El cielo y el infierno han estado en guerra, pero despues de tantos milenios, firman un acuerdo para cazar a una raza que se ha estado ocultando y que no debió existir, estamos hablando de los Nefilim. Dicha raza tiene la esperanza de encontrar un lugar de paz y tienen sus esperanzas puestas en su única salvacion, la última descendiente directa de Eva, la cual, se ve obligada a reencarnar una y otra vez para mantenerse oculta. Dragnan es su demonio y custodio, quien debe velar por ella o su salvación estará condenada, hasta que su legado queda en manos de su hijo Darién, un mercenario que abandonó todo por seguir su camino, una vida de caos, placeres y muerte, quedando solo su hermana gemela llamada Darlen, quien siempre estará en contra de esa decision. Pero el destino pondrá a prueba a Darien, cuando es asignado a buscar el cuerpo original de sla reina Lenaya, su camino se verá envuelto con una humana llamada Renata, que lo pondrá a decidir lo que es correcto y lo que no, ganando su corazón poco a poco y doblegando su temperamento.
Leer másEl silencio de la noche fría, el cantar de los grillos y el pulular de los animales nocturnos, el cielo estrellado, solos, solos con la compañía de la luz de la luna y el crepitar de una fogata para mantener el calor en el medio de la nada, ocultos en un bosque espeso y profundo.
Una joven muchacha de piel acanelada, de ojos marrones claros y de cabello negro, tan negro como el ébano brillante, los ojos fijos en aquel hombre que le curaba las heridas, aplicaba pomadas elaboradas de extractos de hierbas y otras cosas, las cuales, la joven no pudo identificar, sin embargo, calmaron el dolor de aquellos moretones, cortadas profundas y raspones que bañaban casi todo su cuerpo delgado y delicado.
La joven habló en un ligero susurro, ya que la curiosidad la embargaba con un sinfín de preguntas. ─ ¿Por qué me ayudas? ─ (silencio) ─ ¿Cómo te llamas? ─.
Al no obtener respuestas de aquel extraño hombre, decidió examinarlo para ver si lograba descubrir algo en él. Su armadura aun puesta, extraña a decir verdad, no era el tipo de armadura de las cortes del rey de aquellas tierras, aquella armadura se veía forjada en plata y oro, ornamentado en los bordes en bronce, el peto cubriendo todo su cuerpo, macizo, pero a su vez le daba libertd para poder moverse, como si fuera flexible, no poseía estandarte de ningún reino conocido, no era un ladrón, se notaba a leguas, su casco, su casco forjado del mismo material, a los lados parecían alas de guiverno, desplegadas hacia atrás en pleno vuelo, el casco tapaba parte de su rostro, solo dejando visible los ojos, sus brazales con garras en los nudillos, y en los codos yacían espolones, el brazal izquierdo era más grueso, la joven supuso que era para cubrirse de algunos ataques en específico, sus botas hechas del mismo material, cubriendo hasta los muslos.
Su espada, esa espada nunca se la había visto a ningún guerrero en su vida, un filo amenazador en ambos lados, su hoja parecía de cristal, pero a su vez dura y brillante como el más duro de los aceros, la empuñadura se asemejaba la boca de un dragón enroscado con las alas abiertas, y desde la boca de aquel dragón brotaba la hoja de la espada, sus ojos azul cielo plateados, ¿ojos azul plateados?, no, no se había equivocado, sus ojos eran azules, pero refulgentes como la plata, fijos en su trabajo de curación, trabajando en silencio.
La joven lo seguía estudiando, pero sus rasgos hermosamente letales tampoco le rebelaban mucho. Solo años y años de guerra y mortales peleas. ─ ¿Quién eres?, ¿Por qué me ayudas? ─ volvió a preguntar la joven, que su edad no pasaba de los veintitrés.
La joven trata de mirar más de cerca aquellos raros ojos. ─ Te ayudo por la misma razón por la que tú me ayudaste a mí ─. Dijo aquel extraño guerrero. La joven frunce el ceño entrecerrando la mirada, ella nunca lo había visto en su vida, jamás, sino lo habría recordado, su voz, su voz era firme, profunda, como el ronroneo de un león, pero a su vez suave y cálida a pesar de que no mostraba emoción alguna en su rostro, sus manos callosas de mil batallas, acariciaron su piel aplicando las pomadas con mucho cuidado, para luego proceder a vendarlas, eso fue lo que más se acercó a una conversación.
Ella se le quedó mirando otro instante más en silencio, si, ella lo había visto, lo había visto dos veces, tres en aquella casa que parecía una fortaleza, mas, nunca habló con él, recordó haberlo visto en las calles de la aldea, él nunca se acercó, ni siquiera para saludar, ella no lo conocía, aun no lo conoce, solo que en ese momento, él no llevaba esa hermosa armadura, solo hasta ese instante que el caos estalló en su aldea y todo se fue a la m****a, solo en ese momento él apareció y la sacó de ese atolladero. ─ ¿Cómo… como se llama? ─ (silencio) ─ No podré agradecer si no sé el nombre de mi salvador ─. Dijo la joven algo nerviosa, pequeña, acomodándose un mechón de su cabello. ─ Dragnan ─. Contestó el guerrero. ─ Ok… señor Dragnan… gracias por salvarme. Soy Samara… ─ Lo sé ─.
La joven, de un momento a otro, entre el cobijo de la noche, comenzó a sentir que sus ojos y el cuerpo se tornaban pesados, sumergiéndose en el cansancio, recordando lo mucho que habían recorrido, no supo en que tierras se encontraba, solo le importaba estar lejos de aquel desastre, y si aquel guerrero la sacó de allí era para protegerla, no le haría daño dormir un poco ya que él guerrero no le lastimaría, solo necesitaba dormir.
Poco a poco la joven fue cerrando los ojos hasta que la noche la cubrió en silencio bajo un dulce sueño, un sueño placentero y no se despertó hasta la mañana siguiente que fue prácticamente en un parpadear.
Ya al reventar del alba, los primeros rayos de sol hicieron que ella se levantara de golpe, en ese latido solo hubo silencio, silencio y la fogata apagada. Mirando a su alrededor buscaba, buscaba desesperadamente a su salvador, el miedo le fue cubriendo en lo más profundo de los huesos, hasta sentirse desprotegida, vulnerable, indefensa ante quien sea que se le acercara, sus heridas ya no le dolían, sin embargo, su guerrero salvador ya no estaba con ella, se había marchado, dejándola sola en la espesura del bosque.
Las tres mujeres que escoltaban a Lenaya, erguidas y solemnes, miraban al encapuchado como un insecto. ─ ¿Cómo saliste? ─. Ya no había razón para seguir ocultando su identidad, el encapuchado se quita el pasamontañas, José, Rosa y Renata se abren paso a codazos entre la gente para luego quedar sin aliento al darse cuenta de que Sebas intentaba asesinar a Lenaya, le reclaman entre diatribas y protestas sobre la moral y los buenos recuerdos de tantos años de amistad, pero era obvio que para Sebas había cruzado la línea, ya no era Sebas, era un bendecido con un propósito, y era matar a Lenaya. ─ ¡¿Ya no lo ven?! ¡Harley está muerta!, ¡esa cosa la mató! ─. Lenaya contemplaba con expresión inescrutable. ─ No sé si te diste cuenta, pero nunca morí, siempre fui yo, en todas aquellas vidas, en todo este tiempo, siempre fui yo, tal vez no te diste cuenta, y es muy triste que ya no significo nada, ni las cosas que vivimos ─ Eres una aberración, lo que vivimos fue una farsa, ¡tú eres una fa
José, escoltado por Darlen y Caroline, visita la prisión donde se encontraba recluido Sebas, éste yacía acostado en un camastro con su brazo sobre sus ojos. ─ ¿Qué hacen aquí?, ¿Vinieron a ejecutarme o a negociar? ─ Vine a verte ─ ¿Qué haces aquí, traidor? ─ No soy un traidor, Sebas ─ Sebas se levanta de golpe sentándose en el camastro, apoyando sus codo en sus rodillas. ─ Claro que sí, porque tu deber como bendecido era respaldarme para expulsar a estos herejes ─. José agacha la mirada, se humedece los labios, y levantando nuevamente la mirada con pena sobre su amigo. ─ No me mires con esa cara que no necesito tu lástima ─ No la tienes, he hablado con la reina ─ ¿Y? ─ Ella no quiere éste mundo ─ (bufido) Y tú te comes el cuento ─ Solo creo que lo que es posible y en la paz ─ Con los herejes no hay paz ─ Eso no es lo que enseña la Biblia, ni enseñó Jesús en la tierra ─ Tienes que ser frío o caliente, no puedes ser ambos, porque el señor, nuestro Señor Dios te aborrecerá ─ ¿Acaso
Ana y Carla se arreglaban las uñas mientras que Jessica corría por toda la casa preparándole el morral a Adara para sus clases y el adiestramiento como Eterna con Melisandre. ─ Ustedes, ¿Qué hacen?, ya deberían estar listas, debemos reportarnos con Flora ─. Reprende Jessica aun alistando las cosas de Adara. ─ No pensarás que saldremos hechas un desastre ─. Protesta Carla sin despegar la mirada de sus pies, Jessica colocando una mano en su cadera, apoya su peso en una pierna, suspira profundamente y se frota la frente con sus dedos, exasperada. ─ Creo que me va doler la cabeza ─. Murmura Jessica. ─ Somos Eternas ─. Dice Jessica. ─ Aprendices ─. corrige Ana. ─ Como sea, tenemos el conocimiento suficiente para arreglarnos en un parpadeo ─ No hay nada mejor que lo tradicional ─. Refuta Ana con aires de intelectual. ─ (suspiro por la nariz) Solo muevan el culo, ¿Quieren? ─. Flora realizaba las direcciones del personal de guardia, seleccionaba los turnos y la revisión de los nuevo
Ambas caminaron hasta el salón del trono, amplias y pesadas puertas se abren señorialmente, Mónica vio con asombro los dos tronos, no podía saber cuál era el de su amiga ya que ambos tronos eran idénticos, Mónica da vueltas sobre sus talones, admirando cada detalle, el salón parecía estar vacío. ─ ¿Dónde están? ─. Pregunta Mónica admirando el estilo medieval del salón, pero tenía algo diferente, Mónica no supo identificarlo. ─ Solo espera un momento ─. Unas puertas laterales se abren, haciendo acto de presencia Sofía y a Wyatt. ─ Ellos son Sofía Gilbert y Wyatt Dietrich ─. Presenta Lenaya, ambos hacen una leve reverencia, Mónica le corresponde al saludo con una leve inclinación sujetando su falda. ─ Ellos se encargan de llevar la contabilidad y negociaciones. Ahora presta atención Mónica, ésta es la parte más delicada, no te asustes, veas lo que veas no te asustes, ellos no pueden tocarte ─ ¿No pueden tocarme?, ¿Por qué?, no entiendo ─ Eres mi invitada, intentar hacer algo contra ti, s
Lenaya vuelve a visitar la celda de Mónica, pero esta vez fue por el llamado de uno de los guardias, Lenaya llega a zancadas al centro de retención. ─ ¿Qué está pasando? ─ Su majestad, no ha parado de gritar ─. Le informa uno de los guardias, Lenaya entra para encontrarse a una Mónica revolcándose en el suelo, luchando contra unas manos invisibles que la sujetaban, llorando, gritando desesperadamente para que la soltaran, llamaba a sus padres, a Paola, a alguien para que la salvara. Lenaya entra y se arrodilla a su lado y la sujeta con fuerza y comienza a llamarla para que reaccionara. Mónica forcejea gruñendo, pataleando. ─ ¡Mónica soy yo!, estoy aquí, estás a salvo, nadie te hará daño, estás a salvo ─. Mónica comienza a calmarse al ser siseada y acunada entre los brazos de Lenaya. Lenaya no pudo sentir ni divisar alguna fuerza externa, así que solo pensó que era debido a su mente, coloca una mano en su nuca, y con brillo dorado, buscaba mientras que susurraba pacientemente.
─ Dime que no estás usando esos poderes tuyos… ─. Musitó Renata en un susurro temeroso, Darién sisea sutilmente para que guardase silencio, con un dedo él coloca detrás del oído de Renata un mechón de cabello, ella le aparta un flequillo de la frente para verle mejor a los ojos. ─ No estoy usando nada contigo ─ ¿De purita verdad? ─ (media sonrisa) Purita verdad ─. Darién sumerge a Renata en un abrazo que le roba otro suspiro de alivio. ─ ¿Quieres ir a otro lugar? ─. Pregunta Darién sin dejar de abrazar. A decir verdad, Renata no quería estar en ningún otro sitio, para ella ese era el lugar perfecto y el momento perfecto, con los ojos cerrados y su cabeza apoyada en su pecho, asiente. Darién toma de su mano y la guía escaleras abajo. Al estar a una buena distancia y de entre las sombras, aparecen Darlen y Caroline con sonrisas cómplices y juguetonas con copas en mano. ─ No. Lo puedo. Creer ─ No me digas que ese es tu hermano ─. Señala Caroline con la copa algo asombrada. ─ Lo desconozco
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