Daniel García, era llamado "El mexicano", de sangre fría, intimidante, un experto en hacer negocios sucios, rodeado de mujeres, adicto al juego, así como al nunca se saciaba. Pero, su camino cambia cuando se ve obligado por su padre a contraer matrimonio con la única hija de su padrino, Carolina Beltrán y, así obtener más poder como más territorio en los negocios familiares. Pero ocurren atentados contra su familia, Daniel, busca a los culpables, pero entre más escarba, secretos encuentra, haciéndole pensar que el enemigo podría estar en su misma familia. +18
Leer másPhoenix, Arizona, Estados Unidos.
Todo el día había estado con la mujer en aquella habitación. Quería olvidar todas las responsabiblidades que tenía sobre sus hombros, lo mejor que podía hacer para relajarse, era una mujer. La habitación era oscura, paredes grises, mezclados con el negro, muebles minimalistas, el sillón de cuero negro adornaba al pie de la cama, la rubia finalmente se separó, dejando a primera vista su total desnudez.
—Eso es lo mejor que he disfrutado. ¿Quieres otro round, mexicano? —Daniel le hizo una seña de que se retirara, estaban pegajosos de tanto moverse por toda la habitación. Ella se retiró y se pasó una mano de manera provocadora para que la volviera a tomar entre sus brazos e hiciera y deshiciera con ella lo que quisiera.
—Báñate. —Daniel le exigió, ella arqueó una ceja.
—Estoy limpia. —le susurró de manera seductora.
—No lo estás para mí, así que metete al jodido baño a bañarte. —la mujer soltó un largo suspiro.
—Bien. No te enojes, mexicano. —al pasar, por un lado, este le soltó una palmada en su trasero, ella brincó y soltó una risa, con ese gesto de parte de él, era señal de que su mal humor había desaparecido, seguirían teniendo una jugosa sesión por toda la habitación, el mexicano no se saciaba.
Daniel se levantó del sillón, retiró la toalla dónde estaba sentado, la lanzó al suelo, luego caminó desnudo hasta la terraza, había una regadera privada, ahí mismo se dio una ducha rápida, ya había pasado el efecto del clímax número seis, el agua cayó por su espalda, por aquellas cicatrices que tenía, se lavó con jabón y levantó su rostro hacia a arriba, disfrutando el agua, escuchó su celular a lo lejos.
—Ya van a empezar a molestar. —gruñó, salió de la regadera, escurriendo el agua por todo el piso de la habitación, buscó en su americana el celular, al ver la pantalla, era de su padre, deslizó el botón para contestar. —Dime, padre.
— ¿Dónde andas? —su padre sonó demasiado molesto, Daniel se pasó una mano para retirarse el cabello de su frente que escurría.
—Ocupado.
— ¿Qué tan ocupado como para no llegar a tu cena de compromiso, hijo de tu santa madre? —dijo irónico su padre del otro lado de la línea, Daniel se le había ido el tiempo en una sesión con la rubia, se pasó una mano por su rostro. — ¿Entonces? —exigió una respuesta el señor García del otro lado de la línea.
—Ya voy. —el señor García cortó. Daniel miró la pantalla de su celular para confirmar si había cortado la llamada. —Maldición. Se me había olvida la fastidiosa cena.
—Estoy lista, mexicano. —ronroneó la rubia desnuda detrás de él, Daniel se giró y la vio, soltó un suspiro.
—Cambio de planes. Me largo, toma tu ropa, vístete y el chófer te llevará a tu departamento. —la rubia alzó sus cejas.
— ¿Tan rápido se termina la diversión? —la rubia acarició la parte detrás del brazo izquierdo de Daniel, sus dedos acariciaron el tatuaje de la rosa de los vientos, (Una brújula en forma de estrella de ocho picos, representaba el amor por el mar y los viajes, Daniel la usaba también como una metáfora es la que une este símbolo con la búsqueda de nuestro camino en la vida)
Daniel retrocedió para que dejara de tocarlo.
—Tengo una cena. —él se dirigió a su armario y buscó algo para ponerse entre su extenso surtido de ropa de marca, debajo, una fila perfecta de zapatos, así como un estante con corbatas y otras cosas, parecía una tienda departamental de lujos.
— ¿Y si te espero? —Daniel se giró hacia la rubia.
—Sabes bien que, si yo no te lo pido, es señal de que no necesito de ti, —la rubia se ruborizó.
—Sí, lo siento. Me marcho. —la mujer desapareció, Daniel siguió buscando ropa para su cena de compromiso. Torció sus labios en desaprobación, esta noche vería a Carolina Beltrán, la hija del padrino, socio y mejor amigo de su padre, quién solo la había visto en dos ocasiones y eso fue hace dos años atrás, había aceptado casarse con la hija en un futuro, por aprecio a su padrino, por qué su padre lo exigió y al final amenazó, diciéndole todas las ventajas del matrimonio entre ambos, su padre pensando que así dejaría de andar de pica flor con todo medio mundo, que sentaría cabeza y le daría nietos, muchos nietos que pudiesen seguir el legado de las dos familias.
Había autos ocupando el estacionamiento privado de la mansión Beltrán, Daniel se estacionó en su espacio reservado cuando viene a visita, el hombre vestido de traje de pingüino, acepto las llaves del jaguar.
—Señor García, lo esperan. —se escuchó música a lo lejos, suponiendo que la cena, no era realmente una cena, a su padrino Héctor Beltrán le encantaba las fiestas, presumir su dinero y todo lo que podía comprar con él.
Daniel entró y en el recibidor se encontró con el asistente de su padre.
—Daniel, tu padre está cabreado, ¿Ya te fijaste la hora que es? Deja tú lo cabreado, Carolina está que ni la calienta el desierto de Sonora ni el Sahara.
Daniel presionó sus labios con dureza, metió sus manos en los bolsillos de su pantalón de vestir e intentó lucir despreocupado.
—Me importa más como está mi padre...
—Pues es quien de menos deberías de preocuparte. —escuchó la voz femenina a su lado, este giró su rostro y se encontró con una hermosa mujer de pelo negro, piel morena clara y vestida en un vestido veraniego color blanco, de tirantes delgados, mostrando un poco la abertura de sus pechos. Daniel se lamió los labios, pero recordó quien era la mujer.
—Carolina. —dijo Daniel en tono de saludo demasiado frío.
—Daniel. —regresó el saludo del mismo modo, ella notó la corbata mal hecha, eso le hizo estresarse más, había pasado el peor día de su vida organizando con su padre la fiesta de compromiso para que Daniel llegara bastante tarde.
—Dos años sin verte. —dijo él, desviando la mirada a su vestido.
—¿Si? No parece…—se acercó para acomodar la corbata, pero Daniel fue rápido, atrapando su muñeca con brusquedad, Carolina se alertó a su fuerza con la que apretaba.
—No me toques. ¿Estamos? —dijo apretando con dureza la mandíbula.
Daniel esperó que esta se asustara, pero en sus ojos aceitunados se encontró con algo sorprendente. Carolina se soltó del agarre, ignoró la mirada de advertencia de él, atrapó la corbata y acomodó el nudo, sin importarle la tensión de él.
—Dejemos las cosas claras, esto no me agrada para nada como a ti, no me interesa…—apretó el nudo del cuello, haciendo que Daniel llevara su mano para aflojarlo, pero Carolina lo impidió. —…ser la esposa de un hombre al que apodan “El mexicano” no solo por ser un mujeriego, adicto al juego y al sexo, quien es un déspota, un egoísta y un hijo de ...me ahorro esas palabras, pero… ¿Qué crees? Tenemos que hacerlo, por qué esto tiene ventajas, para ti y como para mí. Así que, si me vuelves a tratar mal, voy a quebrarte cada maldito dedo de cada mano, —Carolina sonrió al ver el gesto atónito de Daniel—…tanto te voy a molestar que no podrás jugar apuestas y ni tener "sesiones" por el resto de tu vida… ¿Estamos?
Diez años después…—No voy a permitir que salgas así, —Daniel respingó molesto. Se cruzó de brazos y la miró. —No, no, no y no.— ¿Porqué? —preguntó curiosa.
Meses después…Los Ángeles, California.Carolina paseó de un lado a otro acariciándose la gran barriga, estaba con elcabello desarreglado, en pijama, con gesto cansado, siguió caminando de un lado a otro de la habitación.La puerta se abrió y apareció Daniel con un contenedor y dentro había hielos en cubos.—Aquí tienes—Daniel estaba preocupado, había sido meses difíciles con el embarazo de Carolina, tenían una enfermera de tiempo completo, quien era la sexta en ser contratada en los últimos meses,no podían con el humor de Carolina, las hormonas habían hecho de ella…una&
“Aun no” Carolina escuchó la voz de una mujer. Abrió los ojos y vio a una enfermera morena, de ojos grandes color marrón, una sonrisa apareció en sus labios.—Bienvenida señora García. —Carolina cerró sus ojos, tenía sueño, el dolor había desaparecido. Volvió a abrirlos y miró a la misma mujer. —Llamaré al doctor para decirle que finalmente ha despertado. —la mujer estaba a punto de moverse para salir de la habitación cuando Carolina tomó su muñeca bruscamente. Ella abrió sus ojos mucho más de lo normal cargados de sorpresa, podría decirse quese asustó.—¿Dónde estoy? —preguntó Carolina apenas con un hilo de voz, su garganta estaba seca.—En el hospital central de Phoenix. —luego soltó la&nb
—¿Creíste que te escaparías así sin más? —Fernando anunció, la volvió hacia a él y su arma la puso en el centro de su frente. Él apretó su mandíbulacon fuerza. —Sé qué mi madre te ayudó a escapar, no sabe lo que le espera cuando regresemos.—¡No voy a regresar contigo! Así que… ¡Si vas a disparar, hazlo! —gritó Carolina, Fernando la puso contra la parte trasera de la camioneta, ella jadeó, este la miró con mucha ira, más al no poder tirar del gatillo, no podía, algo lo detenía, le sostuvo la mirada, apretó más el arma contra la pielde ella, Carolina respiraba agitada, tenía miedo, mucho, pero era una roca para él, no le demostraría que finalmente le había ganado. —Dispara
Carolina al ver que el chófer no tenía intención de dejarla ir, tomó su arma y se la puso en la cabeza, el hombre de seguridad, se tensó, sabía que la mujerdel mexicano, haría lo que fuese para irse.—Tranquila, señora García—Carolina presionó con más fuerza el cañón del arma contra su piel.—No me digas “tranquila” no sabes lo que he dejado atrás, así que, giras en la próxima salida y regresas, o te bajas del puto auto
—No me han cazado aun—dijo Fernando seguro de sus palabras, apretó con más fuerza su arma, Daniel no le quitó el ojo de encima, la mujer dio un paso adelante.—Carolina Elizabeth Beltrán de García, alias “la mexicana”… lo ha hecho. —Fernando sintió su piel erizarse por completo al escucharle hablar, apretó su mandíbula, no se dejaría atrapar así de la nada por nadie, ¿En qué momento se había escapado de sus manos? Entonces imaginó que su madre estaría detrás de todo esto. Alguien más estaba ocupando el lugar de Carolina en la casa de él, en aquellahabitación.—No tenemos mucho tiempo—se escuchó a una segunda de mujer, Fernando reconoció quien era: Anna Velazco, una de sus más grande enemigas. Sus miradas se&n
Último capítulo