— ¿Cómo así? — Otto sabia todo de su gente o al menos eso creía, sabía que eran seres casi inmortales y la edad no era problema para tener cachorros.
— ¿Nunca se preguntaron porque su madre jamás deja salir a su loba? — claro que se lo preguntaban, pero pensaban que era por precaución, pues si un compañero muere, el otro lo sigue, y la mejor manera de proteger a la reina, era mantenerla a la vista y como humana.
— Pensé que era por seguridad. — dijo Otto.
— Creí que eras un lobo celoso. — aseguro divertido Edur.
— Pensé que mamá es más feroz que tú en su forma de loba y no queria avergonzarte. — se burló Osiel y Lucio dejo salir una pequeña carcajada.
— Eso es verdad, mi luna es feroz, muy bella… única. — murmuro lo último con nostalgia. — Su madre es mitad bruja. — dijo aquello y los trillizos tragaron grueso.
— Eso…
— El reino este… fue invadido hace mucho tiempo, unos lobos errantes llegaron al reino de los brujos y resulto en lo impensado, una bruja y un lobo eran compañeros, de ellos nació su madre, la princesa Lina Rug, la única de toda su familia que puede transformarse en loba, los demás son brujos o brujas. — ahora al fin comprendían porque no conocían a la familia de su madre, solo se sabía que venía del reino este, nada más.
— Entonces, nosotros…
— Son lobos, son Alphas, la sangre más fuerte es la que prevalece.
— Pero, si mamá se puede transformar, ¿por qué no lo hace?
— Porque yo se lo pedí, su loba es diferente, demasiado hermosa, una tentación que puede despertar los celos, la envidia y la codicia, su pelaje brilla como la misma luna lo hace en el cielo, ya sea por nuestra gente o los humanos, si alguien la ve… su vida estaría en peligro y es algo que no pienso permitir, y eso… la dejo estéril, al no dejar que su espíritu animal salga… su cuerpo se debilita, no es viable un embarazo. — Osiel era quizás el más afectado con lo que escuchaba, comprendía que su padre había renunciado a tener más hijos con tal de cuidar a su compañera de un posible ataque, Lucio había renunciado a que su sangre prevaleciera por muchos años más, solo por cuidar a su compañera.
— ¿Y si la llevas al reino este? No creo que los brujos atenten contra ella.
— Lo hemos intentado, cada viaje que hemos realizado en los últimos años, pero aún no conseguimos el permiso de su hermana para que Lina se transforme en sus tierras.
— ¿Permiso? ¿Por qué necesitaría permiso de su hermana? ella también es princesa del reino…
— No, desde el momento que Lina decidió venirse conmigo, dejo de ser princesa del reino este, para convertirse en reina de los lobos, además su hermana no es princesa, ella fue nombrada reina y aunque sus padres le aseguran que Lina no luchara por hacerse con el reino este, la nueva reina la ve como una amenaza, la ve como ustedes se ven, con rivalidad, rencor, y envidia. — reconoció con amargura, pero era así como sus hijos se veían.
— Quizás mamá debería darle lo que tanto asegura esa mujer. — Edur estaba dispuesto a iniciar una guerra con los brujos, quien tenga miedo a morir que no nazca, dicen, al menos los humanos dicen eso.
— Ninguno de ustedes está capacitado para ser rey. — reconoció con pena Lucio. — No tienen empatía, ni respeto por el prójimo, solo los mueve el egoísmo y el deseo de poder… ¿en qué me equivoque? — murmuro con pena de sí mismo, ¿fue muy estricto o demasiado blando? No lo sabía, no lo comprendía.
— Padre…
— No diré nada más, solo que ustedes permanecerán aquí, hasta que Alana regrese a la universidad, si tu madre quiere tiempo en familia así será.
No daría su brazo a torcer, no cuando la salud de su luna recién se estaba recuperando.
Alana descendió del vehículo, sus piernas temblaban, no quería sentirse débil, anormal, no querida, pero no podía sacar esa sensación de su cuerpo, de su alma, mientras, el rostro de Benjamín denotaba seriedad, al recorrer su entornó con la vista.
— ¿Vives aquí? — indago entre la sorpresa y un poco de amargura.
— No, si, es decir, un poco más, dentro del bosque, pero seguro que alguien me está esperando para continuar el viaje, no te preocupes, no tienen por qué desviarse de su camino. — una sola carretera era lo que había al pie de la montaña, una sola que unía la extensión del bosque con las ciudades humanas y Alana creyó que el malestar de Benjamín se debía al pensar que la joven debía seguir su camino a pie, aunque era lo más probable.
— Eso no me importaría, si necesitas algo, cualquier cosa… Llámame y vendré por ti, ¿comprendes? — no, no lo hacía esa era la verdad, pero se sintió bien el saber que sus amigos se seguirían preocupando por ella.
— Lo entiendo. — murmuro y tuvo la intención de quitar el gorro de su cabeza, pero Benjamín lo evito.
— Es tuyo, para que no olvides nuestra amistad. — las mejillas de Alana enrojecieron, estaba tan concentrada en lo que decía Benjamín que no había reparado en lo que Gala estaba haciendo a un lado de ellos.
— ¡Y esto también es para ti! — grito la castaña, mientras colocaba su bufanda alrededor del delgado cuello de la pelirroja.
— Pero… es tu bufanda favorita, Gala.
— Lo es, será nuestro pacto, seremos amigos siempre. — había cierto fervor en sus palabras que Alana no lograba comprender.
— En ese caso… — nunca había tenido amigos como ellos, jamás había tenido amigos en general, desde los 16 años todos la abandonaron, menos… los reyes, vio por un segundo su pecho, donde reposaba el colgante que Lucio le había regalado cuando cumplió 17 años, una pequeña luna que brillaba en la noche, recordándole que ella pertenecía a la manada, aunque no tuviera espíritu lobo alguno.
— Esto es para ti Benjamín, para que también recuerdes nuestra amistad. — informo al tiempo que quitaba el colgante y se lo colocaba al rubio. — Y esto. — dijo quitando el anillo que tenía un lobo tallado, regalo que Lina le había dado al cumplir 18 años, el día que partió a la Universidad. — Es para ti Gala, ahora estaremos unidos, por siempre. — aseguro colocando el anillo en el dedo de Gala, entonces algo raro sucedió, fue como si el sol hubiera parpadeado, solo un segundo, como si alguien prendiera y apagara el sol, y mientras Alana veía a su alrededor con un poco de miedo, sus amigos solo sonreían, por lo que pensó que solo eran ideas suyas.
— Que así sea, que siempre seamos amigos. — afirmo desbordando felicidad Benjamín.
Y así Alana comenzó el camino a la manada, si bien solo sus pasos hacían eco en el bosque, el corazón de la joven se sentía acompañado, y aunque la medalla y el anillo, fueron regalos que los reyes le dieron, eran suyos, lo único propio que Alana tenia, podía regalárselo a quien ella quisiera, aun sabiendo que si alguien supiera que había cambiado joyas de oro, por un gorro y bufanda de lana, se partiría de la risa y la trataría de estúpida, para ella, había hecho el mejor trueque de su vida, sentía que el gorro sobre su cabeza era una corona y la bufanda que reposaba en su cuello, era más valiosa que la mejor gargantilla del mundo.
— Anormal. —la voz profunda de Osiel la hizo dar un brinco antes de voltear.
— A-a-Alpha Osiel. — dijo a modo de saludo, con el corazón latiendo a mil por segundo y solo rezando a su diosa que solo él y Otto estuvieran en la manada.
— Por la diosa, aun ni siquiera aprendes a hablar sin tartamudear, ¿Qué has estado haciendo todo este tiempo en la universidad de los humanos? Además de malgastar dinero de la manada. — Alana bajó su cabeza, como cada vez que Osiel se quejaba de los gastos que una inútil como ella, ocasionaba a la manada. — Siempre serás una pérdida de recursos, de eso no hay duda alguna, mejor sube al automóvil, mi tiempo es demasiado valioso como para desperdiciarlo haciendo de chofer para alguien como tú.
Si, Alana había regresado a la manada, de eso no había duda alguna.