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Fricción y Redefinición

El día siguiente fue un torbellino de emociones y pensamientos contradictorios. Emma no había esperado que su conversación con Sebastián fuera tan intensa, ni que sus palabras calaran tan hondo. Mientras se encontraba en su escritorio, revisando documentos y gestionando la interminable lista de tareas, su mente no dejaba de regresar al momento en que él le confesó que no solo la veía como un juego. Algo en la forma en que lo dijo, con la mirada fija y las palabras tan medidas, había tocado una fibra sensible dentro de ella. Sin embargo, se aferró a la determinación de no dejarse arrastrar.

En algún rincón de su mente, sabía que Sebastián no era alguien fácil de leer. Su fachada de hombre insensible, de magnate que obtenía lo que quería sin cuestionamientos, no podía ser su única faceta. Pero Emma no iba a permitir que sus emociones se nublaran por esa intrincada mezcla de atracción y desconcierto. Estaba en una guerra de voluntades, y no podía perder. No iba a ser otra mujer más que sucumbiera a su encantadora y peligrosa manipulación.

Ese día, sin embargo, Sebastián parecía haber decidido dejar su fachada de indiferencia. A lo largo de la jornada, la tensión entre ellos se hizo palpable en la oficina. Él la miraba desde su escritorio, cada vez que ella pasaba por la entrada de su oficina, pero no intercambiaban palabras. Ella lo ignoraba, concentrándose en el trabajo como si él no existiera. A pesar de su fachada de profesionalismo, Emma podía sentir la energía que emanaba de él, una energía que parecía arrastrarla de manera involuntaria.

El día se fue deslizando entre correos electrónicos y reuniones, pero algo estaba a punto de cambiar. Al final de la tarde, cuando el reloj marcaba las 6:00 p.m., Emma estaba a punto de salir. Tomó su bolso, cerró su computadora portátil y se levantó de su asiento, lista para irse a casa, cuando la voz de Sebastián la hizo detenerse en seco.

"Emma," dijo, de nuevo con ese tono serio pero ahora con un toque de suavidad que ella no había escuchado antes. "¿Un minuto?"

Emma suspiró, cerrando los ojos por un instante antes de girarse hacia él. "¿Qué más quieres, Sebastián?"

Él se levantó de su escritorio y caminó hacia ella con una tranquilidad inquietante. "Quiero hablar. Sin juegos, sin apuestas. Solo tú y yo, en serio."

Emma se cruzó de brazos, mirando fijamente sus ojos azules. "¿De qué se trata esta vez? ¿Piensas que me voy a rendir ante tus encantos? Porque no lo haré."

Sebastián la observó por un momento, como si estuviera sopesando sus palabras. Luego, un leve atisbo de una sonrisa apareció en su rostro. "No estoy tratando de convencerte de nada, Emma. Solo quiero que me escuches."

"Escucharte, ¿para qué? Para que sigas con tu juego de siempre, donde tú eres el ganador y yo la perdedora?" replicó ella, su voz llena de sarcasmo.

El hombre dejó escapar un suspiro, frustrado, y dejó de caminar hacia ella. Miró a su alrededor, como si necesitara un momento para ordenarse, y luego se dirigió a la ventana de su oficina. "Lo que te dije sobre la apuesta, lo que hice, fue un error. No lo entiendo, pero te aseguro que no fue lo que esperaba."

Emma lo observaba en silencio, pero no dijo nada. La verdad era que no quería escuchar más excusas, no quería más juegos. Quería ver acciones, no palabras.

"Sebastián, ya basta de justificaciones. Me conoces poco. ¿No te das cuenta de que, para mí, todo esto ha sido un engaño desde el principio?" Su tono estaba lleno de una firmeza que casi sorprendió a ambos.

Él giró sobre sus talones, la mirada ahora más intensa. "No es un engaño, Emma. Lo que te dije no fue solo un juego, ni una broma. Cuando te vi, me sentí... atraído por ti. Más de lo que quiero admitir."

Emma se quedó callada, sin saber qué responder. La última declaración de Sebastián la dejó sin palabras. Las palabras flotaban en el aire, pero ella no quería sucumbir a ellas. Él había estado jugando con su vida, con su orgullo. No podía permitirse creer en ninguna de sus palabras. Pero aún así, una pequeña parte de ella quería que él fuera sincero, quería que todo lo que había pasado fuera real.

Sebastián dio un paso hacia ella, ahora mucho más cerca, como si quisiera cerrar la distancia que los separaba. "Sé que no me crees. Y no te culpo. Pero lo que estoy tratando de decirte es que... no solo te vi como un reto, Emma. Te vi como algo más, algo real. Y sé que todo lo que he hecho hasta ahora ha sido una total tontería."

Emma lo miró fijamente, su respiración comenzando a acelerarse mientras sus pensamientos chocaban entre sí. ¿Cómo podía ser esto posible? ¿Cómo podía él decir esas cosas después de todo lo que había ocurrido?

"Si quieres que me lo crea," dijo finalmente, su voz dura, "deberías empezar por demostrarlo. No me hagas más promesas vacías ni palabras bonitas. No soy tonta, Sebastián."

Un silencio pesado llenó la habitación mientras él parecía luchar con lo que estaba a punto de decir. "De acuerdo," dijo él en voz baja. "No te haré más promesas vacías. Pero, lo que te pido es que me des la oportunidad de demostrarte que mis sentimientos por ti son reales."

Emma lo observó, su corazón latiendo rápidamente en su pecho. Era una propuesta que la descolocaba. Ella había estado tan concentrada en proteger su orgullo, en mantenerse firme ante él, que no había considerado lo que podría estar detrás de sus acciones.

"¿Y qué se supone que significa eso, Sebastián?" preguntó ella, sintiendo cómo su mundo se tambaleaba ante la magnitud de la oferta que él le hacía.

Él le dio una mirada intensa, y por un momento, parecía que todo el espacio entre ellos desaparecía. "Significa que estoy dispuesto a demostrarte que hay algo más entre nosotros. No voy a seguir jugando. Quiero ser honesto contigo."

Emma lo miró por un largo momento, con el corazón acelerado y la mente llena de dudas. ¿Debería creer en él? ¿Debería rendirse y permitir que Sebastián la atrapara en sus redes de nuevo? O, por el contrario, ¿seguiría firme, sin permitir que sus emociones la arrastraran?

El silencio se alargó, y finalmente, Emma rompió la mirada con él. "No sé si puedo creer en ti. No sé si puedo confiar en ti después de todo lo que has hecho."

Sebastián dio un paso atrás, como si ya esperara esa respuesta. "Lo entiendo. Solo te pido que me des tiempo. Eso es todo lo que puedo pedir."

Emma asintió levemente, sabiendo que este era un punto de inflexión. Si alguna vez iba a ver algo más allá de las palabras vacías de Sebastián, tendría que dar el paso ella misma, aunque le aterraba la idea. Porque, en el fondo, sabía que lo que él estaba pidiendo no solo era una oportunidad para él, sino para ellos dos. Pero, por primera vez, ella no estaba segura de si estaba lista para jugar ese juego.

Y así, con la mente llena de incertidumbres, Emma se dio la vuelta y salió de la oficina, dejando atrás a un Sebastián que se quedó allí, en silencio, mirando su vacía silla, preguntándose si alguna vez lograría ganarse la confianza de la mujer que había comenzado a cambiar su vida de formas que no comprendía por completo.

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