Estaba enamorada de él, del millonario playboy. Pensaba que mi sinceridad y mi amor podrían dar calidez a su frío corazón, pero no esperaba descubrir que, tras quedar embarazada, él no tendría intención de casarse conmigo. Y me marché con tristeza. Después de la cesárea y de perder a mis bebés, mi corazón quedó destrozado. En ese momento, juré que me vengaría y ahora he regresado más fuerte que nunca a destruir a los que me hicieron daño.
Leer másCinco años antes:
—¡¿Dónde están?!- grité colérica. Arrancando la intravenosa de mi brazo, y levantándome de la cama.- ¡¿Qué han hecho con ellos?! ¡Dónde están mis bebés!
Salí de mi habitación de hospital, gritando por el pasillo como lo haría una loca.
El médico llegó, acompañado de un equipo de seguridad.
Me agarraron ente ellos y me medicaron con un somnífero que me dejó dormida hasta el día siguiente.
Cuando desperté, mi tío estaba a mi lado, mirándome con una sonrisa tan malvada y siniestra, que hoy en día aún me hiela la sangre.
—Feliz cumpleaños número veinte.- se burló.
—¡¿Dónde están mis hijos?! ¡¿Qué has hecho con ellos?!
Él me miró con desdén, y me dedicó una mueca de asco.
—Esas ratas murieron. Me aseguré de que la cesarea fuera planificada con antelación para que no sobrevivieran. Eran demasiado pequeños y débiles- masculló.
El mundo se detuvo para mí en ese instante.
—El doctor falsificó tu historia clínica. Se registró que sufriste una hemorragia durante la cesárea y por tal motivo te han extirpado el útero.
Sudé frío.
—No podrás tener más hijos. Así no tendré que lidiar más con tus estupideces.
Me incorporé en la cama, dispuesta a agredirlo físicamente, juro que en ese momento no me importó ir a prisión con tal de arrancarle los ojos con mis propias uñas, pero él se puso en pie, alejándose. Y yo me sentía demasiado débil y adolorida como para golpearlo.
—El día de hoy será la última vez que nos veamos. Ten.- me entregó un cheque y yo arrugué el entrecejo. – este es el dinero de tu herencia. Haz con él lo que te plazca, pero has de saber que para mí y para el mundo estás muerta.
—¿ Cómo…?
—Todo se puede resolver con dinero. Aquí han firmado tu acta de defunción, Cinthia Montero ya no existe.
—¿Entonces quien soy?- Susurré.
—Nadie. Desde el momento en que te dejaste preñar por el hijo de esos malditos asesinos, has sido una doña nadie. Y eso serás hasta tu muerte.
El pecho me dolía, y mi corazón, tan lleno de esperanzas y sueños, se convirtió en una piedra dura y fría.
—Desaparece o la próxima vez que nos veamos, te mataré.
Él se largó, y yo me quedé en el hospital unos pocos días más.
Al salir de allí supe, que el hombre que me había embarazo se había casado con su prometida y que lo que el inmundo de mi tío me había contado era todo cierto.
Mis cuatro bebés estaban muertos. Y yo no podría volver a ser madre nunca más.
Tomé el dinero de mi herencia y me fui a Italia.
Allí me sometí a una cirugía plástica para cambiar mi rostro.
Me hice de una nueva identidad y luego pagué para estudiar negocios y administración de empresas en una universidad de los Estados Unidos, con la firme idea de regresar y vengarme. Y lo he hecho, he regresado a España.
He venido a cobrar venganza sobre todos aquellos que me jodieron la vida y me arrancaron la posibilidad de ser feliz.
Oscar:
—El día de hoy estamos aquí para celebrar que Metalúrgica Sanpier se ha situado entre las mejores quinientas empresas, no solo de España, sino del mundo.
Una ronda de aplausos interrumpe mi discurso, y aprovecho la oportunidad para contemplar a los doscientos invitados que están en el salón.
Debo reconocer que Monique se ha esmerado. Sin lugar a dudas, la gente que contrató para la decoración y el catering sin profesionales.
—Esta compañía fue fundada por mi padre hace treinta años. Al principio, no hubo muchos que tuvieran fe en nosotros e incluso a través de los años, diferentes contrincantes han intentado sacarnos del negocios.
Reina el silencio en el salón, y mi mirada cae sobre una persona a la que no conozco,pero de la que oído hablar.
Chiara Fierro, la CEO de Fierro Investments, está aquí.
Su presencia en este evento es muy importante.
Esa mujer es una tiburona en lo que a negocios respecta. Comenzó a operar su empresa de inversiones hace dos año, y rápidamente ha escalado a ser una de las personas más influyentes en el mundo financiero.
Ha crecido su fama de ser experta reconociendo buenas oportunidades de inversión. Tanto así, que se rumorea que “donde pone el ojo, pone la bala”.
Todas las veces que ha decidido asociarse con una compañía, dicha empresa termina siendo una mina de oro.
—Todos mis empleados conocen mi política de trabajo. La cual está centrada en cinco puntos fundamentales:
# 1: Conócete a ti mismo: para abrir caminos, si sabes cuáles son tus debilidades y fortalezas, podrás explotar estas últimas para seguir creciendo.
#2: Estimula tu crecimiento: los nuevos desafíos suelen dar miedo pero, gracias a ellos, aprenderás nuevas cosas y adquirirás nuevas habilidades.
#3: Trabaja (y mucho): con mucho trabajo, dedicación y compromiso, se abre el camino dentro de la compañía para llegar a ejercer este elevado cargo con altura y soltura.
#4: Encuentra soluciones: una de mis frases más frecuentes es “siempre estoy orientado a la acción porque siempre hay maneras de salir adelante”.
—Y número cinco, Ver lo que los otros no ven: trabajar el pensamiento crítico como CEO es una de las tareas diarias para todo aquel que asume este rol; sin embargo, es importante trabajar la habilidad de ser visionario aunque el puesto sea de menos liderazgo.
Los presentes vuelven a aplaudir, y yo les devuelvo una reverencia.
—Disfruten de esta magnífica velada.
Los empleados del servicio se repliegan, comenzando a servir la cena que se ha preparado para la ocasión, y bajo de la tarima, reuniéndome con mi secretario.
—¡Ella está aquí!- comenta Mario, nervioso.
—Lo sé. Ya la vi. La pusiste en mi mesa. Además, era imposible que yo no la notase en ese vestido rojo.
La mujer era un completo enigma.
Se conocía que era la heredera de un poderoso magnate italiano, llamado Gonzalo Fierro. Se rumorea a que el hombre y ella habían sido amantes por tres escandalosos años, hasta que él murió. Se cree que su aventura fue ampliamente seguida y publicada por la prensa y paparazzi italianos. Ya que en su tiempo, estremeció a la alta y conservadora sociedad de ese país.
El sujeto falleció, de un infarto, a la edad de sesenta y dos años. No sin antes dejarle toda su fortuna a la joven Chiara.
Cuando había el reporte de los investigadores, había elevé una ceja ante esa pequeña porción de información. Ya que la misma pintaba a la Señora Fierro como una caza fortunas.
Sin embargo, Oscar se sorprendió al saber que su empresa de inversiones era suya, y no del difunto Gonzalo.
—Señora Fierro, gracias por venir.- comenta Mario con una amplia sonrisa en sus labios.
—No me lo habría perdido por nada en el mundo.- murmura ella, en un tono bajo, gutural, casi seductor.
—Permítame presentarle a nuestro anfitrión y el homenajeado de la noche el Señor Oscar Sanpier, CEO de la Metalúrgica Sanpier.
Ella me recorre con su mirada, con lentitud, tomando nota de los más minúsculos detalles, y termina elevando una finísima ceja. No estoy seguro de si en sorpresa o desdén.
—Un gusto.- articula. Pero el tono de su voz deja entre ver todo lo contrario.
—El placer es todo mío.
Se da comienzo a la cena, y tomo mi puesto justo al lado de la empresaria.
El menú está exquisito, y nos ha costado un pastal, traer caviar y langostas, y otros tipos de alimentos exóticos. Sin embargo, y a pesar de que el catering es de primera calidad, noto que la Señora Fierro solo se ha servido una ensalada.
—Me preguntaba si…mientras cenamos, podríamos discutir a fondo sobre el préstamo que mi nuevo proyecto necesita. – murmuro, mirándola.
—Ya me preguntaba yo cuando saldría a colación el dinero.- susurra ella. Pinchando una lechuga y llevándosela con lentitud a los labios. – creí que esta sería una fiesta para despejar un poco de los asuntos de negocios…pero ya veo que me equivoqué.
Comprimo los labios.
Permaneciendo en silencio durante los minutos restantes, hasta que los invitados terminan de cenar.
La orquesta comienza a tocar, y unos pocos atrevidos toman la pista de baile.
—Le apetecería bailar…eh, ¿como debería llamarla? “ Señora Fierro” la hace sonar tan…mayor, ¿no cree?
Ella me lanza una mirada cínica.
—Estoy convencida de que usted sabe mi nombre de pila.
Ella tiene razón.
—Bueno… ¿bailamos , Chiara?
Ella se pone en pie con lentitud, ofreciéndome su mano, y la guío a la pista de baile.
—Quiero que sepa que estoy muy agradecido de su presencia aquí esta noche.
Ella guarda silencio, limitándose a mirarme directamente a los ojos, mientras bailamos.
—Y espero que esta oportunidad sea el comienzo de una muy buena relación laboral.
Ella sonríe, mostrándome sus blancos dientes con lentitud.
—Con toda seguridad.
Arrugo el entrecejo.
Al tenerla en mis brazos, y mirarla directamente a los ojos, algo aletea dentro de mí.
No sé.
Una diminuta sensación de reconocimiento…¿tal vez?
—¿Nos habíamos conocido antes?- interrogo.
Ella eleva la comisura derecha de sus labios, en una media sonrisa. Y esta sensación de que la conozco se intensifica.
—No lo creo, Señor Sanpier.- ella acaricia la solapa de mi traje, con lentitud ensayada, y yo me tenso al instante.- viví por muchos años en Italia, pero estoy convencida de que nunca olvidaría a un hombre tan apuesto como usted.
Sus brillan con un destello malvado, y yo arrugo el entrecejo.
¿Acaso está filtreando conmigo?
Bailábamos, al compás de una melodía lenta. Su vestido era una confección diseñada para acentuar sus curvas, dejándole media espalda afuera.
Tragué en seco.
El color rojo es mi favorito.
Y ella era dueña de una piel morena y un cuerpo de sirena, que con sus lento baile, estaban conduciendome a pensar que caer en la tentación no sería un pecado tan terrible.
La canción terminó. Nos separamos, y cuando le ofrecí mi codo para llevarla de regreso a nuestra mesa, me percaté de que Monique estaba justo allí, esperándonos.
—Señora Fierro, permítame presentarle a mi esposa, Monique Sanpier.
Monique le dedicó una mueca de desagrado, recorriendola con la mirada.
Otra mujer, una menos segura de sí misma, habría dudado ante tan frío saludo, pero Chiara sonrió ampliamente en dirección a la rubia.
—El placer es todo mío.
En el suelo, una personita se abrazó a mis piernas, y me incliné, para tomarlo en mis brazos.
—Monique, ¿cuántas veces debo decirte que no lo sueltes? Y menos en un momento como este, en que el salón está lleno de personas.
—Ya pesa demasiado para que yo lo esté cargando todo el tiempo, Oscar. Además, terminaría ensuciando mi vestido con sus zapatos.- protesta ella.
—¡Papi!- chilló el pequeño, aferrándose a mi cuello, y retorciendo sus manitas contra sus ojos.
Era evidente que Dominic, mi hijo, tenía sueño.
El volvió a apartarla.—No es necesario que hagas esto. Ya bastante mal me siento de saber que mi hijo vivió durante años con una desquiciada que lo mandaba al hospital cada vez que yo…- Oscar se mordió el labio.—Ella no volverá a lastimarnos, mi amor.¿ Mi amor? Pensó Oscar.—Ahora solo debes concentrarte en tu recuperación. Cuando salgas de aquí, nos casaremos. Viviremos juntos y …Él negó.—Chiara, mírame.¡ Parezco un pandillero!—Eso no importa.- Susurró ella, acariciando su mejilla herida.—No me casaré contigo.- masculló él.- solo estás diciendo esto porque me tienes lástima.—No. – Chiara tomó su mano, besándola- digo esto porque pasé una noche entera creyendo que estabas muerto. Eso, y casi morir ahogada hace unos días, me hizo reflexionar sobre muchas cosas, la más importante de ellas es nosotros.Ella lloraba desconsoladamente, sujetando su mano.—Nos casaremos en cuanto te den en alta.- anunció ella, sonriente.—Oye, que aún no digo que sí.- protestó Oscar.—¿No quieres? ¿
Sin esperar por permiso, salió de su habitación preguntando dónde quedaba la terapia, le indicaron que estaba en el tercer piso, y hacia allá se dirigió. Llegó justo en el momento en que las cortinas estaban descorridas, y los médicos luchaban por resucitar a un paciente. —Salió bien de su operación, pero cayó en paro hace unos minutos.- escuchó que una enfermera le explicaba a otra. Cjista caminaba de aquí para allá nerviosamente. —Cargando, despejen… - el sonido de la descarga eléctrica la hizo palidecer. Como ella miraba a través de una pared de cristal y de lejos, no lograba ver si el paciente era Oscar. Pero era evidente que el único paciente en esa pequeña sala. Comenzó a morderse las uñas, mirando a todas partes, como buscando algo… —Cargando, despejen…- otra descarga eléctrica sobre él. Chiara se estaba poniendo histérica. El paciente no respondía a pesar de que los médicos batallaban por salvar vida. —Aumenten la dosis de epinefrina.- ordenó el médico. Ella elevó u
Dentro de la furgoneta, Oscar y Monique discutían.Ella le recriminaba por preocuparse por la maldita mujer que había arruinado la felicidad de ambos, el sentís que le ardía estómago.—¿Felicidad? ¡¿De qué felicidad, hablas loca?!- masculló él. –¡ tu y yo nunca fuimos felices!—Pudimos haberlo sido.- lloró ella. – si esa mujer no de hubiera interpuesto entre nosotros…—No te engañes Monique, tú y yo nunca tuvimos nada. Nunca hubiéramos sido nada, porque yo siempre ame a Cinthia.—¡No! ¡Ella está muerta!—No lo está y lo sabes, amo a Chiara.Monique se rió.—Ella está muerta Oscar.¡ A estas horas, ya se ahogó! Solo me tienes a mí. ¡Siempre me tendrás solo a mí!—No me lo menciones…¡¿o es que a así crees que he olvidado que tú saboteaste el avión de mis padre y si esposa?!Ella elevó un hombro desinteresadamente.—Era necesario. Estabas demasiado acaramelado con aquella cretina, la estilista pelirroja. Yo sabía que salías con ella por lo mucho que se parecía a Cinthia, y a tu padre no p
Interrogaron al guarda de la puerta, para descartar si la sospechosa había subido al los ascensores, el guarda respondió que no.Luego de eso, los agentes tomaron las escaleras, entrando al apartamento de Oscar primero, y luego al de Chiara. Ambos estaban limpios.—No lo comprendo. Debería estar aquí.- protestó Adrián.Daniel arrugó el entrecejo.Oscar y esa maldita mujer tampoco estaban por ningún lado.—¿Se la habrán llevado con ellos?—No. El mensaje de Oscar fue claro. Monique la ocultó aquí, en algún lugar.Chiara luchaba desesperadamente, sabía que no tenía salida. No sabía cuánto tiempo había transcurrido, pero era el suficiente como para que el agua subiera, por encima de su cabeza, y faltando pocos milímetros para que la cubriera completamente.Le tembló el mentón.Lamentando que las cosas terminaran así.Lamentando el morir de esta manera, dejando tantos asuntos sin resolver.Ella sabía, que a pesar de su muerte, Oscar cuidaría a Dominic. Un buen novio no había sido, y un bu
Oscar estaba emputado.—¡Hija de puta!- maldijo.Había pasado media hora antes de que él se diese cuenta de que Chiara estaba desaparecida.Algo estaba terriblemente mal. Chiara no estaba.Simplemente había desaparecido, y él sabía que ella no se marchara sin avisarles.Oscar podía sentirlo.Sin embargo, no tenía como demostrar que algo terrible estaba sucediendo porque por protocolo la policía solo considera desaparecida a una persona después del las setenta y dos horas de su ausencia.Él no podía esperar esa cantidad de tiempo. Sin embargo, tampoco sabía que hacer, ya que no tenía ni la menor idea de lo que estaba sucediendo realmente.Chiara vio que Monique la tenía metida en una van. Pero no se estaban moviendo.Estaban ocultas en el parqueo de algún edificio.—El regresará a mí.- mascullaba Monique, nerviosamente, caminando de aquí para allá, en lo que retorcía sus manos.- siempre lo hace. Si ella desaparece, el regresará a mí.Chiara rodó los ojos.Aquella situación era tan irón
Chiara intentaba concentrarse en el trabajo, pero le resultaba difícil.Adrián entraba y salía constantemente de su oficina, molestándola en vez de ayudarla.Habían pasado semanas y aún no había noticias.El cabrón de Gerardo se negaba a hablar y a Monique la habían encerrado en un manicomio.Dominic no dormía bien por las noches últimamente, se retorcía en sueños o lloraba.Y ella lo tomaba en brazos, intentando consolarlo.El niño estaba asustado.Y ella también.No tanto por todo lo que le había tocado vivir, sino porque no había noticias de las niñas.Y ella cada vez más creía que podían estar muertas.—Haré unas averiguaciones y luego te haré saber.- le prometió Augusto a Oscar.- ahora que tú…ah…ex, te ha comprado una compañía propia, imagino que nos dejarás.—Sí.- dijo Oscar secándose las lágrimas.—Bueno…no habrá problemas entonces. No me veré en la penosa necesidad de despedirte.Oscar asintió.—Arriba ese ánimo, Sanpier. Tengo contactos influyentes y estoy convencido, de que me
Último capítulo