La noche en Aerisport traía consigo un velo de misterio y peligro. Las calles adoquinadas, iluminadas apenas por faroles de aceite, parecían más estrechas y opresivas cuando la luz menguaba. Kael caminaba con paso firme, la mano reposando en la empuñadura de su espada, atento a cualquier movimiento en la penumbra.
Desde hacía semanas, rumores oscuros circulaban entre los ciudadanos de Aerisport. Personas desapareciendo. Criaturas mágicas esfumándose sin dejar rastro.
Y lo peor: no había testigos, ni cuerpos. Solo el silencio y un rastro de incertidumbre.
Kael había seguido pistas por toda la ciudad, desde los distritos más pobres hasta los pasillos del Consejo de los Vigilantes, pero cuanto más investigaba, menos respuestas encontraba.
Esta noche, sin embargo, tenía un nuevo hilo del que tirar.
***
La biblioteca oculta de los Vigilantes era un lugar silencioso, repleto de estanterías desbordadas de libros antiguos y pergaminos amarillentos. Entre ellos, Elyra hojeaba con rapidez un manuscrito gastado, sus ojos moviéndose con urgencia entre las líneas.
Había escuchado los rumores sobre las desapariciones, pero lo que realmente la inquietaba eran las extrañas similitudes con casos antiguos que había leído en los archivos de la Orden.
Desapariciones sin rastro. Criaturas que se desvanecían. Y siempre, antes de que todo ocurriera, se reportaban perturbaciones en la magia de la ciudad.
Algo estaba alterando el equilibrio.
Kael irrumpió en la biblioteca sin previo aviso, su expresión de frustración clara incluso en la penumbra.
—¿Qué haces aquí tan tarde? —preguntó con voz áspera.
Elyra alzó una ceja, sin inmutarse.
—Podría preguntarte lo mismo.
Kael cruzó los brazos.
—Buscando respuestas. Algo que, al parecer, el Consejo no tiene.
Elyra cerró el libro con un chasquido seco.
—Entonces estamos en la misma situación.
Kael la miró con recelo.
—Esto no es un juego, Elyra. Hay algo ahí afuera llevándose gente, y si no actuamos pronto, podríamos ser los siguientes en desaparecer.
Ella mantuvo su mirada firme.
—Por eso quiero ayudar.
Kael negó con la cabeza.
—No puedes. No eres una guerrera.
—¿Y crees que una espada es lo único que se necesita para ganar una batalla?
Kael exhaló con exasperación.
—No se trata de ganar una batalla. Se trata de sobrevivir a ella.
Elyra se inclinó levemente hacia él.
—Mi conocimiento de la magia y las antiguas profecías podría ser clave en esta investigación. —Dio un paso adelante, su voz más baja—. Sé que esto está conectado con algo más grande, Kael. Algo que no podemos ignorar.
Kael la observó en silencio por un momento, su mandíbula apretada.
Sabía que discutir con Elyra era inútil.
—Está bien —cedió finalmente—. Pero si las cosas se ponen peligrosas, te largas.
Elyra sonrió apenas.
—Si las cosas se ponen peligrosas, significa que estamos cerca de la verdad.
El Distrito de los Mercantes era uno de los lugares más bulliciosos de Aerisport. Durante el día, era un hervidero de comerciantes gritando sus precios, clientes regateando y ladrones al acecho. Pero por la noche…
Por la noche, se transformaba en algo diferente.
Las tiendas cerraban sus puertas, pero en las esquinas oscuras, nuevos negocios surgían en las sombras.
Tabernas clandestinas, tráfico de objetos prohibidos, criaturas mágicas tratando de pasar desapercibidas entre la multitud de humanos.
Kael y Elyra avanzaron con discreción, observando cada detalle a su alrededor.
—Si queremos respuestas, este es el lugar —murmuró Kael.
Elyra sintió un escalofrío en la espalda. No era miedo, sino una sensación de anticipación, como si estuvieran al borde de descubrir algo crucial.
Se detuvieron frente a una taberna con el letrero desgastado.
"El Gato Sombrío".
El nombre no era muy original, pero el lugar tenía una reputación… especial.
Kael se giró hacia Elyra.
—Déjame hablar a mí.
Ella le dedicó una mirada incrédula.
—¿Por qué?
—Porque si empiezas a hacer preguntas sobre profecías en un lugar como este, nos echarán a patadas.
Elyra rodó los ojos, pero no discutió.
Empujaron la puerta y entraron.
El interior era un caos de voces bajas, humo de tabaco flotando en el aire, y mesas llenas de personajes de dudosa procedencia. Criaturas de todo tipo se mezclaban con humanos: desde magos renegados hasta traficantes de reliquias prohibidas.
Kael se dirigió al bar con paso seguro, mientras Elyra observaba con curiosidad a su alrededor.
Y entonces…
Una presencia llamó su atención.
Draven.
Estaba sentado en una esquina, recostado con aire despreocupado, su chaqueta oscura abierta lo suficiente para revelar el destello de una daga oculta.
Sus ojos se encontraron con los de Elyra por una fracción de segundo.
Una sonrisa apenas perceptible curvó sus labios.
Elyra sintió un leve desconcierto.
No era la primera vez que lo veía, pero había algo en él esta noche que le resultaba… inquietante.
Y no estaba segura de si era una sensación de advertencia o de intriga.
Draven se puso de pie con elegancia, deslizándose entre las mesas hasta llegar a ella.
—Qué sorpresa verte aquí, Vigilante.
Elyra entrecerró los ojos.
—No soy una Vigilante.
Draven ladeó la cabeza, fingiendo interés.
—¿Ah, no? Entonces, ¿qué eres?
Elyra sostuvo su mirada sin pestañear.
—Alguien que busca respuestas.
Draven dejó escapar una risa baja.
—Entonces estamos en la misma situación.
Kael apareció junto a Elyra en ese instante, su postura automáticamente más rígida al ver a Draven.
—¿Qué haces aquí?
Draven se encogió de hombros.
—Disfrutando de una copa. ¿No puedo?
Kael gruñó con desconfianza.
—No me fío de ti.
Draven sonrió.
—El sentimiento es mutuo.
Elyra los observó a ambos, sintiendo la tensión en el aire.
—Si tienes información sobre las desapariciones, Draven, sería mejor que la compartieras.
Draven arqueó una ceja.
—¿Y qué te hace pensar que sé algo?
—Porque siempre sabes más de lo que dices.
Draven la miró durante un largo momento, su expresión volviéndose más pensativa.
Luego, se inclinó levemente hacia ella y susurró:
—Alguien está tomando piezas de diferentes criaturas. No solo humanos. También seres mágicos. Y no están muriendo.
Elyra sintió que su piel se erizaba.
Kael frunció el ceño.
—¿Qué significa eso?
Draven se enderezó.
—Significa que alguien está reuniendo partes. Y cuando juntas suficientes piezas… puedes construir algo nuevo.
El silencio que siguió fue espeso, cargado de implicaciones que ninguno de los tres estaba listo para enfrentar.
Pero una cosa era segura.
Las desapariciones no eran aleatorias.
Eran parte de un plan.
Y ahora estaban más cerca de la verdad.
Pero la verdad, como siempre, venía con un precio.