La guerra no había terminado.
La sala se llenó de un silencio tenso, el tipo de silencio que ocurre antes de una tormenta. Todos los ojos estaban fijos en Aitana, y a pesar de la calma aparente, el ambiente estaba cargado de una energía que palpitaba bajo la superficie. Era evidente que el momento que había llegado no se podía dar marcha atrás. Gabriel, que hasta ahora había sido el líder indiscutido en el salón, se mantenía rígido, sus ojos evaluando a Aitana con una intensidad que nunca antes había mostrado. El mismo hombre que había manipulado a todos a su alrededor ahora estaba siendo confrontado, y por primera vez en mucho tiempo, parecía no tener control sobre la situación.
Aitana respiró profundamente, sintiendo la adrenalina correr por sus venas. Esta noche no solo estaba luchando por lo correcto, sino por su propia redención, por su derecho a decidir su destino. A cada palabra que pronunciaba, los hilos invisibles del poder se rompían, y ella se sentía más libre, más fuerte.
"¿Qué quieres, Aitana?", había