Mundo ficciónIniciar sesiónNunca se sabe con quién te cruzarás en el camino de la vida si no abres las alas de la oportunidad, dejas fluir el destino y aceptas las consecuencias de tus actos. Kelly Mc Bride, una cantante y músico apasionada, encuentra su oportunidad cuando su amiga le ruega reemplazarla en una fiesta de beneficencia de una prestigiosa compañía. Con los nervios a flor de piel y una vida personal que la lleva a esforzarse más de lo que aparenta, Kelly no permitirá que esta ocasión se le escape de las manos cuando podría ser la puerta al éxito con el que tanto sueña. Valentino De Lucca, un empresario excéntrico, atlético, testarudo y con tantos millones que podría vivir vidas enteras sin mover un dedo, se le presenta el problema del que estuvo rehuyendo por años: formar una familia amorosa. Sin embargo, no está dispuesto a ceder lo que considera suyo por derecho aún si tiene que recurrir a artimañas, medias verdades y a su recalcado encanto seductor . Cuando sus mundos se cruzan, él ve en Kelly una presa perfecta para concretar sus planes. Pero, ¿podrá lograr lo que se propone? Pues la vida no siempre resulta como se planea. Entre sueños, secretos y mentiras, nada es seguro… y desearlo todo puede significar perderlo todo.
Leer más—¡Carajo! —era lo único que podía decir. Ni aunque pagara el triple de peaje haría que pudiera salir de allí.
El tráfico era apabullante. Interminable. La ironía de los vehículos: estar atascados en un tránsito lento sin importar su estatus social. ¿Qué más daba si era un oxidado Falcon, una destartalada camioneta Ford, un larguísimo trailer Volvo o un súper brillante rojo Ferrari del que todos se asomaban a ver y sacar fotos? Todos desesperados por ir, venir y llegar a sus destinos, pero era un momento tan tedioso que la tensión entre todos los conductores se empezaba a notar. Bocinazos por aquí y por allá. Gritos. Insultos. Silbidos. Nada servía para el tránsito avanzara un metro más. ¡Demonios! Valentino bufaba algo acalorado más por la rabia que por el calor del clima del mediodía. La espera y la paciencia no eran una de las virtudes que lo pudieran destacar. Se hacía o no se hacía. Se compraba o no se compraba. Se lanzaba a las negociaciones sin tantas charlatanería o se descartaba por completo sin posibilidades de otra oportunidad para mejorar la oferta. Un líder tan nato y de importante renombre no tenía tiempo para volver atrás o arrepentirse. Sin embargo, ese día, todo parecía estar en su contra y el universo conspiraba para que sus relaciones más importantes no se llevaran a cabo. Justo cuando todo tendría que ir al pie de la letra , tal como estaba en su mente desde hace meses. Si hubiera sabido de ese embotellamiento, habría enviado a su asistente, encargado o quienquiera que quisiera un poco más de dinero extra. Así se movía la gente: por dinero. —¡Maldición!- rugió al instante que golpeó el volante y tocó un interminable bocinazo. Miró hacia los costados mientras desataba ligeramente el nudo de su corbata para poder despejar la tensión de sus músculos y sus vértebras no explotaran. Quizás si esperaba un poco más todo se despejaría y con un pisotón en el acelerador… ¡vaya idea ridícula! Miró su reloj. Solo le quedaban unos cuarenta y cinco minutos si quería llegar a tiempo. De haber sabido que ese día todo se contrariaría, habría subido a uno de sus vehículos aéreos. ---------- Kelly manejaba despacio, perdida en sus pensamientos luego de salir disgustada de su trabajo. No siquiera se daba cuenta que tenía los dientes apretados por la rabia y por tener que tragarse sus opiniones e insultos para poder mantener el empleo. ¡Pero bien que lo mandaría a volar si tuviera la libertad de hacerlo! Se decidía dónde parar a tomar algo para aprovechar su hora de descanso. Su pequeña hora de paz lejos de ese maldito zopenco, ese engreído bueno para nada. Su “hora oasis” en medio del desierto, como así lo pensaba. Aunque su cabeza era un caos de recordatorios casi dejaban en segundo plano su eterno agobio con el gerente del supermercado. Las obligaciones pendientes, deudas a pagar que no hacían más que crecer con sus intereses, fechas y horarios de citas médicas, el total de medicamentos que debía comprar, la lista de una despensa que pronto iba a acabarse... ¿qué se podría comprar con menos de treinta y dos dólares en la tarjeta y unos cinco en efectivo? La vida no fue fácil, ni era fácil en ese entonces. La rutina diaria y ese trabajo… un empleo en el que no estaba cómoda, pero no se podía dar el lujo de despreciarlo. Solo ser agradecida. Muchos matarían por estar en su lugar, ¿no? Sin embargo, no podía esperar a que llegaran los fines de semana para seguir trabajando, naturalmente, mezclando algo de su pasión y arte: la música. ¡Calmante música! Allí se sentía tranquila laborando. No se sentía perseguida, ni observada, ni mucho menos que jugaban al gato y al ratón con ella de una manera maliciosa. Se pasó el dorso de la mano por la frente. Ese día estaba bastante caluroso y húmedo, quizás la lluvia estaba pronta a llegar, pero, ¿qué podría importar? Parecía imposible apaciguar el torbellino de su conciencia. ¡Ridículas preguntas para calmar la ansiedad que la recorría! ¡Maldita tienda de café que parecía no aparecer jamás! ¿Dónde estaba? Quizás un suave café cortado con leche la distrajera y entonces… ------------ Ya no podía esperar más. Era demasiado el tiempo de espera en ese interminable embotellamiento. Los carriles parecían estar más estirados que no podían avanzar un centímetro más. Coches se sumaban, camiones de carga con sus bocinazos a todos dar que desintegraban los tímpanos de cualquier mortal. El sudor de su frente empezaba a asomarse como pequeñas perlas. La molestaba la sensación de su Rolex en su muñeca. Pagaría una buena fortuna para darse otro baño con cubos de hielos para calmar las contracturas de sus músculos que apretaban su camisa de la seda más fina y ahora tendría que desabotonar para poder respirar y... ¡Rayos! ¡Ni un minuto más! Abrió con fuerza su lujoso coche, se sacó el saco de su traje como si le quemara la piel, lo arrojó al interior con toda la furia que lo recorría y cerró de un portazo que seguro se escuchó en toda la línea del carril que le había tocado. Iba a dejar su coche a su suerte. ¿Qué importaba? ¿Qué más daba si se lo robaban o venís una grúa o un inspector de tránsito y le ponía una cuantiosa multa? No estaba en absoluto arrepentido. Solo estaba poseído por el enojo y la frustración. Ya estaba harto y podría pagar otros y toda una colección más si así lo pedía en ese instante. Mas no pensaba en ello, sino en como salir de allí, refrescarse, llamar a su asistente, otro coche y llegar a tiempo a esa maldita reunión. Caminó en medio de los coches que seguían con su ruidoso cántico de bocinas hasta que divisó una calle libre de ruedas. Se arremangó la camisa casi con odio, sacó su teléfono para contactar a su ayudante y a su chófer para que le acercaran otro vehículo a la velocidad de la luz. Tenía que llamar a uno de los representantes que había nombrado que fuera a sustituirlo mientras él hacía hasta lo imposible para llegar. Tenía que responder a su agobiante organizador de eventos que no paraba de dejarle mensajes sobre la fiesta de beneficencia y la supuesta “sorpresa” que lo iba a dejar “loco de emoción”. Tenía que confirmar proyectos, operaciones, compras, revisar documentos, recibos… ¡Tenía, tenía y tenía! ¡Si hubiera elegido un helicóptero! Todo estaría listo y nada de ese tiempo se hubiera desperdiciado sentado en medio de una calle. ¡Malditas decisiones de último momento, malditos embotellamientos y…! ¿¿Qué m****a?? ------- El chirrido metálico resonó como un cuchillo con gran filo cortando el aire al frenar en seco. Su cuerpo y psique perdida en sus ideas se movió abruptamente hacia adelante. Sus ojos estaban a milímetros de salirse sus órbitas. Sus pulmones sobresalían de su pecho junto con su corazón. Hasta podía jurar que sintió como su sangre se congeló de un segundo para otro. Solo fue un simple giro a la izquierda. No estaba dormida. Siempre se jactaba de ser precavida y meticulosa. ¿Cómo era posible que su mente se desvaneciera tan solo un segundo? A centímetros de una posible tragedia… justo a tiempo... El hombre que estuvo a punto de atropellar la miraba con ojos de fuego y sostenía su teléfono con tal fuerza que casi estaba hecho polvo. No podía dar crédito alguno a lo sucedido. Le temblaban las manos y sus rodillas estaban aguadas. El sudor recorrió su nuca mientras miles maneras de pedir disculpas desfilaban como pasacalles con verdadero arrepentimiento. Deseaba que fuera amable y que las palabras fueran suficientes para poder seguir su camino y, esta vez, se juraba que lo haría con más calma y agradecería no haberse convertido en una homicida y agradecería eternamente a ese hombre si… —¿¿Qué carajos?? —espetó el hombre visiblemente furioso guardando el teléfono en el bolsillo mientras avanzaba con pasos decididos a la ventana del conductor—. ¿Sabes lo que es mirar hacia adelante y para qué se usan son los frenos? ¿Estás aprendiendo a manejar aquí? Kelly lo miró pasmada. Lo último que esperaba era el sarcasmo hiriente de un hombre que a kilómetros se lo veía que no estaba dispuesto a recibir disculpa alguna. Aunque no podía negar que emanaba un aura de superioridad y autoridad y su vestimenta… podría jurar que era brillante y de buena tela; lo que hablaba mucho del círculo que lo rodeaba dada esa forma de dirigirse, como si fuera lo más vil del camino o una cucaracha a punto de pisar. ¿Acaso era alguien importante? Se veía imponente… Lo observó unos milisegundos, ¿quién podría ser? ¡Vaya inoportuna curiosidad! ¿Qué almejas importaba? ¿Quién se creía? ¡Otro maldito engreído en su agobiante día! No iba a dejarse amilanar ese día. Ya tenía suficientes problemas como para que la arrastraran a la zona de culpables a ella sola. —No sabia que está calle era exclusiva para ti… ¿O no tienes ojos para mirar antes de cruzar? —contradijo apretando la mandíbula. Definitivamente, su idea de ser cordialmente una arrepentida se esfumó por completo. Valentino frunció el ceño. No estaba acostumbrado a que le contestaran de una forma inadecuada, sin culpas y con el coraje que esa mujer, al parecer, tenía. No sabía si indignarse al no ser reconocido. Una figura como él, que estaba en muchos sitios de publicidad o chimentos… ¿en serio importaba que lo notaran? ¿Acaso tenía algo extraño en los ojos esa mujer? Soltó un bufido. La frustración y la rabia crecía y crecía en su interior. Su apuro por llegar, el tráfico, esa mujer… ¡el maldito clima ese día! —Supongo que no todos manejan con prudencia y responsabilidad. —Supongo que hay gente que cree que camina por el Paseo de la Fama de Hollywood… —respondió Kelly barriéndolo con una mirada de desdén. Se miraron uno al otro por unos segundos. Una lucha silenciosa de egos, ira y cansancio… ¿quién iba a ceder? ¿Quién tuvo la culpa? El teléfono de Valentino volvió a sonar. ¡Salvada por la campana! “¿Salvada por la campana?”—se preguntó Kelly, mentalmente. Con una mueca de hastío, Valentino se giró tomando su teléfono y desapareció al doblar la calle. Kelly con una falsa calma arrancó su viejo coche y siguió su camino. No hubo choque. No hubo muerte. No hubo tragedia… pero hubo algo. ¿Un frenazo?, ¿una coincidencia?, ¿un infortunio?, ¿una pesada jugada del destino? ¿Qué importa? Solo dos mundos que jamás debieron haberse cruzado…Marcus Locket se había enterado de buena fuente de que una parte del testamento del padre de su amigo estipulaba que Valentino necesitaba tener una esposa en menos de noventa días para heredar todo lo que le correspondía y, además, lograr su mayor ambición: ser el CEO de todo Golden Earth. Todo el mundo sabía que escapaba de la guerra de los matrimonios y que no pensaba hacerlo. Su difunto progenitor lo sabía y quería mantener la tradición de heredar todo de padre a hijo como venía siendo en su familia; por aquel motivo lo puso en el aprieto de acceder a ese trato o bajaría de su rango actual en la participación de la empresa familiar. Allí, él encontró una manera directa de obtener lo que quería. Debía hacerlo o tendría los días contados. Y Allie Wood era su única salida a la muerte segura. Hablaría al oído de Valentino para inducirlo a buscarla para un matrimonio de contrato, uno falso, un matrimonio solo de papel que lo sacara de los apuros en los que se encontraba. Estaba seguro
Estaba muy enfadado con las decisiones de su padre en el testamento. Aquellos no eran deseos, eran reglas que quería imponerle porque sabía que jamás habría elegido el camino de una vida de casado. Ni en sueños imaginó esas absurdas reglas que debía acatar si no quería perder el poder que tenía con la empresa.Escalar el Everest, bucear el océano o recorrer a pie el Sahara eran opciones a las que accedería sin pensarlo y las efectuaría todas a la vez.Resopló otra vez.Estaba en total negación.No era capaz de concebir.¡Era una total pesadilla!¿Por qué su padre quería que tuviera un hijo? ¿Por qué le era tan importante? ¿De dónde sacaría una mujer que deseara ser su esposa? ¿Acaso no pensó que las mujeres no deseaban tener hijos en la época actual?Fiorella no era más que una vieja amiga y una antigua amante que anduvo con todos los que había conocido y que él mismo conocía. Además, aunque no tuviera madera de padre, ella tampoco la tenía ni mucho menos le importaría la vida de otro
La mayoría de los presentes se quedaron tan en silencio como él ante la interrogante que todos tenían. ¿Cuál era el deseo que Giorgio De Lucca quería que su hijo cumpliera para tomar su legítimo lugar como CEO? ¿Por qué?Se quedaron pensativos, intentando dar pistas o ideas sobre la última voluntad escrita del difunto director ejecutivo. ¿Qué más podría hacer que no haya hecho o creado hasta ese momento? Todos sabían que era capaz, muy estratega y un genio de los negocios. El imperio Golden Earth había triplicado sus sucursales gracias al cuidado y guía del joven heredero. Siendo así, ¿qué más podría pedir? Dinero, acuerdos, acciones… no le hacían falta.—¿Qué es lo que quiere que haga? —preguntó Valentino, cortando el ambiente denso que se había formado en la sala.—Que te tires de un puente sería lo ideal para que no sigas pisoteando mi camino —comentó Vittore, de mal humor y con los brazos cruzados.El hermano mayor lo fulminó con la mirada. No veía en él regocijo, solo amargura, y
Al día siguiente, Valentino se presentó de mal humor a la oficina del abogado de su difunto padre. Esa vez se aseguró de llegar temprano para calmarse y no pensar en todas las maneras en que podría destruir el rostro de su hermanastro, quien no había hecho más que meter la pata en un solo día.En las noticias de aquella jornada se leía que Golden Earth estaba próxima a convertirse en una empresa no confiable, y se corría el riesgo de que sus números cayeran por lo ocurrido con los empleados despedidos. Los que solicitaban sus servicios no querrían contar con ellos en el futuro si el manejo interno se veía inestable desde un principio sin el mando de Giorgio De Lucca, dando de qué hablar acerca del pésimo control del que, por el momento, estaba a cargo; y ese era él. Su rostro —no el de Vittore— era el que aparecía en las pantallas, caracterizándolo como un mal servidor para quienes habían ido en busca de su ayuda y terminaron siendo eliminados sin razón, dejando sin un plato de comida
Un par de días después del entierro, Valentino se halló en medio de una conmoción dentro de las oficinas de la empresa. Había altercados, reclamos de los empleados y un caos que crecía a cada minuto. Los periodistas, sin perder tiempo, se presentaron en las puertas para pedir explicaciones a quienes protestaban frente a las sedes centrales. La respuesta que daban los trabajadores era que habían sido despedidos injustamente por una supuesta necesidad de recortes de personal y presupuesto. Sin embargo, no creían aquel motivo siendo una multinacional reconocida. Además, no circulaban noticias que indicaran que la empresa estuviera en mala posición; no se les habían enviado los telegramas formales ni tampoco una reunión con los directores. ¡Nada! Simplemente llegaron y se encontraron con guardias que les impidieron el paso con el mensaje de que ya no necesitaban sus servicios. Ante aquella forma irrespetuosa y carente de tacto, los trabajadores decidieron no irse e iniciar protestas que l
Repasaba en su mente todo lo que había memorizado para decir. Todo estaba preparado y dispuesto. Trató entonces de prestar atención a las palabras del cura, que hablaba sobre la Biblia y las bendiciones de Dios para todos. También mencionaba que todos se iban a morir cuando Él lo dispusiera. Estaba de acuerdo, por supuesto, aunque confiaba en que aún le faltaban algunos años para que eso sucediera. Sin embargo, algo logró sacarlo de ese intento de concentración.Como un atisbo de aquello que su mente había reprimido durante varios días, un pensamiento se soltó por un instante al ver a la amiga rubia y menuda, vestida de negro, que Fiorella había traído como acompañante.La joven se sentó a su lado, y fue como un destello de uno de sus pensamientos favoritos, ese que había dejado en pausa a causa de los últimos acontecimientos.Sus cavilaciones dieron otro giro.¿Debería ser una señal de Dios acordarse de aquella hermosa mujer que no estaba presente sino en sus pensamientos? Por algo s





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