Mundo ficciónIniciar sesiónLira creyó tenerlo todo: un amor, un futuro, una vida sencilla pero feliz al lado de Simon. Pero su cuento de hadas se desmoronó en la más cruel de las humillaciones: él la abandonó en el altar por una rubia de apellido y fortuna, dejándola con un corazón roto y un secreto que crecía en su vientre. Despojada de su dignidad, Lira se encuentra a la deriva, enfrentando la aterradora realidad de criar sola al hijo de un traidor, y el inminente ataque de la poderosa familia de Simon, dispuesta a arrebatarle a su bebé. En medio de su desesperación, una figura imponente emerge de las sombras: Knox Spencer, el implacable magnate que también fue humillado públicamente... por la misma mujer que robó el futuro de Lira. Knox le ofrece un pacto helado: un matrimonio de conveniencia, una alianza fría para vengar sus respectivos abandonos y destruir a quienes los subestimaron. Lira, inicialmente reacia a adentrarse de nuevo en el mundo de apariencias y ambición que tanto daño le causó, se ve obligada a reconsiderar cuando la cruda realidad de su embarazo la golpea. Acepta el trato, pero con una única y férrea condición: Knox debe proteger a su hijo, darle su nombre y convertirse en un escudo impenetrable contra cualquiera que intente arrebatárselo. Ahora, Lira es la señora Spencer, envuelta en un lujo que detesta y atada a un hombre de acero con una mirada gélida. Simon en desacuerdo con la unión, intenta separarlos sin saber que Lira lleva un doble secreto: el anillo de Knox en su dedo... y su propio hijo creciendo bajo el corazón de una novia sustituta. ¿Qué sucederá cuando la delgada línea entre la resistencia y una atracción inesperada comience a desdibujarse en el frío matrimonio con Knox Spencer?
Leer másPOV LIRA
El día de mi boda con Knox Spencer fue un torbellino, una vorágine de telas suntuosas, flashes cegadores y sonrisas forzadas que se sentían como una máscara sobre mi propia angustia. Pasaron solo tres semanas desde aquella llamada, desde aquel pacto desesperado. Tres semanas en las que mi vida se convirtió en una preparación frenética para una farsa. El vestido de novia era una obra de arte, diseñado a medida para mí. Seda y encaje que valían más que mi apartamento, un recordatorio constante del abismo entre mi viejo mundo y el nuevo. Me miré en el espejo, la imagen de una extraña me devolvía la mirada: una mujer hermosa, elegante, con los ojos llenos de una melancolía profunda. La corona de diamantes sobre mi cabello oscuro pesaba como una corona de espinas. —Estás deslumbrante, señorita Lira —dijo Sandy, la asistente personal de Knox, una mujer impecable y eficiente, mientras ajustaba el velo. Su tono era profesional, pero había una pizca de lástima en su mirada que no pasó desapercibida. Deslumbrante. Sí, tal vez. Pero por dentro, me sentía como un cascarón vacío, un muñeco adornado para un espectáculo. Mi mano, que ahora lucía un impresionante anillo de compromiso con un diamante del tamaño de un caramelo, se posó inconscientemente sobre mi vientre. Mi pequeño secreto, mi razón para todo esto, seguía creciendo, ajeno al drama que lo rodeaba. "Lo hago por ti", susurré, casi inaudiblemente, al reflejo. La ceremonia fue en la mansión Spencer, un palacio que empequeñecía cualquier fantasía que hubiera tenido de "casa grande". Los invitados eran un desfile de la élite de la ciudad, rostros inexpresivos, sonrisas calculadas, susurros que parecían juzgar cada uno de mis movimientos. Busqué a Knox. Lo encontré de pie junto al altar improvisado en el jardín, impecable en su esmoquin oscuro, su mirada de acero fijada en mí mientras caminaba por el pasillo. No había amor, no había pasión, solo la fría certeza de un trato. Y en esa frialdad, encontré una extraña comodidad. No me pediría nada que no pudiera darle. El sacerdote comenzó a hablar, y las palabras se mezclaron en un zumbido. —Prometes amar, honrar y respetar... —Las mentiras se sintieron pesadas en mi lengua. Cuando llegó mi turno, mi "Sí, acepto" fue apenas un susurro, pero fue suficiente. Knox pronunció el suyo con una voz clara y resonante, sin un atisbo de duda. Luego, el beso. Un roce de labios frío y calculado, que apenas duró un segundo, pero que fue capturado por docenas de cámaras. La prensa, ávida de escándalos, ya había comenzado a tejer su narrativa. La "novia sustituta" de un multimillonario, la mujer que había ascendido de la oscuridad para casarse con uno de los hombres más poderosos del país. Después de la ceremonia, el aire estaba cargado de expectación. El banquete, una exhibición de opulencia, transcurrió en una bruma. Intenté sonreír, asentir, parecer la esposa perfecta. Pero mi mente estaba en otra parte, preguntándose cómo reaccionaría el mundo a esta noticia. Y no tardó en llegar la respuesta. Al día siguiente, los titulares explotaron como bombas. Fotos mías y de Knox, lado a lado, en cada periódico, en cada revista, en cada portal de noticias. "La Sorprendente Boda de Knox Spencer: ¿La Venganza es Dulce?" "La Cenicienta de oficina se Casa con el Rey de Wall Street." La historia de cómo Simon me había dejado en el altar por la ex prometida de Knox, y cómo Knox y yo nos habíamos unido en matrimonio, era el chismorreo del siglo. La gente se deleitaba con la ironía, con la crueldad de la situación. Se hablaba de "venganza mutua", de "jaque mate en la alta sociedad". Knox, con su habitual indiferencia, parecía imperturbable. Pero yo... yo sentía el peso de cada mirada, de cada susurro. Y luego, llegó la noticia que esperaba con una mezcla de pavor y satisfacción. La reacción de Simon. Los periódicos económicos, que antes lo adulaban por su "ascenso meteórico" gracias a su nueva esposa, ahora lo diseccionaban sin piedad. Su matrimonio con la heredera del petróleo se había visto empañado por el escándalo, por el hecho de que su "ex" se había casado con el mayor enemigo comercial de su nuevo suegro: Knox Spencer. Los analistas hablaban de posibles guerras de ofertas, de boicots, de la inestabilidad de la alianza familiar de Simon. Su reputación, su ambición, todo lo que tanto valoraba, ahora estaba en juego. Una noche, pocos días después de la boda, estaba en la biblioteca privada de Knox, un santuario de silencio y conocimiento que se había convertido en mi único consuelo en esa jaula dorada. El aroma a cuero y papel me envolvía. De repente, una voz grave y furiosa rompió la quietud. —¡Lira! Mi cuerpo se tensó. El libro se resbaló de mis manos y cayó al suelo con un golpe seco. Me giré lentamente, el miedo helándome la sangre. Allí estaba él. Simon. Su rostro estaba rojo de ira, sus ojos miel, que una vez me miraron con adoración, ahora ardían con un fuego salvaje. Estaba desaliñado, su camisa de marca arrugada, su corbata aflojada. No era el Simon impecable que se había casado con la rubia. Este era un hombre al límite. —¿Qué haces aquí? —Logré balbucear, mi voz apenas un hilo. Él avanzó, sus pasos pesados y furiosos, deteniéndose a solo unos centímetros de mí. Su aliento olía a alcohol y frustración. —¿Qué hago aquí? —siseó, su voz apenas contenida. —¿Qué haces tú, Lira? ¿Casarte con Knox Spencer? ¿Con ese bastardo? ¿Estás demente? Retrocedí, chocando contra una estantería. —No es de tu incumbencia, Simon. Tú me dejaste. Me echaste de tu vida y yo elegí continuar con la mía. Una risa amarga escapó de sus labios. —¡Te dejé porque quería protegerte! Quería darte algo mejor, algo que yo no podía ofrecerte en ese momento. Pero esto... esto es una traición. Una traición a mí, a lo que tuvimos. Solo tenias que esperar Lira. Mi propia rabia estalló, mezclándose con el dolor. —¡No me vengas con tus mentiras ahora, Simon! Me dejaste por dinero, por ambición, por una mujer que te ofrecía un apellido. No por protegerme. ¿Y ahora vienes a quejarte? Su mirada se endureció. —No tienes ni idea de lo que sacrifique por ti Lira. Esa mujer me promete un futuro brillante, lleno de lujos y de posición. Tu boda con Knox Spencer está arruinando todo. Te convertiste en su arma para arruinarnos. —Soy la esposa de Knox Spencer —corregí, mi voz helada. —Y no soy el arma de nadie. Él me tomó por los brazos, sus dedos apretándome con fuerza. No había nada de su antigua dulzura. Su toque ahora era violento, desesperado. —¡No, no lo eres! —rugió, su rostro peligrosamente cerca del mío. —Sé que esto es una farsa, Lira. Sé que no amas a ese hombre. ¿Cómo podrías? Él es un frío, un calculador. No tiene corazón, todo lo que le importar es estar en la cima, ser el mejor sin importar como lo logre. Mis ojos se encontraron con los suyos. El recuerdo del bebé dentro de mí, la promesa que le había hecho a Knox, me dio la fuerza para no derrumbarme. —Tu no eres diferente —le respondí con sequedad —De todas formas eso ya no importa —dije, mi voz extrañamente calmada. Él me soltó abruptamente, retrocediendo un paso, con la mirada perdida. —Mira lo que has hecho, Lira. Mira cómo me has puesto. Mi reputación, mi negocio... todo está al borde del abismo por tu estúpida venganza. —Mi venganza, Simon, fue el resultado de tu propia traición —le recordé. Entonces, algo cambió en sus ojos. El fuego de la ira se suavizó, transformándose en una expresión que reconocí con un escalofrío: el viejo Simon, el que me sedujo con promesas y dulzura habia vuelto. —Lira —susurró, dando un paso más hacia mí, su voz de repente suave, melosa, peligrosa. —Sé que esto es una locura. Que estás herida. Pero podemos arreglarlo. Podemos volver a estar juntos. Mi corazón comenzó a latir con fuerza contra mis costillas. ¿Estaba escuchando bien? —¿Qué estás diciendo? —Pregunté, apenas creyéndolo. Él extendió una mano y acarició mi mejilla, un toque que una vez me derretía, pero que ahora me producía repulsión. —Deja a Knox, Lira. Sé que ese matrimonio es una farsa. Conviértete en mi amante. Te daré todo lo que siempre soñamos, y más. Podemos estar juntos, en secreto. Y yo... yo me encargaré de todo. De Annabell, de los negocios. Solo vuelve a mí. Sé que me sigues amando. Mis ojos se abrieron de par en par, la indignación y el asco subiendo por mi garganta. ¿Su amante? ¿Después de todo lo que había hecho? ¿Después de dejarme por su ambición, ahora quería que fuera su juguete en la sombra? Y, sobre todo, ¿después de que llevaba a su hijo en mi vientre, quería convertirme en burla a su merced? —¡Estás loco, Simon! —Espeté, quitando su mano de mi rostro con un movimiento brusco. —¡Nunca! ¡Nunca seré tu amante! ¡Soy la esposa de Knox Spencer, y te guste o no, me alejaré de ti para siempre! La puerta de la biblioteca se abrió de golpe, y una figura alta y sombría se detuvo en el umbral. Knox. Su mirada, antes de acero, ahora era una tormenta helada, posándose primero en Simon, luego en mí, y finalmente, en la mano de Simon que aún se extendía hacia donde había estado mi rostro. El aire se volvió gélido, tenso, cargado con una amenaza silenciosa que solo él podía emitir. La verdadera confrontacion apenas empezaba.TIEMPO ACTUAL POV Lira El grito de Simon y la furia en sus ojos me habían helado. Estaba tan cerca, su aliento a alcohol y desesperación rozaba mi rostro, y el olor de su colonia familiar me golpeó con una marea de recuerdos agrios. Me sentí completamente vulnerable, atrapada entre la estantería y su cuerpo furioso. Un pánico primario me recorrió, no solo por la agresión, sino porque la presencia de Simon amenazaba con derrumbar el delicado castillo de naipes que Knox y yo habíamos construido: nuestro falso matrimonio.En ese instante de terror, la puerta de la biblioteca se abrió de golpe.La llegada de Knox Spencer no fue un alivio, sino una intensificación del peligro. Era como cambiar un incendio forestal por un témpano de hielo a punto de quebrarse. Su figura alta y sombría en el umbral absorbía la poca luz que quedaba en el cuarto. Estaba impecable, frío, y su mirada... su mirada de obsidiana se posó primero en Simon, luego en mi rostro y en la mano temblorosa de mi ex que
"SEMANAS ANTES" El aire de la noche era una bofetada helada contra el rostro de Lira, un eco cruel de la tormenta que rugía en su interior. Los tacones de sus zapatos, antes un símbolo de su intento por encajar en un mundo que no la quería, ahora resonaban como martillos sobre el pavimento, ahogando apenas el caos en su cabeza. Huía, pero no de un depredador visible, sino de los fantasmas de un amor traicionado y un futuro que se había desmoronado en mil pedazos. El Bentley de Knox Spencer se perdió en la distancia, llevándose consigo la última chispa de una humillación compartida, pero dejando a Lira con el peso de la suya propia. Llegó a su apartamento, su refugio, que ahora se sentía más como una jaula. Las luces de la ciudad que antes le parecían mágicas, ahora solo resaltaban la soledad de sus cuatro paredes. Se desplomó en el sofá, su bolso cayendo al suelo con un ruido sordo. La pequeña caja rectangular dentro de él, el test de embarazo, parecía latir con vida propia,
"SEMANAS ANTES" El tintineo del cristal de champán era una tortura. Cada resonancia, cada burbuja ascendiendo en las copas de los invitados que pululaban por el inmenso salón, era un puñal que se clavaba más hondo en el corazón ya desgarrado de Lira. Se aferraba a la copa vacía en su mano, el tallo frío contra sus dedos temblorosos, pero no había frío comparable al que sentía en el pecho. Un frío que calaba hasta los huesos, provocado por la visión que se extendía ante ella. Allí estaba. Simon. Su Simon. El hombre que había prometido ser su ancla, su refugio, el arquitecto de su futuro compartido. Estaba de pie en el centro del salón, bajo un arco de rosas blancas que, hasta hacía una semana, Lira creyó que enmarcarían su propia ceremonia. Pero el destino, con su crueldad inherente, había reescrito el guion, y ahora esas flores adornaban la boda de Simon... con otra mujer. Una rubia de cuento, envuelta en un vestido de seda que brillaba bajo las luces como oro derretido. U
POV LIRAEl día de mi boda con Knox Spencer fue un torbellino, una vorágine de telas suntuosas, flashes cegadores y sonrisas forzadas que se sentían como una máscara sobre mi propia angustia. Pasaron solo tres semanas desde aquella llamada, desde aquel pacto desesperado. Tres semanas en las que mi vida se convirtió en una preparación frenética para una farsa. El vestido de novia era una obra de arte, diseñado a medida para mí. Seda y encaje que valían más que mi apartamento, un recordatorio constante del abismo entre mi viejo mundo y el nuevo. Me miré en el espejo, la imagen de una extraña me devolvía la mirada: una mujer hermosa, elegante, con los ojos llenos de una melancolía profunda. La corona de diamantes sobre mi cabello oscuro pesaba como una corona de espinas. —Estás deslumbrante, señorita Lira —dijo Sandy, la asistente personal de Knox, una mujer impecable y eficiente, mientras ajustaba el velo. Su tono era profesional, pero había una pizca de lástima en su mirada que n





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