C7- ELLA ES MI ESPOSA.
MÁS TARDE ESE DÍA...
Cuando Eros llegó al departamento de Sonja y la puerta ya estaba entreabierta.
Al cruzar la puerta, ella ya lo esperaba: arrodillada en el suelo del recibidor, sobre una alfombra negra, con un bata de seda con el escote abierto que dejaba ver que no llevaba ropa interior debajo. Solo las medias negras de encaje, con ligas sujetas a sus muslos perfectos.
—Bienvenido... —susurró la mujer — ...maestro.
El pasó junto a ella sin mirarla, dejando que la chaqueta resbalara de sus hombros. Sonja la recogió antes de que tocara el suelo, pero no se atrevió a rozarlo. Sabía las reglas. Solo podía tocarlo cuando él lo decidiera.
Eros caminó hasta el salón principal, el departamento entero estaba hecho para seducir: cuero, terciopelo, sombras y silencio.
Todo para él.
Se detuvo, por fin, y giró la cabeza y Sonja estaba nuevamente de rodillas, mirandolos con los ojos brillantes y ansiosos.
Pero el... no vio a Sonja. Vio a Lucy.
Su cabello castaño, mejillas encendidas, labios rojos por sus besos.
La imagen se clavó tan hondo en el, que le endureció el rostro y nuevamente una grieta apareció en su autocontrol. Y eso lo enojó.
—¿Whisky, Maestro? —dijo Sonja con voz suave, notando el cambio.
Él tardó en reaccionar, pero asintió.
Sonja se levantó, balanceando las caderas, mientras iba hacia el minibar. Su bata se deslizaba con cada paso, dejando ver más de su piel, de su intención. Ella lo había visto ajustar el anillo en su dedo, algo que hacía cuando algo lo irritaba. Sabia que estaba enojado por algo... o alguien.
Sirvió el whisky y se giró, decidida a recuperar su atención, se acercó y dejó el vaso en la mesa, con una sonrisa y luego se arrodilló entre sus piernas.
—¿Quieres que te relaje, Maestro?
Eros bajó la mirada, pero no era lujuria lo que brillaba en sus ojos, era un vacío furioso. Mejor dicho, deseo contenido y frustración. Sonja desabrochó lentamente su pantalon, con dedos expertos, y su aliento rozó la piel tensa de su abdomen.
En otro momento hubiera disfrutado de ese cabello rojo cayendo sobre sus muslos, pero ahora ya no, ahora queria un cabello castaño. Y eso solo lo volvió más duro, más frío. Ella no lo sabía, pero Lucy estaba marcada en la mente de Eros y no importaba cuánto se arrodillara, Sonja...
No podía competir con lo que Lucy le hacía sentir sin siquiera intentarlo.La pelirroja deslizó la cremallera con una sonrisa y se inclinó. Eros cerró los ojos, queriendo dejar que la sensación lo arrastrara, pero en lugar de los labios de Sonja, imaginó otros—suaves, tímidos e inocentes.
—Lucy —sin pensarlo, el nombre escapó de sus labios.
Sonja se detuvo de golpe.
—¿Qué...? ¿C-cómo me llamaste?Eros abrió los ojos y la vio allí, confundida y quizas herida, pero no le importó; en cambio, endureció la mirada y se cerró el pantalón.
—Nada. Aléjate.
La orden fue tan fría que Sonja retrocedió instintivamente. Él se levantó, ajustándose el pantalón con movimientos bruscos, mientras su mente ardía.
«¿Desde cuándo una mujer me vuelve tan débil?»
—¿Quién es Lucy? —preguntó Sonja, con el tono agudo de los celos marcándole la voz—. ¿Una nueva?
Eros la fulminó con la mirada.
—¿Desde cuándo te debo explicaciones sobre mi vida?
Ella tragó saliva, reconociendo su error.
—Perdón, no quise...
—Recoge tus cosas. Desde ahora eres libre, Pierre te dara un cheque.
El mundo de Sonja se detuvo.
—¿Qué? No... Eros, por favor, no hagas esto. Fue un error, yo...
Pero el se mantuvo firme; porque su decisión ya estaba tomada. Ya no queria a Sonja y probablemente no quisiera a más nadie.
—No insistas.
—¿Es por esa tal Lucy? —explotó Sonja entre lágrimas—. ¡¿Es una sumisa nueva?! ¡¿Es eso?!
Eros cerró los ojos y apretó las manos. Siempre era lo mismo con cada mujer que despedia.
—¡Dímelo! ¿Es otra put4 más? ¡¿Es eso lo que es?!
Él reaccionó y la agarró del cuello, sus ojos ahora convertidos en hielo.
—Vuelves a llamarla put4... y pierdes la lengua. —la apretó más, lo suficiente para que el miedo le hiciera entrar en razon—. Ella no como tú. Ella es... mi esposa.
Sonja palideció.
—¿E-esposa?
La soltó como si quemara y metió las manos en los bolsillos.
—Vete. Estás despedida.
Ella negó entre el shock y la rabia, pero la mirada de él no dejaba espacio para súplicas. Minutos después, salió arrastrando su maleta.
—No tienes madera de esposo, Eros. Compadezco a la mujer que caiga en tus manos.
La puerta se cerró y Eros apretó los puños.
«Una mujer. Una maldit4 mujer lo descontrola en horas.»
El vaso de whisky estalló contra la pared en mil pedazos, sacó el teléfono y marcó.
—François... Despierta a Lucy. Dile que sus lecciones empiezan... ahora.
¡Hola, mis mafiosas! 🔥 La historia de Lucy y Eros por fin está aquí… y promete ser caliente, peligrosa y llena de adrenalina. 🌶️ ¡Déjame tus comentarios! 🔥 Esto solo comienza…