Quenarra Muller, o Nara, era la esposa legítima de Bastian Arshino, un apuesto heredero de una famosa empresa. Sin embargo, su vida matrimonial se derrumbó cuando Bastian trajo a casa a Veni Caroline, una mujer astuta que afirmaba estar embarazada de su marido. Bastian traicionó a Nara sin piedad, solo porque Nara había sido diagnosticada como estéril. Y eso que solo llevaban un año casados. En lugar de retirarse, Nara decidió aguantar. Su actitud tranquila frustraba a Veni, que seguía siendo considerada una amante, no una esposa legítima. Pero detrás de esa calma, Nara esconde un plan. Ella no es una mujer cualquiera: es una princesa cuya identidad se mantiene en secreto. Y no se queda de brazos cruzados. Planea vengarse utilizando sus contactos. ¿Conseguirá Nara vengarse de quienes le han hecho daño? ¿Es cierto que Nara es estéril?
Leer másParte Uno
—Nara, tenemos que hablar.
La voz grave de Bastian rompió el silencio que llenaba la habitación. Nara levantó la vista lentamente. Su dulce sonrisa se desvaneció en el instante en que vio a su esposo... acompañado. Justo detrás de él, apareció una mujer hermosa. Por supuesto, Nara la reconoció al instante.
El rostro de Nara se tensó de inmediato.
—¿Qué es lo que quieres decirme? ¿Y por qué tu secretaria está aquí? —preguntó, confundida. Sus grandes ojos iban de Bastian a la mujer que ahora se colocaba a su lado.
Con arrogancia, la secretaria tomó del brazo a Bastian. Su sonrisa era cínica, francamente insoportable. Sus ojos escudriñaron a Nara de arriba abajo, con evidente desprecio.
—Ya no soy su secretaria, Nara. Soy la prometida de Bastian. Seré la nueva señora de esta casa —declaró Veni sin el más mínimo atisbo de vergüenza.
—¿Qué has dicho? ¿Prometida...? —Nara no daba crédito. Se volvió hacia su esposo—. ¡Explícame esto! ¿Por qué Veni dice que será tu esposa?
—Lo que dice Veni es verdad, Nara. Ella será mi esposa. Está embarazada de mi hijo. Apenas tiene seis semanas —afirmó Bastian, con tono firme.
En ese preciso momento, a Nara se le cortó la respiración. Su mirada pasaba de Veni a Bastian, con la desesperada esperanza de que todo fuera una broma cruel. Pero no lo era.
—Sí, Nara. Lo que dice Bastian es cierto —confirmó Veni, mientras extendía una hoja—. Aquí está el resultado del ginecólogo, un ultrasonido.
Nara tomó el papel con manos temblorosas. Lo leyó rápidamente, sin importar que sus ojos estuvieran nublados por las lágrimas. Ecografía. Nombre de la clínica. Paciente: Veni Caroline.
—¿Así que me has traicionado? —su voz era apenas un susurro.
Bastian soltó un suspiro profundo.
—Hace tres meses, cuando el médico nos dijo que tú no podrías tener hijos... me sentí desesperado. Siempre quise ser padre, Nara. Ya tengo treinta años, y el tiempo se me va. Entonces conocí a Veni por casualidad, y nosotros...
—¡BASTA! —gritó Nara, interrumpiéndolo—. ¡No quiero escuchar más! —Su emoción explotó. Estuvo a punto de empujar a Veni, pero Bastian se interpuso.
Él sujetó con fuerza la muñeca de Nara y la empujó, haciéndola caer al suelo.
—¡NO TOQUES A MI MUJER, NARA! —rugió Bastian—. Si estás enfadada, descárgalo conmigo. ¡Veni está embarazada de mi hijo!
Nara rió, una risa amarga, al escuchar a su esposo referirse a Veni como "su mujer".
Lo miró con respiración agitada. Sus ojos ardían, no por lágrimas, sino por la furia contenida.
—¿Qué has dicho? ¿Que ella es tu mujer? —sonrió con dificultad, conteniendo las lágrimas—. ¿Y entonces... qué he sido yo para ti todo este tiempo? —intentó levantarse, aunque sus piernas apenas le respondían.
La mirada de Bastian era fría, cortante.
—Durante este último año fuiste mi mujer. Pero desde hoy... Veni ocupará ese lugar.
Esa frase golpeó a Nara con más fuerza que cualquier bofetada. Quedó inmóvil, sin palabras. Su corazón se hizo añicos ante una confesión tan cruel.
Todo cobraba sentido. Durante los últimos tres meses, Bastian había cambiado. No compartía la cama con ella, y siempre rechazaba cualquier acercamiento con excusas de cansancio. Viajaba constantemente por trabajo...
—¿Así que por esto has estado actuando tan extraño estos meses? —preguntó Nara, buscando confirmación.
—Sí. Me siento mucho mejor con Veni. Ella sabe cómo cuidarme, cómo complacerme. Es hermosa, inteligente... incluso en la cama. Y tú... tú solo tienes belleza, pero no sabes cómo hacer feliz a un hombre. Ni siquiera puedes darle un hijo.
Veni sonrió con orgullo al escuchar las palabras de Bastian.
Pero antes de que Nara pudiera replicar, se oyeron pasos apresurados en la entrada. Era doña Maia, madre de Bastian. Entró al salón con expresión severa.
—¿Qué está pasando aquí? —preguntó con voz autoritaria. Sus ojos recorrieron la sala y se detuvieron en el papel caído en el suelo. Lo recogió y lo leyó rápidamente—. ¿De quién es esto? ¿Quién está embarazada?
—Es de Veni, madre. Está esperando un hijo mío —respondió Bastian.
El rostro de doña Maia cambió drásticamente.
—¿Hablas en serio? ¿Veni, tu secretaria, está embarazada de ti? —preguntó, aún incrédula.
Bastian asintió. Veni se acercó a ella con lágrimas fingidas en los ojos y tomó sus manos.
—Sí, es verdad. Pero... si usted no aprueba esto, señora Maia, yo abortaré. Lo siento si me he entrometido en el matrimonio del señor Bastian y la señora Nara —dijo con falsa humildad.
—No. No lo hagas. Ese niño es el futuro heredero de la familia Arshino —respondió doña Maia, acariciando el vientre de Veni.
Luego se volvió hacia Nara, que seguía de pie, petrificada.
—Nara, eres una buena mujer. Pero tú misma sabes que no puedes tener hijos. Nosotros necesitamos un heredero. Lo mejor sería que cedieras tu lugar a Veni.
La sonrisa de Veni se ensanchó al oír aquellas palabras.
—¿Así que quiere que me divorcie de Bastian? —preguntó Nara con la voz quebrada.
—Debes ser consciente de tu realidad, Nara —dijo doña Maia con tono sereno—. No puedes darle un hijo a mi hijo. Él necesita una esposa que sí pueda.
—¡Lo que dice mi madre es verdad! —agregó Bastian—. No sirves como esposa, Nara. Lo mejor es que nos divorciemos para que pueda casarme con Veni. No quiero que mi hijo sea visto como ilegítimo. Tienes que aceptar mi decisión. No puedes darme lo que necesito.
Nara sonrió con amargura y se limpió las lágrimas que habían escapado sin permiso.
—Muy bien, Bastian Arshino. ¡Divorciémonos!
Unos meses después.El vientre de Veni ya se notaba claramente abultado. Su embarazo había llegado a los cinco meses, pero su estatus legal seguía siendo el mismo: aún no era la esposa legítima de Bastian.Aquella tarde, estaban en la sala de estar de la casa de Bastian. Veni estaba sentada con un vaso de zumo de naranja en la mano, el rostro visiblemente molesto.—Bas, ¿hasta cuándo vamos a seguir así? —preguntó Veni, alzando el tono de voz.Bastian la miró de reojo desde el sofá.—¿A qué te refieres?—¡A nuestro estatus! Tengo cinco meses de embarazo y sigo siendo una amante. La gente ya ha empezado a hablar, Bas.Bastian suspiró, intentando mantener la calma.—Estoy buscando el momento adecuado. No me presiones.—¿El momento adecuado? —bufó Veni—. Si esperamos el momento adecuado, este niño nacerá antes de que divorcies a Nara.Bastian guardó silencio unos segundos.—Ya te dije que me encargaré de eso.—Ahora, Bas. Quiero que te divorcies de Nara ahora mismo —exigió Veni.Bastian s
Capítulo 30Eric se despertó con la respiración agitada. Su pecho subía y bajaba con rapidez, y en su frente había un leve sudor. Se incorporó en la cama, observando la habitación oscura a su alrededor.—Dios mío… —murmuró, cubriéndose el rostro con ambas manos—. Solo fue un sueño…Aún podía recordar con claridad los detalles: las caricias, los besos, incluso el aroma del cuerpo de Nara. Todo había parecido demasiado real.Eric se levantó y caminó hacia el baño. Dejó caer varias veces el agua fría del grifo sobre su rostro.—Santo cielo, ¿por qué tuve que soñar algo así? —dijo de nuevo, mirándose en el espejo.Con un largo suspiro, tomó el teléfono de la mesita junto a la cama. Sus dedos se movieron con rapidez, marcando el número de Nara.Tuut… tuut…No hubo respuesta.Eric lo intentó una vez más. Igual que antes, la llamada solo sonó sin que nadie contestara.—Quizá ya está dormida —murmuró. Sin embargo, la curiosidad seguía rondándole la mente.Dejó el teléfono en la mesa y volvió
Esa noche, la habitación estaba en silencio. La lámpara de la mesa emitía una luz tenue, suficiente solo para iluminar el rostro de Nara, que estaba sentada recostada contra el cabecero de la cama.Eric permanecía de pie cerca de la puerta, pero su mirada no se apartaba de Nara. Sus ojos tenían un brillo intenso, aunque también cargado de duda, como si estuviera sopesando algo muy pesado.—¿Por qué me miras así? —preguntó Nara en voz baja, intentando romper el silencio.Eric respiró hondo y luego se acercó.—Nara… hay algo que debo decirte.Nara alzó las cejas, esperando que continuara.—¿Qué?Eric se sentó al borde de la cama, a tan solo unos centímetros de ella.—Yo… no puedo seguir fingiendo que no siento nada. Cada día me resulta más difícil no pensar en ti.Nara bajó la mirada.—Eric…—Sé que está mal. Sé que eres la esposa de Bastian —continuó Eric, con la voz baja pero firme—. Pero no puedo mentir. Me gustas.Nara abrió la boca para responder, pero antes de que pudiera pronunci
A las cinco de la tarde. La calle que conducía a la casa de Nara estaba desierta; solo se escuchaba el motor del coche de Eric.—¿Te sientes mejor? —preguntó Eric, echándole una mirada fugaz a Nara.Nara estaba recostada en el asiento del copiloto.—Sí… mucho mejor. Gracias por cuidarme antes.Eric soltó un suspiro de alivio.—Menos mal. Me has preocupado, ¿sabes?Nara sonrió débilmente.—Perdón por darte molestias.—No es una molestia. Solo… no quiero verte enferma. Y menos ahora… que estás embarazada —dijo Eric en voz baja.El coche se detuvo justo frente a la gran casa, silenciosa. Eric apagó el motor y observó a su alrededor.—Parece que Bastian aún no ha llegado.—No. Cuando trabaja fuera de la ciudad suele volver muy tarde —respondió Nara, mirando hacia el garaje.—¿Tampoco están Verónica y tu suegra?Nara negó con la cabeza.—Cuando salen por la mañana así, no regresan hasta la tarde. A saber dónde estarán de compras.Eric asintió.—Mejor. Así puedes descansar sin tener que hab
Eric volvió a entrar en la habitación con una tableta y un vaso de agua tibia. Pero en cuanto vio a Nara, se detuvo en seco.El cuerpo de Nara temblaba bajo la manta, su rostro más pálido que antes.“Nara?” Eric dejó el vaso sobre la mesa y se sentó enseguida al borde de la cama. Tocó la frente de Nara y soltó una maldición en voz baja. “Mierda… la fiebre ha subido.”Nara abrió los ojos lentamente. Su mirada estaba vacía, pero aún consciente.“Tenemos que ir al hospital,” dijo Eric. “Te voy a cargar ahora mismo.”Pero justo cuando Eric se inclinó para pasar los brazos por debajo del cuerpo de Nara, la mano de ella se alzó, tirando débil pero firmemente del cuello de la camisa de Eric, deteniéndolo.“No…” susurró Nara con voz baja. “Solo… solo necesito un abrazo.”Eric se quedó inmóvil. “¿Qué?”Nara atrajo el cuerpo de Eric hacia el suyo y lo abrazó con fuerza, su cuerpo aún temblaba por la fiebre. Respiraba entrecortadamente, pero con un deseo claro de sentirse protegida.“Solo un mom
El lujoso apartamento de la familia Müller se encontraba en el centro de la ciudad, con estricta seguridad y comodidades completas.La puerta del apartamento se abrió automáticamente cuando Eric presionó el botón del intercomunicador. En cuanto Nara entró, sus pasos vacilaron un poco.“Nara?” Eric la recibió con una mirada sorprendida. “¿Estás bien?”Nara intentó sonreír, pero sus ojos lucían apagados. “Me duele muchísimo… siento que la cabeza me va a estallar.”Sin esperar más explicaciones, Eric se acercó de inmediato y sostuvo el cuerpo de Nara que casi se desplomaba.“Tienes fiebre,” murmuró Eric mientras tocaba la frente de Nara. “Estás fría pero sudando. Siéntate un momento.”Pero antes de que Nara pudiera obedecer, su cuerpo se debilitó. Por reflejo, Eric la alzó en brazos.“Eric…” susurró Nara débilmente. “Puedo caminar sola…”“No te esfuerces, Nara,” dijo Eric con firmeza. “Necesitas descansar.”Con pasos rápidos, Eric llevó a Nara al dormitorio principal y la recostó con cui
Último capítulo