-Lo sabemos. - Gruñó mi madre.
Me encontraba en mi habitación rodeada por mis hermanos, madre y padre. Las lágrimas se deslizaron por mi cara. El lobo blanco ni siquiera se inmutó con la furia en la voz de mamá. -Volveré a intentarlo si ese es tu deseo, pequeña loba. Negué con la cabeza. Ya no quería falsas esperanzas. -Está bien. - Dijo el lobo blanco y caminó lentamente hasta la puerta de mi habitación. Se detuvo justo antes de cruzar y su cabeza se dirigió hacia mí. -Mi oferta seguirá en pie en cualquier momento. Ya saben en donde encontrarme. Esa fue la última vez que lo vi durante los siguientes siete años. Hubo entonces un patrón con mis "ataques"; en los momentos menos pensados tenía alguna visión de Mery siendo torturada mientras que durante la luna llena mi corazón se rompía ante el dulce cortejo del lobo Alderik. Me volví más callada, la comida dejó de tener sabor y, en general, dejó de importarme el estar bien. Era una cáscara de lo que debí haber sido. No pasaron más de tres meses cuando mamá quiso distraerme de mi estado comenzando mis lecciones para convertirme en una Luna. -¿Por qué?- Pregunté verdaderamente intrigada. - Zayn será el Alfa de la manada, no puedo ser su Luna. Mamá sacudió la cabeza. -Nuestra manada no funciona de esa manera, cariño. Ser el "Alfa Supremo" es un título que no se hereda de padres a hijos, sino que se gana con sangre. Tu padre podría ser retado por el puesto en cualquier momento o los Renegados podrían invadirnos, tomarnos por sorpresa y... derrocar a tu padre. - Mamá tuvo un escalofrío, pero se recuperó rápidamente. - No estoy diciendo que eso pueda suceder, pero debemos de estar preparados porque solo Nuestra Gran Madre sabe qué nos depara el futuro. La posición de tu padre es altamente codiciada, así que en cualquiera de esos casos, nosotros tendríamos que abandonar el territorio. Sobreviviríamos, pero quisiera que tanto tus hermanos como tú tuvieran buenas posibilidades de encajar en cualquier manada. -¿Siendo una Luna?- Pregunté con incredulidad. - ¿Quién querría a una loba loca como pareja? -Cariño, tú no estás... -Es lo que dicen los cachorros de la manada. - Mi voz era fría. - Quizá aún no lo he escuchado de algún adulto, pero sé que es cuestión de tiempo. Mamá gruñó. -Dame nombres, yo... -No. Realmente no me importa, no creo que merezcan un castigo por decir la verdad. Quizá nuestra pequeña familia es la única que no me lo dirá aunque lo piense. -Cariño... -Déjalo. - Susurré con cansancio. - ¿Qué decías sobre ser Luna? Suena como una interesante forma de sobrevivir en el futuro. Impresionaré a todos los Alfas con mis grandes habilidades para llevar la contabilidad mientras grito de agonía. Las dos notamos el sarcasmo en mi voz. Ella suspiró. -¿Quién dijo que los dulces siete pasaban rápidamente?- Murmuró negando con la cabeza. - Si no es lo que quieres para ti, podríamos intentar con un enfoque diferente. ¿Qué tal ser un guardia muy capaz? Tomó mi mano con delicadeza y me llevó fuera de nuestra cabaña en lo alto de la montaña nevada. Descendimos por el único camino seguro hacia la vegetación del bosque y luego me llevó hasta la zona de entrenamiento de la manada. Los adultos al verme llegar no se inmutaron, realmente estaban comprometidos con llevar enormes troncos sobre sus espaldas hacia el otro lado del río. -Hola, pequeña. - Dijo papá acercándose a nosotras. - ¿Está todo bien? -Alina y yo nos preguntábamos si de casualidad tienes espacio para uno más. Papá alzó las cejas y miró a todos los adultos antes de agacharse para estar a mi altura. -¿Por qué? Me encogí de hombros. -Será menos difícil que ser una Luna. - Murmuré. Mamá resopló divertida. Yo solo lo decía porque dudaba que algun lobo civil quisiera a una loba rota como pareja, mucho menos un Alfa. En mi opinión ser un guardia no sonaba tan mal. No solo por el hecho de poder proteger a mi familia, sino porque con cada nueva visión estaba convencida de que necesitaba aprender a defenderme. De hecho, llevaba un tiempo pensando en ello. Esa tal Mery se dedicó toda su vida a convertirse en alguien débil y era por eso que pasó el final de sus días sin el control de su destino. Papá acarició mi cabello y asintió. -Muy bien, te entrenaré. Espero que entiendas que no te daré un trato preferencial. -Está bien, papá. ¿Qué tan difícil podía ser?