La noche caía sobre la ciudad con una calma engañosa. Desde la enorme ventana de su despacho, Aitana observaba las luces titilantes de los edificios con el ceño fruncido y la mandíbula tensa. Las palabras de Gabriel aún resonaban en su mente. Había logrado borrar información clave, pero eso no significaba que ella estaba fuera del juego.
Un golpe en la puerta la sacó de sus pensamientos. Elena entró con expresión seria, un sobre en la mano.
-Tenemos un problema -dijo sin preámbulos, dejando el sobre sobre el escritorio de Aitana.
Aitana lo abrió sin titubear y deslizó su contenido. Fotografías. Documentos con sellos oficiales. Una mezcla de papeles que, al analizarlos con rapidez, le hicieron soltar un suspiro exasperado.
-¿Cómo demonios consiguió esto? -preguntó, alzando la vista hacia Elena.
-No lo sé, pero Gabriel está contraatacando con fuerza -respondió su amiga-. Logró alterar varios registros bancarios y ha plantado pruebas que nos incriminan en movimientos financieros sospecho