Capítulo 2

Alana ingreso en la universidad, con una sonrisa tan grande que casi no le cabía en el rostro, en el fondo le parecía ridículo que el estar allí, rodeada de humanos, le pareciera agradable, pero como le había dicho la reina luna, era el mejor lugar para estudiar para alguien como ella. ¿y que tenía Alana de especial o mejor dicho diferente? Que aun a sus 18 años, su espíritu de loba, no se hacía presente, cuando lo normal era que el cambio fuera al cumplir los 16 años, esa pequeña diferencia, ese gran defecto, era el responsable que la joven viviera un calvario en su manada.

— Todo estará bien, ya lo veras, hermosa Alana.

Eso fue lo que le dijo la luna Lina, el día que la llevo a la mansión del rey Alpha, le aseguro que ellos la cuidarían y así fue, al menos por un tiempo, pero la luna Lina y el Alpha Lucio, no podían estar al pendiente de la joven, casi humana, casi loba, a decir verdad, no existía palabra para describir a Alana; muchos en su manada se dirigían a ella como la maldita, la defectuosa, pues lo que todos sabían era que ella no era normal, en comparación a todo su pueblo, era débil, en comparación a los humanos no lo sabía.

— Hola, soy Benjamín, estoy en segundo año de abogacía y seré su guía hoy. — el humano la saco de sus cavilaciones, y solo entonces se dio cuenta que no estaba sola en aquel pasillo, a su alrededor había muchas más personas, de las cuales, nadie la veía mal, eso le gusto, se sentía bien entre los humanos.

Un año le fue más que suficiente a la joven pelirroja, para descubrir que encajaba a la perfección con los humanos, incluso llego a pensar que era uno de ellos, pues con el correr de los días, comenzó a notar ciertas similitudes entre sus amigos y ella, como, por ejemplo, que eran débiles al alcohol, y a los golpes en general, aunque aún se sentía diferente, tal vez se lo habían repetido tantas veces que aun entre mortales, se sentía menos.

— Aquí tienes tus tampones, aun me cuesta creer que no salgas con ellos cuando sabes que estarás en tus días. — Gala le paso por debajo de la puerta del baño la pequeña caja y Alana lo agradeció, la joven castaña era tan simpática y buena como Benjamín, aunque mucho más charlatana que el rubio.

— Es que… no soy normal. — susurro, aun luego de seis meses lejos de la manada, le costaba hablar sin temor a ser golpeada o humillada, más aún, cuando dejaba en claro cuan diferente a las lobas era.

— ¿A qué te refieres con eso? — indago Gala, cuando la joven salió del baño y comenzó a lavar sus manos.

— Yo… mi periodo no es normal, a veces paso meses sin el. — sus mejillas enrojecieron, con vergüenza, no por hablar del periodo, Alana estaba esperando la burla de su amiga, como pasaba en la manada, pues no solo no tenía a su loba, no tenía un periodo mensual y eso ponía en duda incluso que en un futuro pudiera ser madre, ¿Cómo contribuiría a la manada, si no podía dar ni siquiera integrantes? Aunque si debía ser honesta, sin su loba, jamás encontraría a su mate y eso le causaba aún más dolor, la soledad en algunas ocasiones la hacía pensar cosas raras.

— Eso se llama ser irregular, no anormal, Alana, Alana, aun me pregunto que, pasa por tu cabeza para hacer un drama de todo.

Gala, zanjo el tema y a Alana se le despertó la curiosidad, luego de unos días de investigación, descubrió que algunas humanas, sufrían de irregularidades hormonales, cada vez estaba más convencida que ella era una humana, eran tantas las similitudes, fue eso lo que la lleno de coraje una noche, ya hacía un año que estaba en la universidad, solo en unos días, debería regresar a la manada y mientras todos estaban felices por las vacaciones, ese no era su caso obviamente, fue eso lo que la llevo a realizar esa llamada, marco el número del que una vez fue su hogar y nerviosa espero.

— Residencia Leroy. — la voz de la empleada la reconocería sin importar los años que llevaba fuera de aquel lugar.

— Sandra, pásame a mi madre, por favor. — odiaba a esa loba, pero no por eso sería borde, después de todo, la habían criado bien, al menos hasta los 16 años, aunque luego la echaron como si fuera un demonio o algo por el estilo, si no fuera por la luna Lina, Alana estaba segura de que hubiera muerto al no saber valerse por sí misma.

— La señora Leroy no tiene hijas. — aseguro la empleada y las tripas de Alana se estrujaron.

— En ese caso, pon a tu jefa al teléfono, por favor. — sus ojos se empañaron, hacía casi tres años que no escuchaba a su madre, desde que la lanzo fuera de su hogar.

— Diga. — tuvo que tragar grueso al oír la voz de la mujer que le dio la vida, misma que le juro por la diosa que era lo más importante que tenía, y, sin embargo, luego… — ¿Quién habla?

— Ma… señora Leroy, soy Alana, disculpe que la moleste, pero queria saber si existe alguna posibilidad de que yo fuera una humana…

— Tu no servirías ni para alimentar a un oso, menos para ser humana, comprende que tu solo eres un error, uno que no debería estar vivo, eres la vergüenza de la manada, de esta familia... — Alana finalizo la llamada, no queria oírla, ya no más, se dijo la joven.

Quedo con su móvil en la mano, el corazón temblando en su pecho, hasta que Benjamín la abrazo, recordándole que estaban en aquel bar para divertirse y festejar el comienzo de las vacaciones.

— ¿Con quién hablabas? — Gala era muy observadora, no era solo porque estudiaba psicología, era porque le interesaba Alana, la joven se veía tan débil, tan miserable y ahora tan triste que la curiosidad de Gala era casi incontrolable.

— Con… la mujer que me dio la vida. — no podía llamarla mamá, no cuando segundos atrás le recordó que la detestaba.

— Alana, sé que no te gusta hablar de tu familia, ni de tu pueblo, pero… ¿te maltrataban? — maltrato, Alana estaba estudiando lo que los humanos consideraban maltrato, pero no sabía si aplicaba a su gente, en su tribu si no eras útil, eras un estorbo y eras tratado como tal.

— ¿Por qué lo dices? — siempre preguntaba antes de responder, no queria causar problemas, la luna Lina se lo había pedido.

— Cuando te conocí… parecías una niña pequeña, aun lo pareces, eres muy delgada, creo que ahora al menos estas con un peso normal para tu altura y edad. — Gala no mentía, ni se equivocaba, Alana estaba desnutrida, aun luego de seis meses en los que comía de todo, era poco lo que se mantenía en su estómago, pues este se había achicado, ya que antes, Alana pasaba días sin comer.

— Es que en mi pueblo… mejor dicho, donde vivía, somos así de delgadas. — mentía, sus amigos lo sabían, pero ella no diría nada más, no podía decirle a un par de humanos que a pesar de ser acogida en la mansión del rey Alpha, su calvario nunca se detuvo, pues las empleadas y en especial el cocinero, siempre se las ingeniaban para hacerla pasar hambre, a tal punto que solo comía el pan lleno de hongos que tiraban a la basura.

— Bien, creo que ya nos divertimos mucho por hoy, es tiempo de regresar a los dormitorios.

Nada bueno resultaba cuando Gala decía aquello, solo significaba que la acosaría con preguntas y la pelirroja solo podía pensar en que le diría para que dejara el tema por la paz.

Luego de despedirse de Benjamín, ingresaron en el dormitorio que compartían, Alana estaba a punto de escabullirse al baño, pero Gala la detuvo.

— Alana… sé que hay cosas de las que no quieres hablar y eso está bien, las personas sanan a su tiempo, pero para que eso ocurra… deben sacar eso que les hace mal. — la pelirroja no sabía que decir o que hacer, y cuando estaba a punto de negar todo, Gala le dio un paquete. — Si no quieres decirlo en voz alta, escríbelo, y recuerda que siempre estaré para ti. — fue la primera vez en un año que Alana lloro, aunque era la primera vez en años que lo hacía de felicidad.

— Gracias Gala, gracias a la diosa que encontré a alguien como tú, te extrañare mucho, ya quiero que las vacaciones acaben y volver a estar contigo y Benjamín. — Gala no le dio muchas vueltas al asunto de “la diosa” la joven castaña era de mente abierta y si su compañera queria creer en dioses, a ella no le molestaba.

Esa noche Alana casi no durmió, solo veía la luna por la ventana unos segundos, y todas las preguntas que durante años rondaron su mente, fueron volcadas en esas hojas blancas, que ahora quedaban manchadas con la tinta, como la misma alma de Alana estaba manchada por los abusos que su propia gente le dio.

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