Aitana tiene pulso firme para el esmalte y un talento innegable con los pinceles. En el prestigioso spa "Luna", sus diseños virales la han convertido en una de las manicuristas más solicitadas por influencers, modelos y chicas de agencia. Pero todo se viene abajo cuando una clienta furiosa la acusa -delante de todos- de salir con su novio. La prueba: una historia en redes con el sello inconfundible de sus uñas jelly. Humillada y advertida por la gerencia, Aitana intenta recomponer su imagen mientras el verdadero causante del escándalo, Iker -dueño de Glow Agency, atractivo, adictivo y manipulador- reaparece en su vida como si nada. Aitana jura que no caerá de nuevo. Pero mientras lima, pule y pinta uñas, empieza a escuchar confesiones que se repiten. Muchas de sus clientas, sin saberlo, comparten algo más que esmaltes y secretos: también han estado con Iker. Y hay algo más que Aitana no se atreve a contar. Algo que crece en silencio. En un entorno donde todo se filtra, todo se juzga y todo se graba, guardar un secreto que puede costarle más que su trabajo. Entre escándalos amorosos, rivalidades entre promotoras, reputaciones que se quiebran como uñas maltratadas y decisiones que cambiarán su vida, Aitana deberá elegir si esta historia se escribe con brillo... o si debe cortarla antes de que duela más. Entre esmaltes, secretos y corazones rotos... Aitana también tiene uno que late por dos.
Leer másLa música ambiental del spa "Luna" apenas sonaba por encima del zumbido de los tornos eléctricos. Un aroma dulzón a crema de almendras y esmalte fresco llenaba el aire, mientras la luz cálida acariciaba cada rincón perfectamente limpio, cada cabina acolchada, cada estación de manicura. Era un martes como cualquier otro. O al menos, eso parecía.
Aitana terminaba de sellar el brillo sobre unas uñas jelly en tonos rosa pastel, con delicadas líneas blancas formando mariposas miniatura. El estilo estaba de moda en TikTok, y sus clientas lo pedían como si fuera un pasaporte social. Era su toque personal. Su marca. -Estas uñas son literalmente virales -comentó la chica frente a ella, una influencer de modas con stories diarios y novios rotativos-. Nadie hace los detalles como tú, Aitana. Qué dedos mágicos tienes. -Gracias, amor -respondió Aitana con una sonrisa. Mantenía la voz suave, profesional. Pero por dentro, el halago la hacía flotar un poco. Su mundo eran las uñas, el arte minúsculo, el control. Allí se sentía segura. Hasta que la puerta estalló. -¡¿Cómo te atreviste a salir con mi novio?! El grito rasgó el aire como un cuchillo. Todas las clientas y empleadas se giraron al unísono. Aitana se quedó paralizada, la lima en alto, el corazón dando un brinco traicionero. La mujer que acababa de irrumpir era una tormenta de ojos negros y rabia pura. Alta, cabello perfectamente liso, rostro de modelo... pero en ruinas. Su maquillaje parecía intacto, pero sus emociones no. -¡Tú! -la señaló con el dedo como si invocara una maldición-. ¡Tú eres Aitana, ¿verdad?! -¿Quién eres tú? -atinó a decir Aitana, con la voz más baja de lo que hubiera querido. -¡No te hagas la estúpida! -La mujer avanzó entre las estaciones de manicura como un huracán sobre ruedas-. ¡¿Creías que no me iba a dar cuenta?! ¡Subió una foto contigo, con tus malditas uñas de niñita dulce! Le puso el celular en la cara. Una foto de dos manos tomadas. La de él, con su clásico reloj negro. La de ella -¡la suya!- con el diseño que acababa de replicar hace unos minutos. Su firma. Su estilo. La prueba. Monólogo interno de Aitana: No puede ser. ¿Por qué subió eso? Le pedí que no lo hiciera. Le dije que no... Dios. ¿Qué hice? ¿Qué hice? -¿Te acostaste con él? ¡Dímelo ahora! ¡¿TE LO TIRASTE?! -gritó la mujer, y su voz tembló. Sus ojos se llenaron de lágrimas, pero no la hicieron menos feroz-. ¡Tengo cuatro años con él, cuatro! ¡¿Quién m****a te crees que eres?! El silencio era total. Hasta los secadores de pelo parecían apagados. -Yo... yo no sabía que él tenía novia. Te lo juro -dijo Aitana, su voz ya era un susurro quebrado-. Él me dijo que estaba soltero. -¡Mentirosa! ¡Eres una hipócrita! ¡Tú lo sabías! -La mujer ahora lloraba sin intentar disimularlo-. Todas las tipas como tú se hacen las ingenuas. ¡Te haces la dulce y te metes en las camas ajenas! -¡Basta ya! -intervino una de las recepcionistas, tímidamente. Pero la mujer no se detuvo. Se inclinó sobre la mesa de Aitana, apenas un par de centímetros entre sus caras. -¿Sabes qué? Ojalá te haga lo mismo que me hizo a mí. ¡Ojalá te rompa el corazón y te deje llorando como una imbécil en un baño! Porque eso es lo que hace. Eso es lo que él es. Aitana tragó saliva con fuerza. Monólogo interno: No puedo respirar. Me están mirando todas. Esto es una pesadilla. ¿Cómo llegué a esto? Solo fue una cita. Solo un mensaje. Solo un beso. La gerente del spa apareció al instante, caminando rápido sobre sus tacones de bloque. -Señorita, esto es inaceptable. Debe retirarse ahora mismo. -¡NO! -gritó la mujer, girándose como un latigazo-. ¡Ella debería irse! ¡Ella! ¡Esa traicionera! ¡Róbale más novios, zorra! ¡A ver cuánto duras! Y antes de que nadie pudiera hacer nada, tomó un frasco de esmalte fucsia y lo arrojó al suelo. El vidrio se hizo añicos. Un grito se escapó entre las clientas. -¡Basta ya! ¡SEGURIDAD! -gritó la gerente. Dos trabajadores del gimnasio vecino entraron apresurados y escoltaron a la mujer fuera, todavía gritando improperios que se desvanecían tras la puerta. Silencio. Aitana temblaba. La lima había caído de su mano. El corazón le martillaba las costillas. Quería gritar, desaparecer, deshacerse. La gerente se volvió hacia ella con la mandíbula apretada. -Quiero verte en mi oficina cuando termines con esta clienta. Esto no puede volver a repetirse. Es una advertencia formal, Aitana. Una más, y estás fuera. Aitana solo asintió, sin poder hablar. Su garganta era un nudo. La clienta, que aún tenía una mano dentro de la lámpara UV, retiró lentamente los dedos. -Wow. Eso estuvo... intenso. Aitana se levantó sin decir una palabra. Fue directo al baño. Cerró la puerta. Se apoyó contra el lavamanos. Y rompió en llanto. No fue un llanto controlado ni digno. Fue uno feo, tembloroso, con mocos, con rabia. Con vergüenza. Monólogo final: ¿Qué estoy haciendo? ¿Qué estoy haciendo con mi vida? Solo quería pintar uñas. Solo quería crear belleza. Y ahora... ahora soy la otra. La idiota. La manicurista con corazón roto y reputación manchada. ¿Qué hago ahora?* Se miró al espejo, las mejillas empapadas, la nariz roja. -Te juro que no me vuelve a pasar -susurró. Pero algo dentro de ella sabía que eso era una promesa rota incluso antes de pronunciarla.El timbre de la entrada sonó con su tono suave y metálico, como cada mañana en su trabajo. Aitana, sentada en recepción revisando el calendario de turnos, alzó la mirada con la sonrisa automática de quien lleva años en la rutina.Pero la mujer que entró no era del tipo habitual.Joven, elegante, con un aire resuelto y ojos que miraban como si ya supieran algo. Caminaba con seguridad, el bolso cruzado al cuerpo y un abrigo beige que parecía recién salido de una boutique de otra ciudad.-¿Tienes lugar para un diseño hoy? -preguntó, sin rodeos-. Me cancelaron en otro local.Aitana sonrió con cortesía. Había algo familiar en ella, aunque no lograba ubicarlo.-Podríamos hacerte un espacio al mediodía, si estás dispuesta a esperar un poco. ¿Qué tenías en mente?La mujer sacó el teléfono y le mo
El spa estaba en silencio. Eran casi las once de la noche, y Aitana se había quedado para terminar de organizar unas fichas de clientas y hacer inventario. No lo necesitaba, no realmente, pero no quería irse a casa. No todavía. El sonido del reloj de pared marcó la hora con su tic metálico. Afuera, la ciudad dormía. Adentro, solo el leve zumbido de los difusores de aroma, y la luz tenue que caía sobre las estaciones vacías. Estaba agachada, buscando una caja de toallas desechables bajo su mesa de manicura, cuando escuchó la puerta del fondo abrirse. Se incorporó con el ceño fruncido. -¿Laura? -llamó, pensando que alguna compañera se habría olvidado algo. Pero no fue Laura. Era él. Iker. Otra vez. De pie, parado junto a la puerta, con esa expresión que ya no sabía si era culpa o deseo. Esa mezcla que la confundía. Que la rompía. Aitana no dijo nada. Solo lo miró. -No vine a discutir -dijo él, la voz más baja que de costumbre-. So
La noche cayó con una lentitud casi dramática, como si supiera que algo iba a suceder.Aitana cerraba el último turno del spa Luna. El aroma a lavanda ya se había disipado, y las luces suaves apenas iluminaban los espejos y los botes de esmalte en el mostrador. Se sentía sola, pero en paz. Con una mezcla de agotamiento y alivio. Había sido una buena jornada: clientas frecuentes, pocas complicaciones, muchas sonrisas.Estaba por apagar la lámpara de su estación cuando escuchó el sonido.Unos nudillos golpeando suavemente la puerta de vidrio principal.Ella frunció el ceño.-Ya cerramos -murmuró para sí, caminando hacia la entrada con paso firme.Pero entonces lo vio.Era Iker.Detrás del cristal, bajo la farola de la calle, con una chaqueta negra que le caía hasta las caderas y el cabello algo más largo que la última vez. Ten&i
El lunes amaneció con un sol blanco, hiriente. Aitana lo vio colarse entre las cortinas desde su cama, aun con las sábanas revueltas y el cuerpo embotado por una noche de insomnio. No había dormido realmente, apenas flotado en pensamientos que la zarandeaban entre la nostalgia, la rabia y esa nueva resolución que iba creciendo como una raíz firme en su pecho.-Hoy empiezo de nuevo -dijo en voz baja.Llevaba semanas posponiéndolo, dejando que sus días giraran en torno a los estados de Iker, los rumores en el spa, las señales de su cuerpo que ya no podía ignorar. Pero esta mañana era distinta. Hoy, decidió, que no iba a responder más a lo que no la hiciera crecer.Se levantó, se duchó con agua fría, como si necesitara sacarse de encima todo lo que la ataba. Se maquilló con precisión. Base mate, delineado, firme, labios color rosa pálido. Nada de
Aitana se miró en el espejo una última vez. Su reflejo le devolvía una imagen que ya no le parecía suya: pestañas largas, labios con brillo durazno, el cabello recogido en un moño pulido con dos mechones sueltos que caían con intención sobre sus mejillas. El vestido negro con escote en V le acariciaba la silueta con disimulo, ocultando apenas el leve abultamiento de su abdomen de casi tres meses. Ella misma se había aplicado un esmalte gel "nude" con delicados cristales en la uña del anular -un toque discreto pero elegante. Su sello personal. El mismo que tantas clientas le pedían.Respiró hondo y se dijo en voz baja:-Hoy se lo digo. No más vueltas, no más excusas.Habían pasado días desde que Iker le envió aquel mensaje:"Este jueves. Ceno contigo, solo tú y yo. Lo necesito."Había leído esas palabras tantas veces que
Aitana colocaba meticulosamente los esmaltes en el estante nuevo del Spa Luna. Tenía la sensación de que, si los organizaba por tonalidad y subtono, quizás el caos de su interior también empezara a ordenarse. Pero no era más que una ilusión. Desde la pelea entre Claudia y Fiorella, sentía que todo a su alrededor se estaba desmoronando con una lentitud insoportable, como una uña rota que todavía cuelga de la piel, esperando arrancarse de una vez.Ese día tenía una clienta nueva. Venía por recomendación de otra promotora, lo cual ya era una señal de alarma. Aitana temía que cualquier rostro nuevo escondiera un nuevo capítulo en la novela caótica que había resultado ser su relación secreta con Iker.-Hola, soy Zoe -dijo la joven, entrando con el paso confiado de una chica que sabe que su físico le abre puertas. Tenía el cabello cas
Último capítulo