido siempre así —comentó sonriente —. No hay razón para que mi novio me cele de ti. Maxwell se quedó en silencio. "Hermanos, mejores amigos, amistad". Cada palabra era un altísimo muro entre ambos. —Hemos llegado. Aria se sintió un poco fuera de lugar mientras se sentaba en la mesa del restaurante, rodeada de la elegancia del lugar y la conversación animada entre Maxwell Kensington y el empresario que estaban conociendo. No era la primera vez que lo acompañaba a sus encuentros, pero incluso con el pasar de los años no desaparecía esa sensación de sentirse menos. Maxwell estaba en un pedestal, ella solo miraba hacia arriba. La cena continuó, una charla en torno a proyectos y la posibilidad de colaboraciones. Maxwell siempre había tenido una forma de hacer que las conversaciones fluyeran, y Aria disfrutaba viendo cómo se desenvolvía con facilidad. Después de un rato, Aria pidió permiso para ir al baño. Mientras se lavaba las manos, su teléfono vibró en el bolsillo. Al mirar la pantalla, se encontró con un mensaje de un número desconocido. Al abrirlo, su corazón se hundió al ver fotos de su novio, Sebastián, junto a un mensaje de una mujer que afirmaba que él le era infiel. Las imágenes eran devastadoras y Aria sintió que el mundo se le venía abajo. “Tu novio es un mentiroso. Te está engañando. Aquí tienes la prueba”. El mundo se desmoronó a su alrededor. Aria sintió que las paredes del baño se cerraban sobre ella mientras el dolor la invadía. Intentó disimular su angustia, respirando hondo, pero las lágrimas comenzaron a acumularse en sus ojos. Con manos temblorosas, marcó el número de Sebastián. La llamada sonó y, finalmente, pudo escuchar su voz. —¿Qué quieres, Aria? —contestó él, con un tono brusco que la tomó por sorpresa. —Sebastián, necesito saber la verdad... —su voz temblaba—. Me han enviado fotos de ti con otra mujer. Así que dime la verdad, no te lo pido, lo exijo. Hubo un silencio tenso al otro lado de la línea, y luego Sebastián soltó una risa burlona. Ella se estremeció hasta la médula. Jamás hubiera pensado que Sebastián la engañaría, pero sí había estado actuando los últimos días un poco extraño con ella. Ahora la indiferencia tenía sentido. —¿Qué m****a quieres que te diga? En realidad no tengo tiempo para tus reclamos. Esto se acabó, Aria. Entre nosotros ya no existe nada en absoluto. —Y con eso, colgó. Aria se quedó mirando el teléfono, sintiéndose completamente desolada. La sensación de vacío se instaló en su pecho, y el dolor era casi insoportable.Las manos de Aria temblaban con cada paso que daba hacia el altar. Cada vez que miraba hacia adelante, hacia donde Maxwell la esperaba, su corazón se aceleraba. Llevaba puesto un hermoso vestido blanco, pomposo y elegante, que resaltaba su belleza natural. Sus delicados pasos sobre los stilettos a juego completaban el look sofisticado. Su cabello había sido recogido con cuidado, y el velo que caía sobre su rostro le daba un toque de ensueño. Aria se sentía como una princesa en el día más importante de su vida. Todos los presentes estaban emocionados por presenciar ese momento tan especial. Luna, Laura y Javier, sentados en la primera fila, no podían contener las lágrimas de felicidad. Estela, la dama de honor de Aria, admiraba la belleza radiante de su amiga. Verla tan feliz y plena llenaba su corazón de alegría. A su lado, Noah también sonreía al ver a su mejor amigo Maxwell, finalmente uniendo su vida a la de su gran amor. Cuando Aria llegó al altar, tomó la mano de Maxwell y
Capítulo Final 1 año después... Maxwell se despertó temprano esa mañana, su corazón palpitaba con emoción. Había trabajado arduamente en el diseño de la casa, cada detalle cuidadosamente pensado para que Aria se sintiera en casa desde el primer momento. Sabía que su trabajo como arquitecto era más que solo construir estructuras; era crear espacios donde las personas pudieran vivir, soñar y crecer. La casa que había diseñado no solo era un refugio, sino un lugar donde podrían construir su vida juntos, junto a sus trillizos. Mientras se preparaba, Maxwell revisó una vez más los últimos detalles. Todo estaba listo. Solo faltaba que Aria llegara. Cuando Aria llegó, Maxwell la recibió con una sonrisa y se tapó los ojos. Ella, intrigada, obedeció sin dudar. Con cuidado, la guió hacia la casa, sintiendo cómo su corazón se aceleraba. Al llegar a la puerta, Maxwell le pidió que contara hasta tres. Con un profundo suspiro, Aria comenzó a contar, y cuando llegó al tres, él destapó sus ojo
Capítulo 151 El día de la sentencia había llegado, y la tensión en el aire era palpable. Máximo y Abigail Kensington se encontraban en la sala del tribunal, rodeados de periodistas y curiosos que esperaban ansiosos el veredicto. Después de semanas de testimonios y revelaciones impactantes, el momento de enfrentar las consecuencias de sus acciones había llegado. El juez, con una expresión seria, se dirigió a la sala. Las palabras que pronunció dejó a todos los presentes descolocados. —Máximo Kensington, por su participación en la conspiración que llevó al accidente de Aria, y por los crímenes asociados a su conducta, se le condena a 15 años de prisión. Un murmullo recorrió la sala. Máximo, visiblemente afectado, apretó los puños. Sabía que ni todo el dinero del mundo lo salvaría. Luego, el juez se dirigió a Abigail: —Abigail Kensington, por su falta de acción y su complicidad al no ayudar a Julieta en el momento crítico que llevó a su muerte, se le impone una pena de 10 años
Maxwell obtuvo algunas fotografías de su madre, incluso un suéter y algunos anillos. Ella había sido una mujer hermosa, tenía una mirada peculiar, que le recordó a su hijo Arthur. Su sonrisa era tan bonita y dulce. Quiso tenerla a su lado, poder abrazarla y decirle que la amaba por darle la vida. Por eso arrojó a la basura todos esos momentos en los que Abigail estaba, casi todos sus recuerdos tirados a un tacho, arruinados por una mentira. Maxwell sostenía entre sus manos las fotos y la lágrimas caían sobre su rostro con frenesí. Aria se sentó a su lado y lo abrazó por los hombros, después acaricio su espalda y le dió un beso en la mandíbula. Él la miró. Sus ojos azules estaban cristalizados, repletos de lágrimas. —Maxwell, llora todo lo que tengas que llorar, te hará sentir mejor —prometió con dulzura —. Necesitas dejar salir todo lo que sientes. Fue lo único que Kensington necesitó para dejar que el llanto escapara. Aria no se apartó de su lado, al contrario, le brindó e
Amanda y Sebastián se encontraban en la terminal, nerviosos pero emocionados por su fuga inminente. Habían planeado cada detalle de su escape, convencidos de que habían logrado salir ilesos después de haber chantajeado no solo a Máximo, sino también a Maxwell. —No puedo creer que lo hayamos logrado —dijo Amanda, mirando a su alrededor con ansiedad. El miedo a ser atrapados aún acechaba en su mente. —Solo tenemos que abordar ese avión y volar lejos de aquí. No podrán alcanzarnos —respondió Sebastián, sintiéndose seguro de que su plan había funcionado. Sin embargo, lo que no sabían era que la policía había estado siguiendo sus movimientos desde que se enteraron de su implicación en el chantaje. Gracias a la información proporcionada por Maxwell, los agentes habían activado un operativo especial para interceptarlos. Mientras caminaban hacia la puerta de embarque, Amanda recibió un mensaje en su teléfono. —¿Qué dice? —preguntó Sebastián, impaciente. —No lo sé... En ese mom
Maxwell, afectado por la verdad de su verdadera madre y el dolor por el accidente de Aria, decidió alejarse de todo y se dirigió a un bar cercano. Se sentó en la barra y pidió un trago tras otro, buscando en el alcohol un escape, aunque resultara ser momentáneo. Mientras bebía, su amigo Noah llegó, preocupado por su estado. Al verlo tan afectado, se sentó a su lado y le preguntó.—Maxwell, ¿qué te pasa? Te he estado buscando.Maxwell, con la mirada perdida, le contó lo que había descubierto.—Noah, me enteré de que mi madre no es mi verdadera madre. Mi padre me lo confirmó. Mi verdadera madre murió hace años por una enfermedad —declaró. Noah se quedó en shock. —Eso es una locura, Maxwell. ¿Y qué harás al respecto? —inquirió aún impactado. Maxwell apretó los puños, sintiendo que la ira lo consumía.—Voy a vengarme de mi padre. Él es el responsable de todo esto, y también de lo que le pasó a Aria. —declaró. <
Último capítulo