SED DE VENGANZA.

SED DE VENGANZA.

Aria entró a la mansión y apenas levantó la vista, lo primero que vio fueron a los guardaespaldas: tres de ellos, arrodillados en medio del salón, con las manos amarradas detrás de la espalda y la cabeza baja. Uno tenía el rostro golpeado, el otro sangraba por la ceja, y el tercero apenas respiraba.

El estómago se le encogió.

Lucy apareció desde el pasillo y, en cuanto la vio, corrió hacia ella.

—¡Aria! —la envolvió en un abrazo tan apretado que le costó respirar—. ¿Dónde estabas? ¡Por Dios! ¿Por qué te escapaste? ¿Qué está pasando, mi amor?

No respondió. Su mirada se deslizó lentamente hasta encontrar a su padre, que estaba de pie frente a los guardaespaldas, con el rostro tenso, los ojos inyectados de furia y los brazos cruzados. Eros no se movió, simplemente la observó largo rato, como si no supiera si gritarle o correr hacia ella, hasta que habló.

—¿Por qué te escapaste, Aria? —su voz tronó, rasposa y cargada de rabia—. ¡¿Qué cojones te pasa?!

Ella apretó los labi
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