C2- NUEVA VIDA
Lucy conducía a toda velocidad, sus manos temblaban sobre el volante mientras miraba el retrovisor una y otra vez. Cada sombra, cada coche que veía en la distancia, hacía que su corazón se acelerara.
¿La seguían? ¿Serían los hombres de Ezra? O peor aún... ¿sería él? Un nudo le apretaba el estómago.No podía sacarse la imagen de Ezra de la cabeza. Su sonrisa fría, la forma en que sus ojos se endurecían cuando se burlaba y le decía que nunca escaparía de él. Pero ella lo intentaría, lo haría aunque fuera lo último que hiciera.
—No me detendré —musitó—. No puedo volver... no puedo...
De repente, la realidad la golpeó. Necesitaba llegar a Francia, pero su dinero estaba limitado, y sabía que no podía usar sus cuentas o tarjetas. Ezra rastrearía cada movimiento.
Entonces miró su mano izquierda, donde estaba su anillo de bodas, un símbolo de la prisión en la que había vivido.
Tenía que deshacerse de él.
No solo por lo que representaba, sino porque era su única opción para conseguir más dinero.
Una hora más tarde, el cartel de una casa de empeños apareció al costado de la carretera. Lucy respiró hondo antes de entrar y el dueño, un hombre con una barba canosa y ojos penetrantes, levantó la mirada desde el periódico que leía.
—¿Puedo ayudarte en algo? —preguntó el hombre con una voz ronca.
Intentó mantener la calma, pero cada fibra de su ser gritaba nervios.
—Eh... sí —tragó saliva y extendió el anillo de bodas—. Quiero vender esto.
El hombre levantó una ceja y tomó el anillo. Lo observó detenidamente, sus dedos callosos dándole vueltas mientras lo inspeccionaba bajo la luz. La atmósfera se volvía cada vez más sofocante, y Lucy sentía las miradas de aquel hombre sobre ella, evaluándola, sospechando.
—Es un buen anillo —murmuró, mirando el objeto con detenimiento—. ¿Estás segura de querer venderlo?
Apretó los puños, sus uñas clavándose en la palma de sus manos. Sabía lo que él estaba pensando. Ella no encajaba en un lugar así, no con un anillo tan caro. Debía parecerle sospechosa, alguien que estaba huyendo. Y, en efecto, lo estaba.
—Sí —contestó decidida—. Necesito el dinero.
El hombre la observó en silencio unos segundos y luego se giró para sacar unos billetes del cajón. Lucy no podía dejar de mirar sus manos, esperando que se apresurara. Sentía que en cualquier momento la puerta se abriría de golpe y Ezra aparecería para llevársela de vuelta. O que tal vez el hombre llamaría a la policía, y ellos la entregarían a Ezra, porque él controlaba la ciudad y casi todo lo que había en ella.
—Aquí tienes —dijo el dueño, dejando un fajo de dinero sobre el mostrador. Luego, agregó con un tono tranquilo, pero cargado de intención—: Cuida tus pasos. El mundo no es amable con quienes están solas.
Su corazón se detuvo por un instante. Tomó el dinero y murmuró un "gracias" apresurado antes de salir de la tienda, sintiendo la mirada del hombre clavada en su espalda mientras cruzaba la puerta.
Una vez en el coche, se permitió exhalar.
Sus manos temblaban incontrolablemente, y de repente se rompió. Dejó salir lo que había estado conteniendo.
Estaba sola. Desesperadamente sola.
Esa noche, encontró un hotel barato en las afueras de la ciudad. No era el lugar más cómodo ni acogedor, pero al menos le ofrecía un refugio temporal. Afortunadamente, llevaba consigo su pasaporte, lo que le permitiría tomar el vuelo que había reservado para la mañana siguiente.
Al cerrar la puerta de la habitación, se acurrucó en la cama, abrazándose a sí misma mientras cerraba los ojos, intentando ahogar las lágrimas.
Había considerado llamar a su familia, pero sabía que no podía. Si lo hacía, su abuelo se enteraría, y eso significaría que la devolverían a Ezra.
La sola idea la hacía estremecerse.
Pensó brevemente en Aaron, su hermano, pero tampoco podía arriesgarse a involucrarlo. Su abuelo era un hombre poderoso, que controlaba la vida de todos los de su familia y no dudaba que encontraría la forma de usar a Aaron para llevarla de vuelta a Ezra.
Apretó los labios, recordando cómo todo había comenzado.
Había sido su abuelo quien arregló su matrimonio con Ezra. Y aunque no lo amaba, pensó que al menos sería un matrimonio normal, algo que podría aprender a sobrellevar con el tiempo.Pero nada había sido así.
La noche de bodas fue el inicio de su infierno. Su nuevo marido, frustrado por no poder consumar el matrimonio como él quería, la golpeó por primera vez.
—Esto es tu culpa. Los Stanton me dieron una mujer defectuosa. ¡No sirves para nada!
Paralizada por el miedo, apenas pudo reaccionar cuando él tomó lo que quería de la forma más cruel e inhumana posible.
Y aquella noche, su mundo se rompió en mil pedazos. El hombre con el que había prometido compartir su vida resultó ser un monstruo, y la persona que debía protegerla la había entregado a él sin dudarlo.
Con el corazón lleno de miedo y dolor, intentó calmarse, pero los recuerdos la asfixiaban. Y finalmente, el cansancio la venció, y se quedó dormida.
Pero de repente, un ruido la despertó.
La puerta se abrió de golpe, y su rostro palideció al instante. Allí estaba Ezra. Con el rostro ensangrentado y cojeando, su mirada era oscura, llena de maldad, y junto a él, el hombre que le había rentado la habitación.
Retrocedió en la cama, temblando.
—E-Ezra... —balbuceó.
Él dio un paso adelante, con una sonrisa cruel curvando sus labios.
—¿Creíste que ibas a escapar de mí, zorra? —escupió con frialdad—. Pues te equivocaste. Nunca me dejarás, Lucy. ¡Nunca! ¡Serás mía hasta el día en que mueras!
Y antes de que pudiera reaccionar, se abalanzó hacia ella.
Lucy abrió los ojos de golpe, jadeando. Su cuerpo estaba cubierto de sudor, y su corazón latía con fuerza descontrolada. Miró a su alrededor, dándose cuenta de que seguía en la habitación del hotel.
No había nadie más allí más que ella. Tragó saliva, intentando calmarse.
—Fue un sueño... —murmuró para sí misma, aunque el miedo seguía latente en su pecho.
Se levantó de la cama con las piernas temblorosas y miró el reloj.
—Tengo que darme prisa —dijo mientras comenzaba a prepararse.
Era hora de dejar todo atrás y tomar el vuelo hacia su nueva vida. Una vida que, esperaba, la alejara para siempre de Ezra y del infierno que él representaba.
C3-NECESITA UNA ESPOSAEros despertó con la luz del sol filtrándose por las cortinas de su habitación. Abrió los ojos lentamente, acostumbrándose a la claridad, y sintió un peso a su lado: una mujer con el cabello desordenado y una sonrisa adormilada en el rostro.Sin decir nada, se sentó en el borde de la cama, dejando que las sábanas cayeran y revelaran su torso trabajado. Su piel bronceada estaba decorada con tatuajes oscuros, símbolos que hablaban de su pasado con la mafia albanesa. Su cabello oscuro caía desordenado sobre su frente, y sus ojos grises brillaban con una intensidad fría, casi inhumana.Era el tipo de hombre que no pasaba desapercibido, y lo sabía. Caminó hacia el baño, pero una voz lo detuvo.—¿Quieres que te prepare el desayuno? —preguntó la mujer, con una voz dulce mientras lo miraba desde la cama.Se giró hacia ella, y cualquier rastro de calidez en sus ojos desapareció.—No hace falta —respondió—. Y tampoco tienes que regresar. Puedes tomar tus cosas e irte.El
C4- LA PROPUESTALucy caminaba tras el mayordomo con las manos apretadas. Sus pasos resonaban suavemente contra el mármol brillante, y aunque la casa era un espectáculo de lujo, el aire era espeso.El mayordomo se detuvo frente a una gran puerta doble y, sin mirarla, habló con voz grave y seca:—El señor la está esperando.Le dio un leve asentimiento de cabeza y se marchó, sin más palabras.Lucy se quedó quieta frente a la puerta, sintiendo cómo el corazón le golpeaba el pecho como un animal encerrado. Por dentro, el miedo le trepaba por la garganta, quemándole la lengua.Quería correr. Quería no haber venido. Pero esa era su única opción. No había vuelta atrás.Así que respiró hondo, una, dos veces. Y su mano temblorosa se alzó y tocó la puerta.—Adelante —se oyó una voz profunda desde el otro lado.Y un escalofrío le recorrió el cuerpo. Se dijo que era por la tensión, por el miedo... pero también por lo que sabía: el hombre detrás de esa puerta tenía la misma sangre que su marido.G
C5- COMO HE ESTADO DESEANDO.Lucy dejó el teléfono sobre la mesa, pero su mano temblaba ligeramente. Sentía un peso en el pecho, como si cada decisión que tomaba la hundiera más en un terreno que no podía controlar. Sin embargo, ya no había vuelta atrás.Y cuando se giró, los ojos de Eros ya estaban sobre ella, esos ojos grises que parecían leer cada uno de sus secretos. —¿Le enviaste el mensaje? —preguntó él, acercándose con pasos firmes, casi felinos.Asintió. Con el calor subiendo a su rostro, aunque no estaba segura de si era por el nerviosismo o porque su presencia llenaba la habitación de una forma que la hacía sentir vulnerable. —Sí, lo hice.Eros se detuvo a un paso de ella y luego inclinó ligeramente la cabeza, recorriéndola sin tocarla. —No veo por qué tenías que comunicarle nada. Dijiste que tu familia no te ayudaría.La proximidad hizo que su boca se secara, pero se obligó a enfocarse en las palabras, no en la manera en que él la hacía sentir. —Aaron es diferente. Él
C1- UN DEMONIO—¡Ezra, por favor! ¡No me golpees más! —suplicó Lucy, retrocediendo con las manos levantadas, intentando protegerse.Pero Ezra no escuchaba. Sus ojos brillaban con una furia oscura, y su mandíbula estaba tensa. Lucy sabía que si no actuaba, le iría peor, así que corrió hacia las escaleras. Su corazón latía con fuerza mientras subía los escalones de dos en dos, sintiendo que él estaba justo detrás de ella.Al llegar al baño, cerró la puerta y giró la llave con manos temblorosas. Se apoyó contra el lavamanos y en el espejo, su reflejo le devolvió una imagen que la hizo estremecer.Su labio estaba hinchado, rojo y caliente por la bofetada que Ezra le había dado momentos antes. Cuando él llegó, ella estaba sirviendo la mesa para la cena. Ezra había llegado de mal humor, como siempre, y le había ordenado que se desvistiera."Necesito relajarme", había dicho, y aunque odiaba ser tratada como un objeto, obedeció. Pero cuando él, como siempre, no pudo tener una erección, la cul