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La Apuesta Comienza a Pesado

La ciudad estaba inmersa en su ritmo frenético, y para Emma Ruiz, cada jornada de trabajo era una batalla constante entre mantener su profesionalismo intacto y resistir las tentaciones de un hombre como Sebastián Alarcón. Sin embargo, a medida que pasaban los días, empezaba a sentirse como si las reglas de la vida laboral se estuvieran desmoronando ante ella.

Sebastián no solo estaba interesado en ella de una manera profesional, como cabría esperar de un jefe, sino que comenzaba a cruzar líneas que Emma no sabía si debía ignorar o enfrentar. Lo que más le molestaba era la astucia con la que él lo hacía. Cada gesto, cada mirada, parecía estar diseñado para desarmarla sin que ella pudiera hacer nada al respecto. Su risa suave, sus bromas en momentos inoportunos, sus sugerencias cargadas de dobles sentidos... nada en Sebastián Alarcón era espontáneo. Todo estaba calculado.

El día que todo cambió fue una tarde lluviosa de otoño, cuando el aire fresco y húmedo invadía la ciudad mientras Emma llegaba a la oficina. Al abrir la puerta de su cubículo, vio a Sebastián sentado en su escritorio. La vista de él, tan confiado y relajado, casi la hizo dudar de su decisión de rechazarlo nuevamente. Pero recordó sus principios y se preparó mentalmente para enfrentar lo que estaba por venir.

"Buen día, Emma", dijo Sebastián, levantando la vista de su teléfono y dándole una mirada que, a pesar de ser discreta, no pasó desapercibida para ella. "¿Listos para la reunión con el equipo?"

Emma le devolvió la mirada, evitando por completo el nerviosismo que él parecía intentar provocar en ella. "Sí, señor Alarcón. Tengo todo preparado. Ya envié los informes a los miembros del equipo."

Sebastián asintió mientras se levantaba de su escritorio, caminando hacia ella con esa confianza que le era tan característica. A cada paso, Emma podía sentir la energía entre ellos intensificándose, como si todo el ambiente a su alrededor se fuera distorsionando en ese espacio reducido.

"Perfecto. Entonces, podemos ir a la sala de conferencias", dijo él mientras tomaba su abrigo de la silla y lo colocaba sobre sus hombros. No hizo ningún comentario más, pero Emma pudo notar el destello de un desafío en su mirada. Ella lo ignoró, consciente de que cualquier distracción de su parte solo podría jugar a favor de él.

La reunión transcurrió con relativa normalidad. Sebastián lideraba las conversaciones, como siempre lo hacía, imponiendo su voz autoritaria sobre todos los presentes. Sin embargo, en un par de ocasiones, sus ojos se deslizaban hacia Emma, y esa mirada casi imperceptible que le lanzaba la dejaba inquieta. ¿Qué quería realmente de ella? ¿Era su manera de trabajar lo que lo atraía, o había algo más en su mente?

Al finalizar la reunión, todos comenzaron a levantarse para regresar a sus oficinas. Emma estaba guardando sus documentos cuando escuchó la voz de Sebastián detrás de ella.

"Emma, ¿te importaría quedarte un momento? Quiero hablar contigo de algo importante."

Sus palabras no eran agresivas ni imponentes, pero había un tono que no podía ignorarse. Era claro que algo estaba por cambiar. Algo que ella no sabía si quería enfrentar.

"Claro, señor Alarcón", respondió, y mientras se volvía a mirarlo, notó que su expresión estaba algo más seria de lo habitual. Esto la puso aún más alerta.

Cuando todos se fueron, Sebastián se acercó al escritorio de Emma, pero no se sentó, como si estuviera esperando que ella lo invitara a hacerlo. En lugar de eso, ella mantuvo su postura, de pie, esperando a que él hablara.

"Sé que no es fácil trabajar aquí, Emma," comenzó, mirando de reojo hacia la ventana. "El ritmo es frenético, las expectativas son altas, y las personas no siempre son tan... amables."

Emma lo observó en silencio, esperando a que continuara, sin decir nada. Sebastián dio unos pasos hacia ella, y por un momento, Emma sintió cómo su presencia llenaba el espacio, volviéndolo más pequeño e intimidante.

"Pero quiero que sepas que valoro tu dedicación," agregó, mirando fijamente a sus ojos. "No todos en esta oficina tienen esa capacidad. De hecho, me intriga tu capacidad para mantener la calma en medio de todo esto."

Emma se sintió incómoda ante ese halago, pero no podía negar que, en el fondo, una parte de ella se sentía halagada. Sin embargo, no era suficiente como para dejarse influenciar. Tenía que mantenerse firme.

"No es nada personal, señor Alarcón," respondió, buscando la manera de desviar la atención de su elogio. "Solo hago mi trabajo lo mejor que puedo."

Sebastián sonrió, esa sonrisa en la que siempre había algo más de lo que parecía a simple vista. "Te lo aprecio, Emma. Pero hay algo más que debo decirte... Es una cuestión de... trabajo, claro. Algo relacionado con mis socios."

Emma lo miró con el ceño fruncido. La tensión en el aire aumentaba, y no podía dejar de preguntarse qué estaba tramando ahora. Sebastián dio un paso hacia atrás, como si esperara que ella lo siguiera.

"Es sobre una apuesta que tengo con alguien", dijo finalmente, y la forma en que lo dijo le dio a Emma una sensación de inquietud. "Quiero que sepas que no hay nada personal en esto. Es solo un juego entre amigos."

Emma se sintió sorprendida y desconcertada. ¿Qué tenía que ver una apuesta con su trabajo? No podía entender por qué sentía esa necesidad de involucrarla en algo tan trivial, pero a medida que sus palabras comenzaron a hacerse más claras, un nudo se formó en su estómago.

"¿Una apuesta?" preguntó, su tono mostrando incredulidad. "¿A qué se refiere con eso?"

"Verás," comenzó Sebastián, con una media sonrisa que hacía que sus palabras parecieran más bien una confesión. "Aposté con un amigo que podría conquistarte en menos de un mes. Y si soy honesto contigo, hasta ahora, no me ha ido tan mal."

El golpe fue directo. Las palabras de Sebastián retumbaron en la cabeza de Emma, dejándola sin aliento por un momento. La sensación de traición comenzó a formarse dentro de ella, aunque trató de mantener la calma. La rabia que sentía era palpable, pero no iba a dejar que él viera su debilidad.

"¿Eso es todo lo que soy para usted? ¿Un reto más en su vida?", dijo, intentando mantener la voz firme, aunque no pudo evitar que un ligero temblor se colara en su tono.

Sebastián la observó con una mezcla de sorpresa y algo que Emma no supo interpretar bien. "Emma, yo..." comenzó a decir, pero ella lo interrumpió.

"No, no voy a dejar que esto sea parte de mi vida, Alarcón. No soy un premio para tus apuestas." Emma lo miró, sus ojos llenos de frustración. "No quiero ser parte de tu juego."

Sebastián la miró fijamente, pero no dijo nada. La conversación, que antes parecía estar bajo su control, había escapado de sus manos. Por primera vez en mucho tiempo, sintió que su poder no era suficiente para controlar a esa mujer frente a él.

"Entiendo", dijo finalmente, su tono grave, pero no desafiante. "No quería que te sintieras así. Te pido disculpas."

Emma lo miró una última vez antes de girarse hacia la puerta. Al cruzarla, dejó atrás la incertidumbre, pero con la sensación de que su vida laboral había cambiado por completo. A partir de ese momento, la batalla no solo sería por su corazón, sino también por su dignidad.

La guerra de egos y emociones apenas comenzaba.

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