La Venganza De La Esposa, Su Marido Se Arrepiente
La Venganza De La Esposa, Su Marido Se Arrepiente
Por: Queen Mikayla
Parte Uno

Parte Uno

—Nara, tenemos que hablar.

La voz grave de Bastian rompió el silencio que llenaba la habitación. Nara levantó la vista lentamente. Su dulce sonrisa se desvaneció en el instante en que vio a su esposo... acompañado. Justo detrás de él, apareció una mujer hermosa. Por supuesto, Nara la reconoció al instante.

El rostro de Nara se tensó de inmediato.

—¿Qué es lo que quieres decirme? ¿Y por qué tu secretaria está aquí? —preguntó, confundida. Sus grandes ojos iban de Bastian a la mujer que ahora se colocaba a su lado.

Con arrogancia, la secretaria tomó del brazo a Bastian. Su sonrisa era cínica, francamente insoportable. Sus ojos escudriñaron a Nara de arriba abajo, con evidente desprecio.

—Ya no soy su secretaria, Nara. Soy la prometida de Bastian. Seré la nueva señora de esta casa —declaró Veni sin el más mínimo atisbo de vergüenza.

—¿Qué has dicho? ¿Prometida...? —Nara no daba crédito. Se volvió hacia su esposo—. ¡Explícame esto! ¿Por qué Veni dice que será tu esposa?

—Lo que dice Veni es verdad, Nara. Ella será mi esposa. Está embarazada de mi hijo. Apenas tiene seis semanas —afirmó Bastian, con tono firme.

En ese preciso momento, a Nara se le cortó la respiración. Su mirada pasaba de Veni a Bastian, con la desesperada esperanza de que todo fuera una broma cruel. Pero no lo era.

—Sí, Nara. Lo que dice Bastian es cierto —confirmó Veni, mientras extendía una hoja—. Aquí está el resultado del ginecólogo, un ultrasonido.

Nara tomó el papel con manos temblorosas. Lo leyó rápidamente, sin importar que sus ojos estuvieran nublados por las lágrimas. Ecografía. Nombre de la clínica. Paciente: Veni Caroline.

—¿Así que me has traicionado? —su voz era apenas un susurro.

Bastian soltó un suspiro profundo.

—Hace tres meses, cuando el médico nos dijo que tú no podrías tener hijos... me sentí desesperado. Siempre quise ser padre, Nara. Ya tengo treinta años, y el tiempo se me va. Entonces conocí a Veni por casualidad, y nosotros...

—¡BASTA! —gritó Nara, interrumpiéndolo—. ¡No quiero escuchar más! —Su emoción explotó. Estuvo a punto de empujar a Veni, pero Bastian se interpuso.

Él sujetó con fuerza la muñeca de Nara y la empujó, haciéndola caer al suelo.

—¡NO TOQUES A MI MUJER, NARA! —rugió Bastian—. Si estás enfadada, descárgalo conmigo. ¡Veni está embarazada de mi hijo!

Nara rió, una risa amarga, al escuchar a su esposo referirse a Veni como "su mujer".

Lo miró con respiración agitada. Sus ojos ardían, no por lágrimas, sino por la furia contenida.

—¿Qué has dicho? ¿Que ella es tu mujer? —sonrió con dificultad, conteniendo las lágrimas—. ¿Y entonces... qué he sido yo para ti todo este tiempo? —intentó levantarse, aunque sus piernas apenas le respondían.

La mirada de Bastian era fría, cortante.

—Durante este último año fuiste mi mujer. Pero desde hoy... Veni ocupará ese lugar.

Esa frase golpeó a Nara con más fuerza que cualquier bofetada. Quedó inmóvil, sin palabras. Su corazón se hizo añicos ante una confesión tan cruel.

Todo cobraba sentido. Durante los últimos tres meses, Bastian había cambiado. No compartía la cama con ella, y siempre rechazaba cualquier acercamiento con excusas de cansancio. Viajaba constantemente por trabajo...

—¿Así que por esto has estado actuando tan extraño estos meses? —preguntó Nara, buscando confirmación.

—Sí. Me siento mucho mejor con Veni. Ella sabe cómo cuidarme, cómo complacerme. Es hermosa, inteligente... incluso en la cama. Y tú... tú solo tienes belleza, pero no sabes cómo hacer feliz a un hombre. Ni siquiera puedes darle un hijo.

Veni sonrió con orgullo al escuchar las palabras de Bastian.

Pero antes de que Nara pudiera replicar, se oyeron pasos apresurados en la entrada. Era doña Maia, madre de Bastian. Entró al salón con expresión severa.

—¿Qué está pasando aquí? —preguntó con voz autoritaria. Sus ojos recorrieron la sala y se detuvieron en el papel caído en el suelo. Lo recogió y lo leyó rápidamente—. ¿De quién es esto? ¿Quién está embarazada?

—Es de Veni, madre. Está esperando un hijo mío —respondió Bastian.

El rostro de doña Maia cambió drásticamente.

—¿Hablas en serio? ¿Veni, tu secretaria, está embarazada de ti? —preguntó, aún incrédula.

Bastian asintió. Veni se acercó a ella con lágrimas fingidas en los ojos y tomó sus manos.

—Sí, es verdad. Pero... si usted no aprueba esto, señora Maia, yo abortaré. Lo siento si me he entrometido en el matrimonio del señor Bastian y la señora Nara —dijo con falsa humildad.

—No. No lo hagas. Ese niño es el futuro heredero de la familia Arshino —respondió doña Maia, acariciando el vientre de Veni.

Luego se volvió hacia Nara, que seguía de pie, petrificada.

—Nara, eres una buena mujer. Pero tú misma sabes que no puedes tener hijos. Nosotros necesitamos un heredero. Lo mejor sería que cedieras tu lugar a Veni.

La sonrisa de Veni se ensanchó al oír aquellas palabras.

—¿Así que quiere que me divorcie de Bastian? —preguntó Nara con la voz quebrada.

—Debes ser consciente de tu realidad, Nara —dijo doña Maia con tono sereno—. No puedes darle un hijo a mi hijo. Él necesita una esposa que sí pueda.

—¡Lo que dice mi madre es verdad! —agregó Bastian—. No sirves como esposa, Nara. Lo mejor es que nos divorciemos para que pueda casarme con Veni. No quiero que mi hijo sea visto como ilegítimo. Tienes que aceptar mi decisión. No puedes darme lo que necesito.

Nara sonrió con amargura y se limpió las lágrimas que habían escapado sin permiso.

—Muy bien, Bastian Arshino. ¡Divorciémonos!

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