LOS GUERREROS DE AERISPORT

LOS GUERREROS DE AERISPORTES

Fantasía
Última actualización: 2025-11-02
FRANCISCO RUIZ  Recién actualizado
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Resumen
Índice

En la vibrante pero peligrosa ciudad de Aerisport, una metrópolis del siglo XVIII existe un mundo oculto lleno de criaturas míticas. Este mundo es protegido por los Vigilantes de la Niebla, un grupo de guerreros elegidos que mantienen la paz entre lo sobrenatural y lo humano. Cuando una serie de desapariciones y ataques amenaza con exponer esta dimensión mágica, tres jóvenes se ven atrapados en una guerra que podría destruir ambas realidades. Kael, un guerrero marcado por un pasado trágico, lucha por redimir sus errores mientras lidera a los Vigilantes. Elyra, una hechicera de orígenes humildes, descubre que es la clave para liberar un antiguo poder. Y Draven, un carismático pero enigmático ladrón, parece saber más de lo que admite sobre las fuerzas oscuras que acechan en Aerisport. Juntos enfrentan un triángulo de secretos, pasiones y traiciones, mientras las líneas entre aliados y enemigos se vuelven peligrosamente borrosas. Con drama, acción y magia en cada esquina, Las Sombras de Aerisport llevará a los lectores por una aventura épica en un mundo donde nada es lo que parece, y todo tiene un precio.

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Capítulo 1

1

La sangre tenía un olor que Kael Orin nunca olvidaría. No era el hierro metálico que la gente describía en los libros, sino algo más primitivo, más visceral. Era el olor del fin.

Y esa noche, lo percibió antes de ver el cuerpo.

La niebla se había espesado hasta convertirse en una entidad viva, arrastrándose por los adoquines de las callejuelas como dedos hambrientos. Los faroles de gas parpadeaban con una luz enfermiza, proyectando sombras que se retorcían en las paredes de piedra. Aerisport siempre había sido una ciudad de contrastes: arriba, las torres de hierro forjado se alzaban como agujas contra el cielo nocturno; abajo, en las entrañas donde Kael patrullaba, los secretos se pudrían en la oscuridad.

Había pasado tres años desde que había vuelto a caminar estas calles. Tres años desde que el Consejo lo había "perdonado" y le había dado una segunda oportunidad que no merecía. Tres años desde Selene.

No. No pienses en ella. No esta noche.

Pero era difícil no hacerlo cuando cada patrulla se sentía como una penitencia, cada criatura que enfrentaba como un intento patético de redención. Como si matar suficientes monstruos pudiera borrar el hecho de que había dejado morir a la persona que más amaba.

El grito lo arrancó de sus pensamientos.

No fue un grito normal, de esos que escuchaba cuando los borrachos del Mercado Oculto se peleaban por una apuesta. Fue el sonido de alguien que sabía que iba a morir, un alarido que se cortó en seco con un crujido húmedo que hizo que hasta sus años de experiencia se le revolvieran las tripas.

Kael corrió.

Sus botas golpeaban los adoquines con un ritmo frenético mientras desenvainaba su espada. El arma brilló con una luz azul pálida, el núcleo de esencia mágica respondiendo a la adrenalina en su sangre. La empuñadura estaba caliente en su palma, familiar, lo único constante en su vida de m****a.

El callejón apareció ante él como una boca abierta. Estrecho. Húmedo. Las paredes cubiertas de musgo negro que brillaba débilmente con su propia bioluminiscencia enfermiza. Y en el centro, la criatura.

El licántropo era masivo, fácilmente dos metros de altura cuando se incorporó sobre las patas traseras. Su pelaje era de un gris ceniza salpicado de cicatrices blancas, viejas heridas de batallas que había sobrevivido. Pero lo que captó la atención de Kael fueron sus ojos. No el amarillo dorado típico de su especie, sino un rojo carmesí que parecía arder con una luz propia.

Corrompido.

La criatura tenía las fauces hundidas en el cuello de un hombre, sacudiendo la cabeza de un lado a otro como un perro con un juguete. La sangre salpicaba las paredes, oscura y espesa. El hombre ya no se movía.

—Suéltalo —la voz de Kael salió más firme de lo que se sentía.

El licántropo levantó la cabeza. La sangre goteaba de sus colmillos, y por un momento, Kael habría jurado que la criatura sonreía. Luego abrió las fauces y rugió, un sonido que reverberó en el callejón y que Kael sintió vibrar en sus huesos.

No hubo advertencia.

La criatura se lanzó hacia él con una velocidad que no debería ser posible para algo de su tamaño. Kael se echó a un lado, sintiendo el aire silbar cuando las garras pasaron a centímetros de su cara. Rodó, se incorporó de un salto y atacó en un solo movimiento fluido, años de entrenamiento tomando el control.

Su espada encontró carne, cortando a través del hombro de la criatura. El licántropo aulló, pero no de dolor, sino de furia. Se giró, más rápido de lo que Kael anticipó, y una garra lo golpeó en el costado.

El impacto lo lanzó contra la pared. Su cabeza rebotó contra la piedra y vio estrellas. El sabor de cobre inundó su boca. M****a. Escupió sangre y se obligó a ponerse de pie, aunque sus costillas protestaron con un dolor agudo que le robó el aliento.

El licántropo avanzaba hacia él con pasos deliberados, saboreando la cacería. Kael apretó la empuñadura de su espada. No iba a morir en un callejón de m****a. No cuando aún tenía que—

El rostro de Selene, pálido bajo la luna, sus ojos azules abriéndose con shock cuando la daga la atravesaba—

—¡No!

Gritó la palabra como un exorcismo y se lanzó hacia adelante. Esta vez no fue técnica, fue rabia pura. La espada se convirtió en una extensión de su brazo, cortando, bloqueando, estocadas que buscaban puntos vitales. El licántropo retrocedió, sorprendido por la ferocidad del ataque.

Kael encontró una abertura y la tomó. Su espada se hundió profundo en el pecho de la criatura, justo debajo del esternón. La luz azul de la hoja brilló intensamente, y el licántropo se arqueó, aullando. Pero no cayó.

En cambio, sus garras se cerraron alrededor del brazo de Kael.

El dolor fue instantáneo y cegador. Sintió cómo las garras perforaban la carne, raspaban el hueso. Gritó, tratando de liberar su brazo, pero el agarre era como hierro. El licántropo lo acercó, sus fauces abriéndose para—

El destello plateado apareció de la nada.

Una esfera pequeña, no más grande que una nuez, golpeó al licántropo en el costado de la cabeza y explotó en una nube de polvo brillante. La criatura soltó a Kael inmediatamente, retrocediendo mientras se sacudía violentamente, aullando con una nota de desesperación que no había estado allí antes.

Kael cayó de rodillas, apretando su brazo sangrante contra su pecho. A través del dolor y la niebla que nublaba su visión, vio a la figura.

Encapuchada. Alta. Se movía con una gracia que hablaba de años de práctica, emergiendo de las sombras como si hubiera sido parte de ellas. El licántropo intentó atacar, pero sus movimientos eran torpes ahora, descoordinados. La figura esquivó sin esfuerzo y lanzó otra esfera.

Esta vez, cuando el polvo envolvió a la criatura, sus piernas cedieron. Se desplomó en el suelo con un golpe pesado, inconsciente antes de que su cabeza tocara los adoquines.

Kael intentó ponerse de pie, pero sus piernas no respondían correctamente. La adrenalina estaba abandonando su sistema, dejando solo el dolor y el agotamiento. Logró llegar a una rodilla, su espada apuntando temblorosamente hacia la figura encapuchada.

—Identifícate.

La figura se giró hacia él. El rostro estaba oculto en sombras, pero Kael pudo distinguir la línea de una mandíbula fuerte, el destello de ojos oscuros bajo la capucha.

—Dramático como siempre, Orin. —La voz era masculina, baja y teñida de algo que Kael no pudo identificar inmediatamente. ¿Diversión? ¿Desprecio?— Guardaته la espada antes de que te cortes a ti mismo.

Había algo terriblemente familiar en esa voz. Un eco de algo que Kael había enterrado profundamente, junto con todo lo demás de ese día. Pero no podía ser. Él estaba—

—¿Quién demonios eres?

La figura dio un paso atrás, y Kael vio el movimiento fluido, la forma en que sus manos colgaban cerca de las armas ocultas bajo la capa. Entrenamiento de Vigilante. M****a.

—Alguien que acaba de salvarte el culo. Un "gracias" estaría bien.

—No necesitaba tu ayuda.

Una risa corta, sin humor.

—Claro. Por eso estabas a punto de convertirte en cena para perros. —La figura se inclinó, recogiendo algo del suelo cerca del licántropo. Lo examinó brevemente antes de guardarlo en algún lugar de su capa—. Tienes suerte de que estuviera en el vecindario.

—¿Qué estás haciendo aquí?

—Podría preguntarte lo mismo. —La figura comenzó a retroceder hacia un pasaje lateral que Kael no había notado antes—. Pero algo me dice que no te gustaría la respuesta tanto como a mí no me gusta quedarme a charlar.

Kael se obligó a ponerse de pie, ignorando el dolor que explotaba en su brazo y costillas.

—Espera. No puedes solo—

—¿Verme irme? —Ahora había definitivamente diversión en la voz—. Observa.

Y entonces desapareció en las sombras, moviéndose tan silenciosamente que Kael no escuchó ni una pisada. Para cuando logró llegar al pasaje, tambaleándose, no había nadie. Solo el eco distante de pasos que podrían haber sido su imaginación.

—Hijo de perra.

Kael se recostó contra la pared, respirando pesadamente. Su brazo latía con cada latido de su corazón, y podía sentir la sangre caliente goteando entre sus dedos. Necesitaba atención médica. Necesitaba reportar esto. Necesitaba—

La víctima.

Casi lo había olvidado. Se obligó a caminar de regreso al cuerpo, cada paso una agonía. El hombre yacía en un charco de su propia sangre, los ojos abiertos y vacíos mirando al cielo que no podía ver más allá de los edificios que los encerraban.

Kael se arrodilló junto a él, con cuidado de no contaminar la escena más de lo necesario. Era joven, quizás veinticinco. Bien vestido, su abrigo de lana fina empapado en sangre. Su mano derecha estaba cerrada alrededor de algo.

Con dedos temblorosos, Kael abrió el puño del hombre. Un collar cayó, el metal frío y manchado. El emblema era inconfundible: un círculo cruzado por una estrella. El Anillo Dorado, uno de los distritos más ricos de Aerisport.

¿Qué hacía alguien del Anillo Dorado en esta zona? Los ricos no bajaban a los Bajos sin razón. Y ciertamente no solos, no de noche.

Kael buscó más, revisando los bolsillos del abrigo. Encontró una billetera con dinero que el licántropo no había tocado, confirmando que esto no fue un robo. Encontró un reloj de bolsillo fino, la cadena rota como si se la hubieran arrancado en la lucha.

Y encontró un papel.

Estaba doblado, empapado en sangre pero aún legible. Kael lo abrió con cuidado, entrecerrando los ojos para leer en la tenue luz.

Eran solo tres líneas escritas en una caligrafía elegante:

El pasado nunca muere, solo espera. Los pecados deben pagarse. Ella lo sabe.

El mundo se inclinó.

Kael conocía esa letra. La había visto mil veces, en notas dejadas en su escritorio, en listas de provisiones, en cartas de amor que todavía guardaba en una caja que no podía obligarse a abrir.

La letra de Selene.

Pero Selene estaba muerta. Había muerto hacía tres años, y Kael había visto su cuerpo, había sostenido su mano fría, había sentido su pulso detenerse bajo sus dedos mientras ella—

No. No, no, no.

Sus manos temblaban tanto que casi dejó caer el papel. La niebla a su alrededor pareció espesarse, presionar contra él, susurrarle cosas que no podía entender. El callejón se estrechó, las paredes acercándose, y por un momento horrible, Kael estuvo de vuelta allí, en esa noche, con Selene muriendo en sus brazos y la voz de Draven gritando su nombre con una agonía que rivalizaba con la suya.

Un zumbido resonó en el aire, sacándolo del espiral de pánico. Su cristal de comunicación. Con dedos entumecidos, lo sacó de su cinturón. Brillaba con una luz suave y verde.

—Orin. —Su voz sonaba lejana, como si viniera de debajo del agua.

—Capitán, recibimos tu señal. Los refuerzos están en camino. —La voz del joven Vigilante estaba llena de preocupación—. ¿Estás bien? Tu señal vital muestra—

—Estoy bien. —Mentira—. Solo... envíen el carro mortuorio también. Tenemos un cuerpo.

—Entendido. ETA cinco minutos.

Kael cortó la comunicación y miró el papel en su mano. Las palabras parecían brillar en la oscuridad, acusadoras.

Ella lo sabe.

¿Quién? ¿Quién demonios lo sabía? ¿Y qué? ¿Qué era lo que no debían saber?

Un pensamiento lo golpeó como un puñetazo en el estómago: la figura encapuchada había recogido algo del suelo. ¿Había sido otro mensaje? ¿Por qué?

Las piezas no encajaban, pero el instinto de Kael, afilado por años de patrullar estas calles malditas, le decía que esto no era un ataque aleatorio. El licántropo había sido corrompido, sí, pero ¿y si había sido dirigido? ¿Y si este hombre había sido un blanco específico?

Y lo peor de todo: ¿por qué alguien estaba usando la letra de Selene?

El sonido de botas resonó en la entrada del callejón. Los refuerzos habían llegado. Kael guardó el papel rápidamente en su bolsillo interior, cerca de su corazón. No podía mostrarles esto. No hasta que entendiera qué significaba. No hasta que supiera si estaba perdiendo la cordura o si algo mucho peor estaba sucediendo en Aerisport.

Un joven Vigilante apareció, con los ojos muy abiertos al ver la escena.

—Por todos los dioses...

—Asegura el área. —Kael se obligó a ponerse en modo capitán, a empujar el pánico a un rincón de su mente donde podía ignorarlo—. Quiero este callejón sellado. Nadie entra, nadie sale sin mi autorización.

—Sí, señor. —El joven vaciló—. ¿Y usted? Ese brazo se ve mal.

Kael miró su brazo como si lo viera por primera vez. La sangre había empapado su manga, goteando al suelo. Debería doler más de lo que dolía. Probablemente estaba en shock.

—Me ocuparé de eso después. Primero, quiero respuestas.

Mientras los Vigilantes inundaban el callejón, estableciendo perímetros y documentando la escena, Kael se apartó. Su mirada se dirigió hacia el pasaje lateral donde la figura encapuchada había desaparecido. En las sombras, creyó ver un destello de movimiento.

Alguien todavía estaba observando.

Y en su bolsillo, el papel con la letra de Selene parecía quemar a través de la tela, un recordatorio de que el pasado que había intentado enterrar acababa de desenterrarse a sí mismo.

Los muertos no se levantaban. Eso era lo que Kael se había dicho durante tres años.

Pero en Aerisport, donde la magia sangraba a través de las grietas de la realidad y las criaturas imposibles caminaban junto a los humanos, ¿qué era realmente imposible?

Kael apretó su brazo herido, sintiendo el dolor anclarle al presente, y se preguntó si la redención que había buscado durante tanto tiempo acababa de convertirse en algo mucho más complicado.

Algo mucho más peligroso.

Y en algún lugar de la niebla que envolvía Aerisport como un sudario, alguien que conocía sus secretos más oscuros estaba jugando un juego que Kael no entendía todavía.

Pero lo haría.

Aunque le costara todo lo que le quedaba.

Incluso si le costara su vida.

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F. Bogo
Muy buena historia. ¡Sigue así!
2025-05-23 13:52:52
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