Sebastián Alarcón, un multimillonario con fama de rompecorazones, apuesta con su socio que puede conquistar a su nueva secretaria, Emma Ruiz, en menos de un mes. Lo que no esperaba era que Emma no fuera una mujer fácil de manipular. A medida que la seducción avanza, Sebastián se da cuenta de que sus sentimientos son reales. Pero cuando Emma descubre la verdad sobre la apuesta, el juego se convierte en una guerra de orgullo, pasión y redención.
Leer másEl reloj parecía marcar cada segundo con una pesadez palpable. Emma había pedido tiempo, y Sebastián, como había prometido, le dio el espacio que necesitaba, aunque no fuera fácil para él. Los días pasaron y, con cada uno, Emma trataba de centrarse en su trabajo, tratando de hacer caso omiso a la creciente sensación de inquietud en su pecho. Aunque se mantenía firme, la imagen de Sebastián seguía apareciendo en su mente, persistente y enigmática, como una sombra que no podía despejar.Cada vez que él pasaba por su escritorio, no era como antes. Ya no había bromas, ni miradas cómplices, ni insinuaciones. Él mantenía la distancia que Emma había solicitado, pero, de alguna manera, eso solo la hacía sentir más incómoda. Algo había cambiado en él. Su presencia ya no era solo una amenaza a su control emocional, sino también un recordatorio de la lucha interna que vivía, esa guerra entre el deseo de confiar y la necesidad de proteger su corazón.Emma sabía que debía tomar una decisión, pero
Los días que siguieron a la conversación en la oficina de Sebastián se alargaron como si el tiempo mismo hubiera decidido tomarse un descanso. Emma, atrapada en su confusión, comenzó a notar que, a pesar de sus esfuerzos por seguir adelante con su trabajo y sus rutinas, algo había cambiado. Sebastián estaba presente en cada rincón de su mente, en cada reunión, en cada pausa. El hombre que antes veía como un reto a superar, una apuesta que quería ganar, ahora se había transformado en algo mucho más complejo.A pesar de sus promesas, Emma no podía evitar la incertidumbre que crecía dentro de ella. ¿Qué significaba todo esto? ¿De verdad había un cambio en Sebastián, o estaba simplemente jugando un juego más? La duda era su compañero constante, un espectro que se deslizaba por su conciencia en cada momento en que sus pensamientos se apartaban del trabajo.Para empeorar las cosas, Sebastián no dejó de estar cerca. Él seguía siendo atento, casi demasiado. Cada vez que pasaba por su escritor
Los días que siguieron al intercambio en la sala de juntas fueron, de alguna manera, más tensos de lo que Emma había imaginado. Aunque había intentado mantener una postura firme, algo en su interior le decía que Sebastián estaba jugando un juego mucho más complicado del que ella había anticipado. Algo en su mirada, en sus palabras, la inquietaba profundamente. Era como si estuviera buscando una forma de redimir lo que había hecho, de demostrar que su interés por ella no era solo una apuesta, sino algo más profundo.Pero Emma no estaba dispuesta a caer en sus encantos tan fácilmente. Había aprendido a no dejarse influir por las apariencias, y, aunque Sebastián tenía un poder magnético, no podía olvidar la forma en que había comenzado todo. Para él, ella había sido solo un desafío, una meta a alcanzar. Y ahora, de alguna manera, estaba dispuesto a demostrar que sus sentimientos eran reales.Pero las promesas de Sebastián, aunque sinceras, no parecían suficientes para Emma. Cada vez que
El día continuó de una manera casi rutinaria, pero para Emma, cada minuto parecía estar lleno de una intensidad que no podía ignorar. Desde su conversación con Sebastián en su oficina, había decidido mantenerse firme en su postura. No iba a dejarse arrastrar por las palabras dulces ni por la mirada intensa que Sebastián le había dirigido. Al final del día, él seguía siendo el mismo hombre que había comenzado todo esto con una apuesta, y eso, por más que quisiera creer lo contrario, no podía olvidarlo.Pero había algo en Sebastián que la desconcertaba. Había visto su orgullo, su arrogancia, su forma de manipular a los demás para que todo se acomodara a su favor. Sin embargo, también había visto algo más: una vulnerabilidad, aunque fugaz, que lo hacía parecer... humano. Y eso era lo que más la inquietaba. Podía sentir que había algo en él que no se veía a simple vista, algo más allá de la fachada de multimillonario encantador.A las 3 de la tarde, mientras Emma organizaba unos documento
El reloj marcaba las 9:00 a.m. cuando Emma llegó a la oficina, completamente decidida a mantener su distancia de Sebastián. La noche anterior había sido un torbellino de pensamientos encontrados, pero su resolución era firme. Ya no se dejaría manipular por las promesas vacías de un hombre acostumbrado a salirse con la suya. Hoy, más que nunca, debía centrarse en su trabajo y no permitir que las emociones nublaran su juicio.Al entrar en el edificio de vidrio y acero, Emma sintió el peso de la mirada de cada empleado. Había algo diferente en el aire, una tensión palpable que no podía ignorar. Nadie se atrevió a mirarla directamente a los ojos, pero algunos murmuraban entre ellos, tal vez conscientes de la lucha interna que enfrentaba. Sabían que Sebastián Alarcón era una figura imponente, un hombre que dominaba todos los aspectos de su vida y de la empresa. Nadie se atrevía a desafiarlo, y menos una joven como Emma.Emma se dirigió a su escritorio, enfocándose en el trabajo que tenía p
El día siguiente fue un torbellino de emociones y pensamientos contradictorios. Emma no había esperado que su conversación con Sebastián fuera tan intensa, ni que sus palabras calaran tan hondo. Mientras se encontraba en su escritorio, revisando documentos y gestionando la interminable lista de tareas, su mente no dejaba de regresar al momento en que él le confesó que no solo la veía como un juego. Algo en la forma en que lo dijo, con la mirada fija y las palabras tan medidas, había tocado una fibra sensible dentro de ella. Sin embargo, se aferró a la determinación de no dejarse arrastrar.En algún rincón de su mente, sabía que Sebastián no era alguien fácil de leer. Su fachada de hombre insensible, de magnate que obtenía lo que quería sin cuestionamientos, no podía ser su única faceta. Pero Emma no iba a permitir que sus emociones se nublaran por esa intrincada mezcla de atracción y desconcierto. Estaba en una guerra de voluntades, y no podía perder. No iba a ser otra mujer más que s
El día siguiente se presentó con una atmósfera tensa en la oficina. Emma Ruiz caminaba por los pasillos con la cabeza alta, decidida a no permitir que la situación con Sebastián la afectara más de lo necesario. Aunque sus palabras de la noche anterior seguían resonando en su mente, había tomado la firme decisión de no dejarse arrastrar por el juego que él había comenzado. Sebastián Alarcón había cruzado una línea, y ella no iba a ser una pieza más en su tablero de ajedrez.A lo largo de la jornada, los compañeros de trabajo le lanzaban miradas curiosas, como si pudieran percibir que algo había cambiado, aunque no sabían exactamente qué. Emma intentaba concentrarse en sus tareas, ignorando el murmullo que a veces parecía seguirla. Sin embargo, cuando miraba a su alrededor, sentía una creciente incomodidad, como si todos supieran algo que ella aún no comprendía por completo.Poco después de la hora del almuerzo, su teléfono vibró con un mensaje de Sebastián. El simple hecho de ver su no
La ciudad estaba inmersa en su ritmo frenético, y para Emma Ruiz, cada jornada de trabajo era una batalla constante entre mantener su profesionalismo intacto y resistir las tentaciones de un hombre como Sebastián Alarcón. Sin embargo, a medida que pasaban los días, empezaba a sentirse como si las reglas de la vida laboral se estuvieran desmoronando ante ella.Sebastián no solo estaba interesado en ella de una manera profesional, como cabría esperar de un jefe, sino que comenzaba a cruzar líneas que Emma no sabía si debía ignorar o enfrentar. Lo que más le molestaba era la astucia con la que él lo hacía. Cada gesto, cada mirada, parecía estar diseñado para desarmarla sin que ella pudiera hacer nada al respecto. Su risa suave, sus bromas en momentos inoportunos, sus sugerencias cargadas de dobles sentidos... nada en Sebastián Alarcón era espontáneo. Todo estaba calculado.El día que todo cambió fue una tarde lluviosa de otoño, cuando el aire fresco y húmedo invadía la ciudad mientras Em
El día siguiente comenzó como cualquier otro para Emma Ruiz. Su reloj despertador sonó a las 7:00 a.m., y en cuestión de minutos, ella ya estaba vestida con su habitual atuendo profesional: una blusa blanca impecable, un pantalón de vestir negro y tacones discretos, sin adornos innecesarios. Tenía un compromiso con su carrera, y eso era lo único que importaba. Había dejado atrás los altibajos emocionales de sus relaciones pasadas, y ahora su objetivo era simplemente trabajar duro y avanzar en su vida profesional.La idea de estar trabajando para uno de los hombres más poderosos de la ciudad, Sebastián Alarcón, nunca le había causado tanto revuelo como a otras mujeres. No le importaba su fama ni su reputación. Sabía que, como cualquier multimillonario, él solo veía el mundo como un conjunto de oportunidades y recursos a su disposición. Y para ella, no era diferente a cualquier otro jefe que había tenido en el pasado. Su deber era ser competente y cumplir con su trabajo, nada más.Cuand