-Si, puedo ayudarte. -Dijo con voz ronca. - Sin embargo, todo favor merece una compensación. ¿Estás dispuesta a pagar el precio?
-¿Dejará de doler? -susurré con muy poca esperanza. -No tengo una respuesta para ello. -Me tensé cuando él reanudó su marcha hacia mí. - Nunca había hecho esto. -Pero... ¿Puedes hacerlo?- Susurré con solo un poco de esperanza. Hizo solo una breve pausa. -Si. Tomé una enorme bocanada de aire. -Haré lo que tu quieras a cambio. Con esa frase sellé nuestros destinos...solo que eso lo descubriría después. Mamá tomó a mi hermano llevándolo un par de pasos hacia atrás mientras la manada entera nos daba espacio. El lobo Blanco se acercó a mí y yo traté de no moverme. Realmente no entendía por qué su presencia me resultaba inquietante. -Bien, cachorra. Ahora, pondré una de mis patas delanteras sobre tu cabeza. Quiero que me digas si sientes cualquier incomodidad. Yo cerré mis ojos fingiendo ser valiente. Sentí el peso de su pata... y nada más. Pasó quizá un minuto entero antes de que él se retirara. -Está hecho. Abrí mis ojos. El lobo blanco ya se retiraba. -Espera. - Dije dando un par de pasos. Se detuvo sin mirarme. - ¿Cómo sé que funcionó? -¿Desconfías de mi palabra? -... ¿No? El lobo blanco suspiró ante la incredulidad en mi voz. -No tengo motivos para mentir, así como tampoco tengo motivos para quedarme. Regresaré a cobrar mi precio después. -¿Cuál es tu precio? Me ignoró. Fruncí el ceño mientras el lobo desaparecía de la vista. La manada comenzó a dispersarse como si nada hubiera pasado. Era alarmante la tranquilidad en el bosque que el lobo trajo con él y el torrente de sonido que regresó cuando abandonó las cercanías. -Escalofriante, siempre lo he dicho. - Murmuró mamá atrayendo mi atención. -¿Cómo te sientes? -Igual. Mi tono resignado no pasó desapercibido por mis padres. -No te preocupes, pequeña. Alder... quiero decir, el lobo blanco tiene razón en algo: No tiene motivos para mentirnos. Si dice que está hecho es porque así es. - Dijo papá consoladoramente. - Tampoco te preocupes por el "precio". Me ha asegurado que no es peligroso ni imposible de cumplir. Mamá miró extraño en su dirección. Asentí solo porque no había más que decir. Papá confiaba en el lobo, por lo que trataría de mantener la esperanza. Después de la primera visita del lobo blanco a nuestro territorio, mamá se mantuvo a mi lado. No importaba si ella tenía cosas de Luna Suprema que hacer, puso sus ojos en mí en busca de cualquier indicio de que lo que sea que haya hecho el lobo funcionara. Pasaron los días, las tardes y las noches. Me fui relajando poco a poco; los episodios enfermizos en donde era sometida a diferentes torturas habían parado. Comencé a creer que realmente todo terminó, pero me equivoqué. Justo en la siguiente luna llena el "ataque de dolor" llegó con fuerza devastadora. Grité tan fuerte que me quedé sin voz. Ese "ataque" no fue como los anteriores. Ahí no hubo torturas, sangre ni alguna súplica desesperada dentro de una sucia celda. No. Esta vez fue mucho más cruel. -Eres mi verdadera pareja. - Dijo Alderik con una enorme sonrisa tomando manos. - Lo sabía, lo sentí en mi corazón desde el primer momento en que te vi. Tu belleza me deslumbró. -¿Hablas de la vez en que me revolcaba en un charco de lodo cuando tenía seis?- Pregunté con incredulidad y lágrimas en mis ojos. - Estás loco... Alderik celebraba su mayoría de edad y, como era la tradición, toda la manada se había reunido para felicitarlo; las lobas solteras se acercaban con la esperanza de encontrar en él a su verdadera pareja mientras que los machos celebraban que un lobo más podría unirse a las patrullas. Y yo, como la hermana pequeña de su mejor amigo, estaba allí para (no muy secretamente) orar por un milagro para que él fuera mi verdadera pareja. Eso era algo que solo se podía saber en el instante en que se llegaba a la edad adulta. Era como si una luz iluminara su destino, una certeza de corazón y alma. Teníamos un par de años de diferencia, por lo que Alderik sería el primero en saber sobre nuestro destino. Yo solo sabía que lo amaba y que rompería mi corazón si otra loba era su pareja. -No estoy loco, estoy enamorado y feliz. - Dijo con la sonrisa más hermosa que le había visto. -Te amo, siempre lo he hecho, dulce Mery. Papá, el Alfa de nuestra manada, estaba satisfecho con mi pareja. Tanto que no dudó en comenzar a entrenarlo para que se convirtiera en el siguiente Alfa. Mi hermano mayor apoyó esa decisión ya que era bien sabido que él no quería heredar el puesto. No, él quería la libertad de poder recorrer todas las manadas conocidas para encontrar a su verdadera pareja y, con la responsabilidad de tener que ser el líder de la manada, no podría hacerlo. -No pareces sorprendido. -Es un buen hombre. - Había dicho mi hermano cuando le pregunté cómo se sentía al respecto. - Te ha tocado el mejor lobo... después de papá y de mí, por supuesto. - Su sonrisa era contagiosa. - Te hará feliz. Ya lo he amenazado lo suficiente por años, así que no hay duda de que lo hará. Mi cara se sonrojó. -No sabía que mi enamoramiento era tan evidente. -Ambos lo ocultaban así de mal. Ahora, ve a dormir. Me iré por la mañana y espero verte para despedirme. Después de que mi hermano partiera de la manada en busca de su verdadera pareja, Alderik se dedicó a aprender de papá por las mañanas y a cortejarme por las tardes. Era tan dulce. Y eso le dolía mucho más a mi corazón. La crueldad a manos del ser que amas te destroza de forma tan profunda que cambia tu mundo por completo. Grité de angustia y desesperación por aquella loba que se aparecía en mis visiones. No importaba lo mucho que le dije que no confiara en esa sonrisa ni en esas manos gentiles, ella lo siguió amando con todo su corazón. Me desmayé en algún punto de ese vivído sueño. Para cuando desperté, el lobo blanco se encontraba junto a mi cama con su mirada fija en mí. Dijo dos palabras que me destrozaron mucho más que esas visiones. -No funcionó.