Alana no era normal, eso Lina ya lo sabía, quizás, siempre lo supo, pero ver al espíritu de loba de Alana acudir a ella de esa forma, solo le dejo en claro algo, Alana era una de tres, y Lina se preguntaba cómo no se había dado cuenta de eso antes, tal vez fue porque en un principio creyó que ella era una de las tres escogida por el destino, ahora sin embargo se daba cuenta que ese no era el caso, sin perder tiempo y sabiendo que sus hijos no se despegarían de Alana hasta que despertara, fue a la biblioteca real, y buscó el pergamino que contenía la leyenda del destino de los tres, mismo pergamino que a los lobos no les interesaba estudiar en lo más mínimo, el saber cómo, y por qué era su enemistad con las brujas y los vampiros los tenía sin cuidado, con el correr de los siglos habían aprendido a coexistir, no se querían, pero al menos se toleraban.
— La leyenda de los Tres Destinos. — leyó en apenas un susurro la luna Lina y acto seguido desplegó el antiguo pergamino.
—¿Qué es lo que