Esa noche fue la primera en toda la vida de Alana que no soñó con las atrocidades que padeció a manos de quienes debían cuidarla, tampoco tuvo sueños húmedos con sus Alphas amándola, esa noche Alana soñó con su loba, se veía a sí misma corriendo por el bosque, rápida, audaz, como una llamada danzando a través de la espesura verdosa, se sintió completa y realizada más al ver a tres pequeños lobos color cobrizo, corriendo tras ella, aún mejor al divisar a sus tres Alphas negros aullándole a su luna.
—Pequeña es hora de levantarse. —Osiel, sin duda era él, Alana lo sabía aún antes de abrir sus ojos.
—Cuando nazcan nuestros cachorros, ¿aún seguiré siendo tu pequeña? — indagó al tiempo que veía como los ojos de su Alpha brillaban y una sonrisa tan gigante como la que nunca le vio y como la que siempre le quería ver a partir de ese día, adornaba el rostro de Osiel.
—Cuando nazcan nuestros cachorros, e incluso cuando sus cachorros lleguen, y por más que pasen cientos de años, tú siempre será