En su primera vida la traicionó de la peor forma. En su segunda vida ella se vengará. Alina era una loba feliz hasta que un accidente hace que recuerde su vida pasada. Ahora la realidad y sus recuerdos se mezclan entre sí.
Ler maisEl rojo cubría la nieve bajo mis pies descalzos.
La sangre no provenía de esas extremidades, sino de mi vientre. -¡Ha apuñalado a la Luna! Bajé la mirada hacia la herida mientras más sangre brotaba. Observé desconcertada las garras del Alfa que salieron abruptamente causando aún más dolor. Los rostros de los presentes se transformaron en muecas de horror e incredulidad. Mi pareja dijo que reuniría a la manada para celebrar la noticia de mi embarazo, así que no entendía qué estaba pasando. -Por... por qué. - Susurré usando mis manos temblorosas para presionar la herida. Mis rodillas se debilitaron y caí sobre la nieve luchando por respirar. -Esto es mucho más efectivo que simplemente rechazarte, Mery. - Dijo con la voz tan helada como el viento. Mientras me encontraba en el suelo llena de confusión y dolor, un gruñido se levantó entre los presentes. Ahí, siendo detenido por los guardias de mi pareja, se encontraba mi hermano luchando para llegar hasta mi. -¡¿Acaso estás demente, Alderik?! -Calla, Josua. Estás faltándole al respeto a tu Alfa.- Gruñó uno de los guardias. -Tu muerte será la siguiente, Josua. - Dijo Alderik sacudiendo sus garras para quitar mi sangre de ellas. Miró hacia todos los presentes. - Sujétenlo o correrán el mismo destino que los hermanos. Caminó hacia Josua mientras éste gritaba lo cobarde que era. Abrí mis ojos con horror. Alderik nunca hacía amenazas vacías. -Ayuda... por favor... ayuda. - Gemí miserablemente. -¡Por favor! Nadie más dió un paso al frente por mí. Todo fue muy rápido. En un instante mi hermano mostraba los colmillos y al siguiente Alderik apuñalaba su pecho. Justo en su corazón. Los ojos de mi hermano se clavaron en los míos un segundo antes de que su cuerpo cayera sin vida sobre el suelo. -¡No!- Grité desesperada. -Que sean un ejemplo y una lección, manada: No toleraré la insubordinación ni la traición. Alderik no alzó la voz porque no necesitaba hacerlo. La manada se mostraba silenciosa, por lo que cada palabra fue escuchada por todos a pesar de mis lamentos y súplicas. Él gruñó. -¡Curandero! - El lobo respondió mostrando su cuello a pesar de que temblaba visiblemente. - Haz algo para que no muera desangrada la Luna traidora. No se librará tan fácilmente de su castigo... Esas fueron las últimas palabras que escuché antes de que todo se volviera negro. El agua helada me hizo jadear y regresar al reino de los vivos. Miré a mi al rededor confundida. Estaba dentro de una celda; podía reconocer el lugar ya que aquí era en donde llevábamos a los lobos que capturaba la manada entre guerras. Me pregunté qué hacía sobre el sucio suelo por un breve segundo antes de que recordara con claridad qué había pasado. Mis manos fueron hacia mi abdomen; una enorme cicatriz se encontraba a plena vista y un lamento salió desde el fondo de mi pecho. -Estás despierta. - Dijo una voz en la oscuridad. - Bien. Ya has dormido demasiado. A mi izquierda, sosteniendo un cubo de madera se encontraba Alderik. Temblé. No por el frío, sino de miedo. -Nuestro cachorro... Él gruñó. -Tu hijo bastardo ha desaparecido. Solo quedas tú para pagar por tus pecados. -No entiendo. -Susurré con lágrimas cayendo por mi rostro. - ¿Por qué... ? -¿Acaso no te cansas de hablar? - Dijo otra voz saliendo de detrás de mi pareja. -Debería ponerle un bozal, Alfa... o simplemente cortar su lengua. No es como si la fuera a necesitar después de confesar de quién era el bastardo en su vientre. Su risa estridente me hizo encogerme un poco. Rebeka era conocida por todos en la manada como la loba más dulce. Jamás había escuchado tanto veneno en su voz. Alderik solo gruñó más fuerte cortándo por fin el sonido. -No sé de qué habla... - Murmuré temblorosamente. -Nuestro cachorro... La bofetada que recibí me tomó por sorpresa. Rebeka parecía extrañamente feliz por golpearme. -Las traidoras no hablan.- Dijo ella dándome una segunda bofetada que me tiró al suelo. Reuniendo la poca fuerza que tenía, logré levantarme de nuevo para ir hacia Rebeka. El shock inicial se desvanecía un poco dejando paso a mi instinto de lucha. Alderik se interpuso. -No. - Gruñó mi pareja. - Las traidoras no merecen hablar... Me tomó por el cuello y me estampó en la pared. El poco aire en mis pulmones fue expulsado. Llevé mis manos hacia la muñeca que me sostenía y luché para seguir respirando. -... así que tendrás que escribir el nombre de tu amante. De una u otra forma sabré a quién le abriste tus muslos y ambos podrán morir por mis manos. Lo miré a los ojos. Supe, mientras me ahogaba, que hablaba en serio. Y lo confirmé durante los siguientes días, semanas y meses que duró la tortura. Cada herida y cada gota de mi sangre en esa sucia celda, a pesar de mis ruegos, no me acercaban a la muerte. Solo me dejaba en paz lo suficiente como para que mi sangre de lobo me curara y continuaba con maldad el daño a mi cuerpo... y a mi alma. El amor que sentía por mi pareja desapareció en el instante en que sus garras me arrebataron a nuestro hijo, pero el deseo de venganza apareció la primera vez que el látigo a manos de Rebeka tocó mi piel. Mi verdugo nunca escuchó nada de lo que dije y ni siquiera me dió una segunda mirada el día en que por fin me dejó salir de mi celda. -No vales más de mi tiempo. -Dijo sosteniendo por la cintura a Rebeka. Se habían convertido en pareja en algún punto... y no podía importarme menos. - Vete y nunca vuelvas. Me arrastré como pude hacia la salida y luego seguí arrastrándome por los caminos de la manada hasta salir del territorio. Caminos en los que los lobos que antiguamente me respetaban ahora se encontraban arrojándome cosas, escupiendo y maldiciendo mi nombre. -¡Muerte a la traidora! En cuanto estuve fuera, mi cuerpo colapsó. Fue un milagro que incluso llegara tan lejos. Elevé una última oración a los cielos sabiendo que mi muerte estaba cerca. "Gran Madre, por favor... no hagas que reencarne. Deseo que sufra mil y un veces mucho más que yo". Pues en todas nuestras vidas compartiríamos un lazo inquebrantable. Nunca más. Esbocé una última sonrisa al pensar que estaría solo por toda la eternidad como un castigo sin fin... y dejé de existir.Un mes después estaba al borde de arrancar mi cabello de pura frustración. Papá me daba el trato preferencial más marcado de todos los tiempos. -No, cariño. No puedes tomar esa enorme roca, busca una más pequeña y luego camina hacia ese árbol de ida y vuelta hasta que te canses. - Dijo en nuestro último entrenamiento. Lo miré con incredulidad. -Más pequeña y prácticamente tendría en sus manos polvo. - Contestó mamá divertida. Y eso sería todo lo que mama diría al respecto. Ella se quedaba de brazos cruzados porque no quería discutir los métodos de papá. -Debe empezar despacio, no quiero que se lastime. Elevé mis brazos cuando mi hermano pasó a mi lado con una roca del tamaño de su cabeza en brazos. -¡Pero a él le dejas llevar eso!- Gruñí acusadoramente. -Eso es lo mínimo que puede cargar un cachorro de su edad. - Dijo con seguridad mientras mamá estallaba en carcajadas. -¡Tenemos la misma edad! -Lo sé. Ahora, no te veo caminando hacia el árbol. Gruñí y me a
-Lo sabemos. - Gruñó mi madre. Me encontraba en mi habitación rodeada por mis hermanos, madre y padre. Las lágrimas se deslizaron por mi cara. El lobo blanco ni siquiera se inmutó con la furia en la voz de mamá. -Volveré a intentarlo si ese es tu deseo, pequeña loba. Negué con la cabeza. Ya no quería falsas esperanzas. -Está bien. - Dijo el lobo blanco y caminó lentamente hasta la puerta de mi habitación. Se detuvo justo antes de cruzar y su cabeza se dirigió hacia mí. -Mi oferta seguirá en pie en cualquier momento. Ya saben en donde encontrarme. Esa fue la última vez que lo vi durante los siguientes siete años. Hubo entonces un patrón con mis "ataques"; en los momentos menos pensados tenía alguna visión de Mery siendo torturada mientras que durante la luna llena mi corazón se rompía ante el dulce cortejo del lobo Alderik. Me volví más callada, la comida dejó de tener sabor y, en general, dejó de importarme el estar bien. Era una cáscara de lo que debí haber si
-Si, puedo ayudarte. -Dijo con voz ronca. - Sin embargo, todo favor merece una compensación. ¿Estás dispuesta a pagar el precio? -¿Dejará de doler? -susurré con muy poca esperanza. -No tengo una respuesta para ello. -Me tensé cuando él reanudó su marcha hacia mí. - Nunca había hecho esto. -Pero... ¿Puedes hacerlo?- Susurré con solo un poco de esperanza. Hizo solo una breve pausa. -Si. Tomé una enorme bocanada de aire. -Haré lo que tu quieras a cambio. Con esa frase sellé nuestros destinos...solo que eso lo descubriría después. Mamá tomó a mi hermano llevándolo un par de pasos hacia atrás mientras la manada entera nos daba espacio. El lobo Blanco se acercó a mí y yo traté de no moverme. Realmente no entendía por qué su presencia me resultaba inquietante. -Bien, cachorra. Ahora, pondré una de mis patas delanteras sobre tu cabeza. Quiero que me digas si sientes cualquier incomodidad. Yo cerré mis ojos fingiendo ser valiente. Sentí el peso de su pata... y nada m
Morí triste, sola y desdichada. Patética. O al menos eso es lo que pasó en el primer recuerdo de mi vida pasada de muchos que seguirían con los años. Recuerdos tan vívidos que me aceleraban el pulso y me llenaban de terror. Jugaba con mi hermano y algunos cachorros de otro territorio que se acababan de convertir en mis primos. Todo era un juego inocente hasta que caí de un árbol cercano al río y mi cabeza se estrelló contra algunas rocas mientras la corriente del agua me llevaba. No recuerdo cómo es que me sacaron de allí. Mamá dice que mi tía saltó al agua para salvarme. Yo desperté sintiéndome mareada y muy confundida. En un momento me encontraba mirando el techo de la cabaña del curandero de aquella manada y al siguiente me encontraba en una sucia celda peleando contra las ratas por un trozo de carne en putrefacción. Las risas de una voz femenina resonaban en aquellas oscuras y húmedas paredes de la celda. -Vaya, es triste ver cómo caen los poderosos. Ahora, vamos a a
El rojo cubría la nieve bajo mis pies descalzos.La sangre no provenía de esas extremidades, sino de mi vientre.-¡Ha apuñalado a la Luna! Bajé la mirada hacia la herida mientras más sangre brotaba. Observé desconcertada las garras del Alfa que salieron abruptamente causando aún más dolor.Los rostros de los presentes se transformaron en muecas de horror e incredulidad. Mi pareja dijo que reuniría a la manada para celebrar la noticia de mi embarazo, así que no entendía qué estaba pasando.-Por... por qué. - Susurré usando mis manos temblorosas para presionar la herida.Mis rodillas se debilitaron y caí sobre la nieve luchando por respirar.-Esto es mucho más efectivo que simplemente rechazarte, Mery. - Dijo con la voz tan helada como el viento. Mientras me encontraba en el suelo llena de confusión y dolor, un gruñido se levantó entre los presentes.Ahí, siendo detenido por los guardias de mi pareja, se encontraba mi hermano luchando para llegar hasta mi.-¡¿Acaso estás demente, Ald
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