Hanna necesitaba dinero para recuperar la custodia de su hijo después de que su ex-marido le robara todo y se lo llevara. Conoció a Tiffany por casualidad y aunque no podía explicar cómo aquella mujer podía parecer tanto a ella, no pudo rechazar la oferta que le hizo, no solo por compasión, sino porque estaría incluso en la misma ciudad a la que su ex-marido había llevado a su hijo. Hanna debía hacerse pasar por Tiffany, la suplantaría como esposa de Maximiliano, un hombre encantador que había sido obligado a casarse por un trato entre ambas familias años atrás y que solo quería darles una buena vida a sus hijos, aunque Hanna debía encargarse de que aquello no sucediera, ya que debía mantener aquel infeliz matrimonio. Hanna sabía que no debía enamorarse, entendía que aquella suplantación terminaría cuando Tiffany regresara con su esposo y recuperara su lugar, pero vivir con Maximiliano hacía las cosas difíciles porque aquel hombre era todo lo que Hanna alguna vez había deseado. Todo lo que su ex-marido, nunca fue . Sin embargo, no sabía qué sucedería cuando todas las verdades salieran a la luz y esa chispa que había entre los dos fuera apocada por las mentiras que los habían llevado a conocerse.
Leer másCapítulo 1 : Sin absolutamente nada
Estaba perdida. Hanna limpió las lágrimas que caían de sus ojos mientras la fría y solitaria sala de espera del bufete para abogados donde se encontraba le parecía el último lugar del mundo donde quería estar. Hacía dos meses, el bastardo con el que se había casado cinco años atrás se había ido, se había llevado cada centavo que habían reunido o, mejor dicho, que ella había reunido y le había presentado el divorcio.
¡El divorcio!
La vida había sido difícil para Hanna, su madre la había abandonado en casa de su abuela, había crecido con una mujer mayor y cascarrabias que de algún modo la orilló a querer escapar de casa con la primera persona que le dio algo de amor.
Aquel había sido el motivo de que se casara demasiado joven con un hombre tres años mayor. Las cosas habían ido bien hasta que se había quedado embarazada, pero para cuando el niño nació, Hanna incluso lo había agradecido. Nunca había estado enamorada de su esposo, pudo verlo con claridad justo cuando descubrió que tenía una amante mucho más joven.
Ni siquiera le importó. Sin embargo, ese maldito le había robado a su hijo, para castigarla aún más, la había dejado en la calle, había contratado a un abogado malicioso que se ayudó del hecho de que solo había terminado el instituto para darle más constancia al hecho de que no podría mantener al niño por sí sola.
¡Ella había reunido cincuenta mil dólares!
Con trabajos de bajo sueldo, Hanna sabía qué era capaz de cuidar de su propio hijo, pero el juez ni siquiera la escuchó. Nadie la había escuchado antes, aunque nunca tuvo que hablar realmente, sin embargo.
Las cosas cambiaban cuando lo único que le importaba había sido alejado de ella. Su vida miserable de esos últimos años con Harry habría sido en vano si aquel hombre tenía a su hijo. Él realmente no podría cuidarlo, era demasiado cruel y aquello aterraba a Hanna.
La mujer miró a la recepcionista que achicaba sus ojos con extrañeza mientras la observaba. Llevaba aún el uniforme de la funeraria donde había estado limpiando los últimos meses para conseguir pagar aquel carísimo abogado en Manhattan.
— Puede pasar señora Ramos — la mujer detrás del mostrador le habló a Hanna — el abogado Smette le espera
La mujer se puso en pie, caminó tranquilamente hacia la puerta y lanzó a la basura el pañuelo de papel que había usado para limpiar sus lágrimas. La mujer suspiró mientras se sentaba justo frente al escritorio de aquel hombre.
— Buenas tardes, señora Ramos, he visto su expediente, así que vayamos al grano.
— ¿Tiene usted un trabajo estable?
— No, aún no soy fija, pero mi jefe dice que en un par de semanas yo…
— ¿Tiene un lugar donde estar?, ¿Una renta estable?, un lugar donde podamos asegurarle al instituto de niños y familia que está completamente a salvo.
Hanna abrió y cerró su boca tratando de encontrar la forma correcta de responder aquellas palabras, sin embargo, no podía dar una afirmación positiva a ninguna de aquellas palabras.
— Estoy en ello, pienso irme a vivir con mi abuela en un par de semanas y le aseguro que mi hijo tendrá todo lo necesario, así que…
— No puede estar en ello, su exmarido ha declarado que usted es insolvente, que no tiene trabajos fijos o el recurso necesario para brindarle un techo a su hijo — la miró — también dijo que su abuela, es una mujer mayor que necesita cuidados, cuidados que tiene que pagar el gobierno porque usted no puede cubrir su seguro.
— Lo sé, pero eso no tiene nada que ver con mi…
— Todo tiene que ver, señora, y realmente quiero ayudarla, pero no veo forma de que gane si contra demandamos — respondió el abogado —. Para serle sincero, ni siquiera creo que pueda pagarme.
— ¡Pero, ¿cómo se atreve? — Hanna se indignó ante aquellas palabras — ¡Por supuesto que puedo pagarle! Estoy trabajando para eso, vine aquí a que me diera una solución, ¡no a escucharle decir que soy una muerta de hambre!
— No me malinterprete, es solo que es un hecho que usted…
— ¿Sabe qué?, buscaré otro abogado, no quiero tener nada que ver con personas como usted.
La mujer se puso en pie, se acercó a la puerta y cuando se abrió, no solo la secretaria la miró como si hubiese escuchado prácticamente todo lo que había dicho, sino que una mujer, increíblemente idéntica a ella, se puso en pie para pasar a su lado y entrar en la oficina. Hanna se quedó un segundo.
Trastornada por lo que había parecido un espejismo, miró sobre su hombro aún en shock, pero la puerta del despacho se cerró, recordándole que probablemente solo había sido una ilusión.
Tiffany ni siquiera miró mucho a la mujer que sin duda parecía una copia barata de ella. Miró hacia atrás antes de cerrar la puerta, pero se dijo que probablemente solo era una pobre mujer con la suerte de verse bien. La chica se sentó en la silla frente al abogado que había contratado. Se cruzó de brazos mientras el hombre carraspeó desviviéndose por atenderla.
— Señora Almar, es un placer tenerla en…
— ¡Quiero saber cómo hago para detener esto! — la mujer empujó la absurda carta que había recibido hacía dos semanas desde Tennessee.
El abogado miró la carta con curiosidad, la leyó antes de alzar la mirada hacia la mujer demasiado molesta que tenía enfrente y carraspeo una vez más para hablar con ella.
— Esta es una demanda de divorcio, al parecer su esposo la está acusando de infidelidad y abandono de hogar por tiempo relativamente prolongado, también dice que prefiere que sea de mutua acue…
— ¡Infidelidad!, no sé de dónde saca eso y solo he estado fuera de casa seis meses — la mujer achicó sus ojos — sabe perfectamente donde estoy, he pagado la renta con su dinero, ese maldito quiere sacarme de su vida, ¡No puedo divorciarme!, impídalo.
— No hay mucho que hacer si uno de los cónyuges quiere el divorcio, le recomiendo volver a casa y que trate de hablar con su…
— ¡No hay forma de hablar con ese miserable lo detesto!, ¡Imposible volver a su casa tampoco!
— Pero no creo que pueda detener esto si no lo haces, señora. Sabe el divorcio es un tema que no exige la aprobación de ambos cónyuges, debería tratar de arreglar las cosas con su esposo.
— No quiero arreglar nada con ese bastardo como ya le dije, solo quiero que me deje en paz, vivir mi vida como quiero sin ningún divorcio.
— Pues realmente no veo cómo solucionaremos esto sin que usted arregle de nuevo la relación con su esposo.
— ¿Comenzar de nuevo? Nunca he tenido algo en primer lugar, así que no hay nada que recomenzar, tendría que volver a nacer para que ese idiota y yo nos… — Tiffany golpeó la mesa frente a ella — la mujer que se fue, ¿qué hacía aquí?, ¿La conoce?
— Oh, bueno, no la conozco, solo… un absurdo caso de custodia, no tiene donde caer muerta, pero quiere recuperar a su hijo de un marido que parece toda una joyita, pero no creo verla otra vez, no creo que pueda ganar ningún juicio así que…
Tiffany sonrió, se puso en pie con prisas y ni siquiera habló con el hombre antes de correr fuera. Sus ojos se movieron hacia la calle cuando consiguió salir del despacho, vio el llamativo traje negro de la mujer que había visto antes. Corrió sobre sus carísimos tacones hasta ella. La tomó del brazo justo antes de que subiera al autobús y dijo lo que realmente pensaba mirando a la extraña directamente a los ojos.
— Hazte pasar por mí y consigue que mi marido no quiera el divorcio — Tiffany soltó a la mujer que la miraba incrédula para limpiar disimuladamente la mano con que la había tocado — te pagaré lo suficiente como para que puedas tener a tu hijo de regreso, escúchame,te prometo que esto no es una locura.
Dos meses despuésHanna suspiró mientras Maximiliano la abrazaba, sus ojos se encontraron con los del hombre acostado en la cama de aquel hospital. Anderson estaba furioso por su nueva condición, pero no había nada que pudiera hacer.— ¿Qué hacen aquí? — gruñó — porque vinieron.— Hanna quería ver cómo estabas, además, mañana te darán de alta, así que queríamos ver si necesitabas algo.— No necesito nada — gruñó el hombre — solo quiero que todos me dejen en paz, ya que no puedo hacer otra cosa que morirme del asco sobre esta cama por culpa de la loca de Tiffany.— Sobre eso... — Hanna miró a su padre — padre, Tiffany, está mal, tuvo un brote psicótico, está bajo tratamiento, pero en unos meses será el juicio y…— No voy a declarar, no quiero verla, espero que se pudra en la cárcel como la loca que es.Hanna no pudo decir nada, ya que Maximiliano colocó una mano sobre las suyas, asintió ligeramente pidiéndole ser paciente y Anderson volteó sus ojos antes de mirarlo directamente a los o
Maximiliano llegó a aquella casa que visiblemente necesitaba una renovación desde los cimientos. Frunció el ceño cuando solo vio un auto estacionado en la parte delantera mientras las puertas estaban abiertas de par en par.El hombre no lo dudó antes de subir las escaleras hacia la planta superior. Sus ojos se movieron por las puertas cerradas a cada lado del pasillo. Todo resultaba demasiado extraño, así que el hombre temió que Tiffany se hubiese marchado y llevado a Hanna y su hijo.— ¡Hanna! — gritó el hombre con prisas — ¡Hanna!Hanna se acercó a la puerta con prisas, sus ojos se encontraron con los de la mujer sentada a su lado y ella tragó mientras corría hacia la puerta, golpeó fuertemente la puerta para hacerle saber a Maximiliano que estaba ahí mientras se sentía cada vez más esperanzada, ya que llevaba horas sin escuchar a Henrry o a Tiffany, la chica suspiró calmándose.Maximiliano se acercó a la puerta desde la que escuchó salir la voz de su mujer. Él trató de golpear aque
— ¡Déjame ir maldita, loca! — Hanna abrió sus ojos cuando escuchó aquellos gritos —. Voy a acabar contigo, asesina, psicópata de mierda.— ¡Vete a la mierda!La voz de Tiffany reverberó en aquel vacío lugar. Hanna secó sus lágrimas preocupada por su hijo, pero antes de que se acercara a la puerta, esta se abrió. La chica vio a la mujer que lanzaron dentro del cuarto. Estaba desaliñada y cubierta de manchas sangrientas, pero seguía teniendo aquel aire de superioridad que Hanna antes temió.La mujer movió sus ojos hacia ella y cayó sobre su trasero, miró la puerta ahora completamente cerrada para luego arrastrarse por el suelo, tratando de alejarse de Hanna.— Qué mierda es esta — susurró en pánico total —. ¿Tú quién eres?, ¿No estabas ahora mismo ahí fuera?, ¡Me quieres volver loca!— Señora, yo no soy... — Hanna suspiró — escuché. Sé que es una locura, pero al parecer mi padre… el padre de Tiffany nunca le contó que yo existía. Soy… soy su hermana gemela.— ¡Qué! — ese jadeo fue absol
— ¡Suéltame! —Hanna jadeó cuando fue tomada del cabello y lanzada a una habitación mientras su exmarido tomaba a su hijo de una mano para llevárselo lejos de ella.La mujer tembló tratando de golpear la polvorienta puerta de aquel lugar donde había sido empujada. El miedo se quemaba dentro de ella mientras esperaba que Tiffany no cometiera una locura. La mujer escuchó el llanto de su hijo venir desde otra de las habitaciones y maldijo una y mil veces su suerte.— ¡Suéltame, maldita sea!, ¡Henrry has cruzado la línea!, ¿acaso estás loco?La puerta fue pateada desde fuera, Hanna cayó sobre su trasero ante aquel repetido golpe y sus ojos se llenaron de lágrimas cuando escuchó a su hijo llamarla. Sobre la voz furiosa de su padre.— Cierra la boca maldita sea, los hombres no gritan como magdalenas — tragó antes de enfocar sus palabras en Hanna — tú también, deja de gritar como una estúpida porque estás aquí justamente porque lo mereces.— ¿Lo merezco? — Hanna negó — no merezco esto y tú de
— No creo que esté robando, señor — el guardia de seguridad habló mientras seguían checando las cámaras de seguridad —. La señora… parece sin duda alguna nerviosa y no deja de mirar hacia la puerta. La cámara no es capaz de captar si hay alguien ahí, pero estoy casi seguro de que sí lo hay.Maximiliano masajeó su frente, miró su móvil intentando llamar a Hanna una vez más y fue exactamente eso lo que sucedió, se dijo. Su mirada se movió hacia la puerta donde su hijo estaba. Lidiar con todo aquello era complicado, así que prefería mantener a sus hijos lejos o al menos intentarlo, así que hizo una seña a la empleada para que se lo llevase.Caminó fuera de su despacho y no lo pensó mucho antes de tomar uno de sus autos y conducir con prisas hacia el único lugar que conocía y que esperaba, Hanna hubiera escogido para quedarse. Llegó a su departamento una hora después, lo pensó dos veces antes de tocar a la puerta.— ¡Hanna! Abre esa puerta, estoy aquí, ábreme, necesitamos hablar— golpeó c
Maximiliano corrió dentro de casa cuando escuchó el llanto de sus hijos venir desde las puertas, sus ojos se fruncieron cuando vieron a Liam abrazando a su hermana mientras su madre, la verdadera gritaba como una loca mientras fumaba un cigarrillo.— ¡Cierra la boca, niña estúpida! — exigió — ¡De verdad que eres insoportable!— ¡Tiffany! — Maximiliano gritó antes de alejar el cigarrillo de sus manos — ¡Te volviste loca!, que le estás haciendo a mis hijos.Maximiliano abrazó a su hija mientras acariciaba el cabello de su hijo. El hombre tragó con molestia un minuto antes de hablar o al menos intentarlo sin levantar muchas dudas, ya que los niños seguían presentes.— Deja de actuar así, vete a mi oficina ahora mismo y hablemos de este… comportamiento.— ¡No!, no voy a ir a tu mierda de oficina y lo que necesito es que alejes a estos molestos niños de mi vista.— Vete lejos de aquí, Tiffany — gruñó —. Los estás asustando, tú no eres así.— ¿Oh?, así que es eso lo que te preocupa— la muje
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