Gianina, una madre soltera en apuros, en busca un mejor pasar económico, accede a cas y a embaraz de un hombre mayor, a través de inseminación artificial. Sin embargo, no espera que este fallezca y le deje una gran fortuna en banco, ni mucho menos imagina que, en verdad, está otro hombre, por culpa que la clínica inseminación había cometido un grave error durante procedimiento. Adri es un hombre apuesto y elegante, uno los hombres más reconocidos del mundo de la moda, es un diseñador a quien todo el mundo lo ha considerado , por no haber mantenido pareja por más que un par semanas y no haber presentado ninguna manera formal. Presa la desesperación porque su madre no crea eso de él, decide que se casará con una mujer a la cual le ha alquilado vientre. Lo que no espera, es que esa mujer una completa desconocida, una mujer que ni siquiera él escogió. Sin embargo, pese a lo inesperado de este encuentro y a las desventuras que ambos deberán vivir, ¿serán capaces de enamor uno del otro, o todos los obstás los llevará por diferentes caminos?
Leer másAllí estaba, una vez más, en la clínica, donde cinco meses atrás había ido a realizarse una inseminación artificial junto a Antonio, su difunto esposo.
Jamás imaginó que la llamaran con tanta urgencia, tantos meses después, cuando acudía allí prácticamente todas las semanas para realizarse los chequeos correspondientes.
La última ecografía y los últimos análisis habían dado perfectos, entonces, ¿por qué la llamaban con tanta urgencia?
Cuando llegó a la recepción se encontró con la médica que había conocido el primer día y con el médico que la atendía todas las semanas, reunidos y con rostro de preocupación.
Una vez se acercó a ellos, se aclaró la garganta para hacerse notar y preguntó:
—¿Qué sucede? ¿Está todo bien?
Los rostros de los tres que se encontraban reunidos no auguraban nada bueno.
—Esperemos un momento más —dijo la doctora—. El señor Messina ya debe estar por llegar.
¿Messina?
Le sonaba ese apellido y pronunciado por la voz de aquella mujer.
De pronto tuvo un flashback.
Aquel era el hombre en el que se había fijado mientras esperaba que la atendieran, junto a Antonio.
O, al menos, eso era lo que creía recordar.
Sin embargo, sus dudas se vieron disipadas cuando el hombre que entró a la recepción era el mismo que ella recordaba.
—¿Qué sucede? —preguntó con el ceño fruncido—. Ya me dijeron que soy infértil, ¿para qué me citaron?
Sus ojos azules como el agua eran los mismos que ella recordaba, aquella era una imagen difícil de olvidar.
Se sentía mal por haberse fijado en aquel hombre alto, guapo y de mirada penetrante mientras estaba con Antonio, pero no había podido evitarlo.
—Bien, ahora que estamos todos reunidos… —comenzó a decir el médico que atendía semanalmente a Gianina.
—¿Todos? —preguntó la muchacha con el ceño fruncido.
—Sí, todos. —Asintió el médico—. Podemos pasar a mi despacho para hablar con tranquilidad.
—Pero ¿de qué quieren hablar? No entiendo. Estoy perdiendo tiempo de trabajo por esto. No quiero ninguna jugarreta, porque se las verán con mis abogados —amenazó el tal Messina.
—Adriano —dijo la doctora—, tranquilo, todo tiene un motivo y una explicación —agregó y miró alternadamente a cada uno.
—Mejor pasemos a la consulta y les explicaremos todo. También estará el director de la clínica y labraremos un acta para que quede constancia de la reunión —explicó el médico.
Gianina y Adriano intercambiaron una mirada de desconcierto.
Gianina fue la primera en dar un paso al frente.
Al ver que la muchacha se adelantaba, Adriano hizo lo mismo y juntos entraron en la consulta, donde, en efecto, se encontraba el director de la clínica de inseminación artificial.
Una vez todos tomaron asiento, el director de la clínica se puso de pie, hizo una ligera reverencia y volvió a sentarse, antes de decir:
—Señor Messina y Señora Costa, para mí es un honor que estén aquí, pero, al mismo tiempo, una vergüenza.
Adriano y Gianina fruncieron el ceño a la par.
—¿Puede ir directamente al grano? —pidió Adriano.
—Verán, los encargados de las inseminaciones cometieron un error a la hora de realizar la fertilización in vitro.
—¿Qué quiere decir? —preguntó Gianina.
—Que el señor Messina no es infértil, los espermatozoides infértiles eran los de su esposo, el señor Antonio Rossi.
—Pero, entonces, ¿cómo es que estoy embarazada de cuatrillizos? —Gianina abrió los ojos de par en par.
—Por el mismo error —respondió el médico.
—Sus óvulos fueron fecundados con los espermatozoides del señor Adriano Messina.
—¡¿Qué?! —preguntó Gianina a voz de grito, levantándose de un salto de su asiento—. No, esto debe ser una broma de mal gusto. No puede ser que los hijos que espero sean de este señor.
—Pues lamentamos decirle que sí, en efecto, así es. El padre de sus hijos no es Antonio Rossi, sino Adriano Messina.
—¿Por eso usted salió con mala cara el día en que nos encontramos aquí? —preguntó Gianina.
—¿Me vio? —inquirió Adriano.
La muchacha asintió.
—Pues sí, pensé que no podría ser padre a pesar de mi corta edad, pero ahora me encuentro con que no solo puedo serlo, sino que seré padre de cuatro niños. —Sonrió—. El tal Antonio tenía buen gusto para elegir a su mujer. —La evaluó con la mirada.
—¿Puedes dejar de mirarme como si fuera una incubadora de última generación? ¿No ves en el problema que nos han metido estos infelices? —inquirió a voz de grito—. Juro que los demandaré. Esta clínica se irá a la quiebra y todos ustedes —dijo señalándolos uno a uno—, perderán sus puestos y sus matrículas.
—Creo que no es para tanto —intentó tranquilizarla Adriano.
—¿Que no? —Alzó las cejas.
Adriano negó con la cabeza.
—¿Te parece poco que resulte que ahora estoy embarazada de un maldito desconocido?
—Oye, tranquila con los insultos.
—Pero si es que no te he visto más que dos veces, contando con esto, y ahora resulta que tú eres el padre de mis hijos…
—Sí, y también resulta que te irás a vivir conmigo.
—¿¿¿QUÉ???
Gianina estaba fuera de sí, no podía entender qué demonios estaba sucediendo.
Se pellizcó el antebrazo e hizo una mueca de dolor.
No, en efecto, aquello no era un sueño, pero lo parecía, parecía la peor de sus pesadillas.
Dos meses después de la propuesta. El sol caía con fuerza sobre la playa, haciendo que la arena blanca brillara bajo los pies descalzos de la familia Messina. El sonido de las olas rompiendo en la orilla creaba una sinfonía suave, y la brisa marina acariciaba los rostros bronceados de Adriano, Gianina y los niños. Era un día perfecto. Después de meses de tormentas internas, traiciones que habían dejado cicatrices profundas y un dolor que parecía imposible de superar, la calma había llegado, y con ella, la paz, permitiéndoles aquel viaje de ensueño en familia.Adriano y Gianina caminaban juntos por la orilla, con las manos entrelazadas, mientras los cuatrillizos, que estaban a poco de cumplir los dos años, corrían más adelante, persiguiéndose unos a otros con risas desbordantes de alegría. Francesco, como siempre más reflexivo, caminaba a una distancia prudente, observando con una sonrisa tranquila cómo sus hermanos jugaban en la arena. A pocos metros, Claudio y Johana se encontraban
La noche ya había caído, bañando la ciudad con un brillo dorado bajo las luces de las calles. En la mansión Messina, todo estaba en calma. Después de meses y meses de caos, traiciones y luchas, Adriano y Gianina finalmente podían disfrutar de un momento de paz y tranquilidad. Habían trabajado sumamente duro para salvar a la familia y, posteriormente, la empresa, y, a pesar de que la presión nunca desaparecía del todo, esa noche era diferente: era una noche para relajarse.Adriano en ese momento se encontraba en la terraza, mirando el cielo estrellado con una copa de vino en la mano, reflexionando sobre todo lo que habían vivido. Sentía el peso de los últimos meses sobre sus hombros, pero, ahora, por primera vez en mucho tiempo, en su mente había algo más que preocupación; había esperanza.En ese instante, Gianina apareció detrás de él, envuelta en un grueso chal, y se acercó en silencio, colocándose junto de Adriano, quien le sonrió antes de acercarla a él con un abrazo protector.—¿E
Un mes después. El sol se alzaba lentamente, proyectando un suave resplandor sobre los edificios que delineaban el horizonte. En el corazón de la ciudad, la sede central de la petrolera Messina se alzaba con su imponente fachada de cristal, reflejando modernidad a la par que los años de historia y el legado familiar que sostenía. Sin embargo, entre sus paredes, el ambiente era tenso. Había pasado un mes desde el juicio de Antonio, Sarah y Alessio, y, después de tanto tiempo de traiciones, manipulaciones y conflictos, la familia Messina había logrado dejar atrás los fantasmas del pasado. Pero salvar la empresa, que había quedado seriamente afectada por la corrupción y el escándalo, era otra tarea monumental.Adriano, de pie frente a la ventana de su oficina, miraba el incesante tráfico de la ciudad con el ceño fruncido y las manos cruzadas a sus espaldas. Sus pensamientos iban y venían, pero había una sola cuestión que dominaba su mente: la salvación de la empresa que su padre le habí
La sala del tribunal estaba abarrotada, y el incesante murmullo de los medios y de los curiosos llenaba el aire.El juicio de Antonio Rossi, Alessio Lazzari y Sarah Rossi se había convertido en un espectáculo mediático, atrayendo la atención de todo el país. Las cámaras enfocaban cada detalle mientras Adriano y Gianina caminaban en silencio hacia sus asientos en la primera fila. La tensión en sus cuerpos era más que evidente; las sombras de los eventos recientes pesaban sobre ellos con el peso de mil yunques.El rostro de Adriano estaba marcado por el cansancio, la ira y el alivio, una mezcla de emociones encontradas, mientras enfrentaba al hecho de que en ese mismo lugar, el ex mejor amigo de su padre y aquellos que alguna vez habían estado cerca de la familia, de una manera u otra, recibirían su condena. A su lado, Gianina lo acompañaba con una serenidad que ocultaba su propio dolor. Aunque lo peor ya había pasado, sabían que aquel juicio sería el cierre definitivo de un ciclo que le
—Tiene más sentido del que crees, querido agente —murmuró Antonio, mirando como si pudiera ver a su antiguo amigo—. Adriano siempre fue el hijo perfecto, el preferido de Messina, y nunca tuvo que sufrir lo que yo sufrí por culpa de su padre. Él me quitó todo lo que tenía, la empresa que mi padre había construido, todo lo que nos pertenecía. Por eso yo quería asegurarme de que Adriano sintiera lo que era perder lo que más te importa.Adriano, al otro lado del vidrio, inspiró profundamente y entrecerró los ojos intentando contener la rabia y la furia que crecían en su interior. Sabía que lo que estaba por escuchar en los próximos minutos no era algo fácil de procesar, pero aun así no podía marcharse. Quería oír hasta la última palabra de Antonio Rossi.Antonio inspiró profundo, como si disfrutara con todo aquello.El agente se puso de pie y comenzó a caminar por la sala.—¿Por qué, Rossi? ¿Por qué hacer algo tan cruel?Antonio volvió a reír con una risa vacía. Era evidente que la pregun
La atmósfera en la sala de interrogatorios era densa, casi asfixiante. Antonio Rossi estaba allí, con las muñecas esposadas sobre la mesa de metal. La luz fría destacaba las sombras en su demacrado rostro, pero sus ojos mantenían un brillo calculador.Había confesado ya parte de su plan, pero quedaban cabos sueltos, oscuros, que los agentes necesitaban atar. A través del espejo de dos vías, Adriano y Gianina observaban aquella escena, sintiendo el peso de la verdad aproximándose como una tormenta.—Sabemos que el secuestro de Francesco fue tu último acto, antes de que te atrapáramos —dijo un agente de barba recortada, inclinándose hacia Antonio—, pero todavía hay algo que no encaja. Habla de Sarah —pidió, con un tono mucho más firme—. Sabemos que ella estuvo involucrada. ¿Qué motivó a tu hija a hacer algo tan cruel? ¿Por qué Gianina? Ella y Sarah eran amigas, ¿no?Adriano se tensó de inmediato ante aquellos interrogantes por parte de la policía. Sabía que algo oscuro estaba por salir
Último capítulo