Lucy Anderson, está atrapada en un matrimonio de dolor y abuso, por eso toma la decisión más peligrosa de su vida: huir de Ezra, su cruel esposo. Y recurre a Eros Dervishi, el hermano de su marido, un hombre tan peligroso como irresistible. Pero Eros no es un salvador desinteresado; para ayudarla, exige algo a cambio: que se convierta en su esposa falsa. Y así un pacto frío y calculado pronto se convierte en un torbellino de deseo y emociones prohibidas. Donde Lucy descubre un mundo de placer y dominio que despierta deseos que jamás había conocido, mientras que Eros lucha contra los demonios de su pasado y el creciente amor que siente por su cuñada. Pero su amor está condenado. Ella es la esposa de su hermano, un pecado que no puede permitirse. Sin embargo, cuando está a punto de perderla, se da cuenta de que Lucy no es solo su esposa falsa. Es su obsesión, su debilidad y su mundo.
Leer másC1- UN DEMONIO
—¡Ezra, por favor! ¡No me golpees más! —suplicó Lucy, retrocediendo con las manos levantadas, intentando protegerse.
Pero Ezra no escuchaba. Sus ojos brillaban con una furia oscura, y su mandíbula estaba tensa. Lucy sabía que si no actuaba, le iría peor, así que corrió hacia las escaleras. Su corazón latía con fuerza mientras subía los escalones de dos en dos, sintiendo que él estaba justo detrás de ella.
Al llegar al baño, cerró la puerta y giró la llave con manos temblorosas. Se apoyó contra el lavamanos y en el espejo, su reflejo le devolvió una imagen que la hizo estremecer.
Su labio estaba hinchado, rojo y caliente por la bofetada que Ezra le había dado momentos antes. Cuando él llegó, ella estaba sirviendo la mesa para la cena. Ezra había llegado de mal humor, como siempre, y le había ordenado que se desvistiera.
"Necesito relajarme", había dicho, y aunque odiaba ser tratada como un objeto, obedeció. Pero cuando él, como siempre, no pudo tener una erección, la culpa recayó en ella.
Siempre era su culpa.
—¡ERES TAN INÚTIL QUE NI SIQUIERA LOGRAS PONERME DURO! ¡ESTO ES TU CULPA!
La bofetada conectó con su cara y el anillo rompió su labio. Lucy cerró los ojos; había estado viviendo en ese infierno desde que se casó. Un golpe fuerte la sacó de sus pensamientos. Y supo que Ezra estaba del otro lado de la puerta.
—¡Ábreme, perra! —gritó él desde el otro lado.
Lucy se llevó las manos a la boca para contener un sollozo. Otro golpe sacudió la puerta, y luego otro.
—¡No, por favor! —susurró, con lágrimas cayendo—. ¡Déjame en paz, Ezra! ¡Te lo suplico!
¡CRACK!
La madera se partió con un ruido seco.
Ella soltó un grito ahogado cuando vio la mano de Ezra atravesar la abertura que acababa de hacer. La cerradura era débil, y ella lo sabía. Así que se lanzó contra la puerta, empujándola con todo su peso, intentando contenerla.
—¡Ezra, por favor! —gritó, desesperada—. ¡No hagas esto! ¡Déjame tranquila!
Desde el otro lado, él asomó un ojo por la madera rota. Su mirada era fría, inhumana, y una sonrisa cruel lo acompañaba.
—Ahora será peor —dijo, con una calma aterradora—. Por desobedecerme y no cumplir como esposa, tu castigo será mucho más doloroso.
Lucy negó temblando de miedo.
—E-Ezra... por favor...
La puerta cedió finalmente y Ezra irrumpió en el baño como un toro furioso. Sus ojos estaban inyectados en sangre. Y antes de que ella pudiera reaccionar, la atrapó del pelo y la arrastró hacia él.
—¿Creíste que podrías esconderte? ¡¿Eh?! —gruñó, sacudiéndola con fuerza—. ¿Crees que puedes evitarme?
Lucy se retorció, luchando por liberarse. Sus uñas se clavaron en el brazo, pero él apenas reaccionó. Su agarre era firme, como si disfrutara del poder que tenía sobre ella.
—¡Eres mi esposa! —gritó, escupiendo las palabras con desprecio—. ¡Y harás lo que yo diga! Para eso estás aquí, para complacerme. ¡Y ni siquiera eso sabes hacer bien!
Ella sollozó aceptando lo que venía, pero de repente su miedo se transformó en una chispa de valentía, de rabia. Y con todas sus fuerzas, golpeó una figura de mármol que estaba sobre una estantería. El objeto cayó sobre la cabeza de Ezra, abriéndole una herida que comenzó a sangrar.
Él se tambaleó y Lucy aprovechó el momento para soltarse, corrió hacia la puerta.
—¡Vas a pagar por esto, maldita! —rugió él desde el suelo.
Lucy salió corriendo, bajando las escaleras de dos en dos. Su corazón parecía querer salirse de su pecho, y cada paso la acercaba más a la puerta principal, a la libertad. Esta era su única oportunidad. Si Ezra se recuperaba, la mataría. Estaba segura de eso. Pero justo cuando estaba a punto de alcanzar la puerta, una voz detrás de ella la hizo congelarse.
—¿A dónde crees que vas, cariño?
Se volteó lentamente, con la cara pálida y los ojos asesinos de Ezra la hicieron estremecer de miedo. La sangre seguía goteando de la herida en su cabeza, pero él parecía no sentir el dolor.
—Mira lo que me hiciste —dijo, avanzando hacia ella con pasos lentos y amenazantes—. A mí... ¡a tu marido!
Ella retrocedió y, sin pensarlo, corrió hacia la cocina. Sus manos buscaron desesperadamente algo con qué defenderse, hasta que encontró el cuchillo de carnicero en el bloque. Lo tomó y se giró hacia él, apuntándolo con la hoja.
—¡No te acerques! —gritó, con la voz quebrada.
Él se rió.
—¿En serio? —dijo, avanzando igual—. Sabes que no tienes agallas. Eres débil, Lucy.
La rabia la atravesó como un rayo.
—¡No es mi culpa que no seas un hombre! —exclamó, llena de rabia por todo lo que la había hecho sufrir a causa de su enfermedad—. ¡No es mi culpa que no se te levante la polla!
Los ojos de Ezra se oscurecieron y se lanzó hacia ella, pero Lucy no dudó. Con un movimiento rápido, le clavó el cuchillo en el muslo. Él soltó un grito desgarrador y cayó de rodillas.
—¡Maldit4 zorra! —gruñó, sujetándose la pierna ensangrentada.
Ella no se quedó allí un segundo más. Corrió hacia el garaje y subió al auto, las llaves estaban puestas, como siempre. Arrancó el motor y salió a toda velocidad, sin importarle los guardaespaldas que estaban afuera e intentaban detenerla.
Su único objetivo era escapar de ese infierno.
El auto desapareció en la noche, mientras Ezra gritaba desde la entrada de la casa, sosteniendo su pierna ensangrentada. Pero ella no miró atrás. No podía. No quería. Porque, por primera vez en mucho tiempo, sentía que tenía una oportunidad de vivir.
Y para lograrlo tenía que ir con el único hombre que podía protegerla: el hermano de su marido.
MISION HERMANITO (II)La habitación olía a sexo y piel caliente. Lucy jadeaba sobre las sábanas arrugadas, con la tanga negra aún enganchada en un muslo y los pechos libres, oscilando con cada movimiento. Eros la tenía de lado, un brazo enredado en su cintura mientras su cadera chocaba con sus nalgas con un ritmo que hacía crujir el colchón.—Así... así de bien me aprietas, mi vida —gruñó, hundiendo los dedos en su carne mientras la empujaba más fuerte—. Este coño se hizo para mí.Lucy arqueó la espalda, sintiendo cómo cada embestida la estiraba por dentro. Él era grande, siempre lo había sido, y después de tanto tiempo, la quemaba. Pero el dolor se mezclaba con el placer, convirtiéndose en una necesidad insaciable.—Eros... ahí, justo ahí— gimió, clavando las uñas en su muslo.Él respondió con una carcajada baja y animal.—¿Ahí? —repitió, cambiando el ángulo deliberadamente para rozarle ese punto que la hacía ver estrellas—. Dime cuánto lo necesitas.Ella no pudo responder. Porque un
MISIÓN HERMANITO.Cuando cayó la noche, la mansión Dervishi estaba en silencio.Las mellizas se habían ido horas atrás con los padres de Lucy. Aria había llenado su maleta con muñecas y Kiara con crayones y libros de dibujos, asegurando que “la abuela necesitaba más color en su vida”.La despedida fue entre risas, abrazos, y promesas de llamadas diarias. Para cuando el auto se alejó, Lucy ya tenía el corazón dividido entre la nostalgia... y la anticipación.Llevaba semanas planeando esa noche. Desde que habló con Mónica, su ginecóloga, y se hizo todos los estudios. Su salud estaba perfecta. El útero fuerte, los análisis limpios, había llegado el momento.Las mellizas ya tenían seis años. Eran felices, sanas, llenaban la casa de gritos y caos, pero Lucy sentía que su familia aún no estaba completa. Tal vez era hormonal, tal vez emocional. O simplemente... quería vivir de nuevo esa locura de tener una vida creciendo en su vientre.Esta vez con Eros más presente, sin amenazas, sin miedo,
EL MEJOR PAPÁ DEL MUNDO.Esa mañana, Lucy se despertó más tarde de lo habitual. Había sido una noche larga con Aria peleando con una pesadilla y Kiara queriendo dormir en su cama porque “su unicornio tenía miedo de la oscuridad”. Ya ni siquiera ponía el despertador. El reloj biológico de madre siempre ganaba, pero ese día, el silencio inusual en la casa la dejó dormir un poco más.Se puso la bata, se recogió el cabello con una pinza y bajó las escaleras, esperando encontrar la cocina en paz, o al menos lo que Eros llamaba “ordenado” cuando cuidaba a las niñas. No esperaba escuchar risitas ahogadas ni el olor a… ¿tostadas quemadas?—¿Qué demonios...? —murmuró en voz baja, al llegar al final de la escalera.Y ahí estaban.Eros, su marido, de espaldas a ella, en pantalones de algodón gris que colgaban peligrosamente bajo en su cintura. Estaba descalzo, sin camisa, con los músculos de su espalda moviéndose mientras intentaba revolver algo en una sartén. Sus tatuajes oscuros contrastaban c
C190- UN ANTES Y UN DESPUES.La tarde caía sobre los jardines de la mansión Dervishi, bañando de tonos dorados las flores blancas que colgaban en hileras sobre las pérgolas. Todo estaba dispuesto con un cuidado meticuloso: las sillas alineadas en semicírculo, las mesas decoradas con arreglos de lavanda y encaje, y en el centro, una pequeña pila bautismal improvisada en mármol blanco, traída especialmente desde Verona.Eros había ordenado que todo fuera perfecto y lo era.El jardín estaba lleno de aliados, familiares y amigos cercanos. No había cámaras de prensa ni gente curiosa, solo los que realmente importaban. En la primera fila, Stefan y Camille observaban con orgullo, con su pequeño sentado en el regazo de ella. Alaric se mantenía en silencio al fondo, con los ojos puestos en las niñas, aún sin atreverse a acercarse a Lucy y junto a ellos, los padres de Lucy, su hermano y primos.Lucy caminó por el pasillo central tomada del brazo de Eros, llevaba un vestido largo, elegante, con d
C189- EL RIESGO DE VOLVERSE LOCO.DOS MESES DESPUES..La habitación estaba en silencio y solo el leve sonido de las mellizas respirando en su cuna rompía la quietud. Lucy, agotada, se dejó caer en el sofá con los pechos aún sensibles de la última toma. No había tenido tiempo ni para cambiarse de la camiseta manchada de leche.Eros entró sin hacer ruido, pero su presencia llenó la habitación de inmediato. Olía a tabaco caro y peligro, como siempre y sus ojos oscuros y llenos de deseo se clavaron en ella, en la curva de su cuello, en el escote despeinado.Dos meses. Habían sido dos meses sin tocarla como él necesitaba y si no la tenía, corría el riesgo de volverse loco.—Dos putos meses —murmuró, avanzando hacia ella con esa calma que solo escondía tormenta—. Y aunque entiendo por qué, ya no voy a esperar más, conejita.Lucy abrió la boca para disculparse, pero Eros no quería palabras. La agarró de la cintura y la levantó como si pesara nada y se la llevó a la habitación contigua y la d
C188-ESTARÉ AQUI PARA CUANDO DESPIERTES. El cielo de París aún estaba cubierto de nubes grises cuando el Mercedes negro se estacionó frente al hospital. Eros bajó sin esperar que le abrieran la puerta. Vestía traje oscuro, el mismo con el que horas antes había cerrado un acuerdo sangriento al sur de la ciudad. La lluvia había limpiado sus zapatos, pero no el rastro de lo que había hecho.—Jefe, la señora y las niñas están bien —dijo uno de sus hombres al paso.Eros asintió sin detenerse. Subió directo por el ascensor privado. Era su derecho. Había derramado suficiente sangre por esa paz momentánea.Asumir el mando después de la muerte de Ezra no había sido sencillo. Su hermano habia expandido la organización a Nápoles, y los enemigos eran más jóvenes y hambrientos. Pero Eros estaba listo para enfrentarlos y aunque por consejo le habían pedido que regresara a Albania, él se había quedado en París, con su esposa e hijas.Donde realmente quería estar.Cuando abrió la puerta de la habit
Último capítulo