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El empujón lo lanzó hacia atrás con fuerza de explosión.

Kael golpeó las piedras de las murallas, con el aire expulsado de sus pulmones. Por un momento terrible, no pudo respirar. No pudo moverse. Solo pudo yacer allí, mirando el cielo que se oscurecía, tratando de entender qué había pasado.

Elyra.

Se obligó a sentarse, jadeando, buscando.

Draven estaba unos metros más allá, también en el suelo. Pero no se estaba moviendo.

—Draven. —La palabra salió como graznido. Kael gateó hacia él—. Draven, ¿estás...?

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