Capítulo Ocho

Apenas el coche de Bastián se detuvo frente a la casa, Veni bajó con pasos lentos, sosteniéndose el vientre con una expresión de agotamiento fingido. Detrás de ella, Bastián descendió también, ayudándola con cuidado, mientras doña Maia cargaba una pequeña bolsa y una botella de agua.

Nada más abrirse la puerta de la casa, Nara apareció desde la sala, apoyando su cuerpo en el marco con los brazos cruzados.

—Oh… así que regresaron. Al final no perdiste al bebé, ¿eh? —dijo Nara con sarcasmo—. Vaya actuación, fue tan buena que hasta mi esposo y mi suegra te creyeron.

Veni se irguió de inmediato, su rostro reflejaba indignación.

—¡Estaba sufriendo de verdad, Nara! ¡Eres cruel!

—¿Cruel? —Nara soltó una risa seca mientras se acercaba con lentitud—. La cruel eres tú. Fingiste caerte sólo para ganar lástima. Qué talento para el drama, Veni.

—¡Ya basta! —gritó Bastián, rodeando los hombros de Veni con un brazo—. ¿Crees que esto es un chiste, Nara? ¡Veni pudo haber perdido a su bebé!

—Si es que
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