Aitana tiene pulso firme para el esmalte y un talento innegable con los pinceles. En el prestigioso spa "Luna", sus diseños virales la han convertido en una de las manicuristas más solicitadas por influencers, modelos y chicas de agencia. Pero todo se viene abajo cuando una clienta furiosa la acusa -delante de todos- de salir con su novio. La prueba: una historia en redes con el sello inconfundible de sus uñas jelly. Humillada y advertida por la gerencia, Aitana intenta recomponer su imagen mientras el verdadero causante del escándalo, Iker -dueño de Glow Agency, atractivo, adictivo y manipulador- reaparece en su vida como si nada. Aitana jura que no caerá de nuevo. Pero mientras lima, pule y pinta uñas, empieza a escuchar confesiones que se repiten. Muchas de sus clientas, sin saberlo, comparten algo más que esmaltes y secretos: también han estado con Iker. Y hay algo más que Aitana no se atreve a contar. Algo que crece en silencio. En un entorno donde todo se filtra, todo se juzga y todo se graba, guardar un secreto que puede costarle más que su trabajo. Entre escándalos amorosos, rivalidades entre promotoras, reputaciones que se quiebran como uñas maltratadas y decisiones que cambiarán su vida, Aitana deberá elegir si esta historia se escribe con brillo... o si debe cortarla antes de que duela más. Entre esmaltes, secretos y corazones rotos... Aitana también tiene uno que late por dos.
Leer másAitana se miraba al espejo con la misma mezcla de ternura y miedo que llevaba cargando desde hacía meses. Su cuerpo, con las curvas modificadas por la vida que crecía en su interior, ya no era el mismo de antes. La ropa le quedaba diferente. Sus pechos, su cadera, su vientre... todo hablaba del cambio. Pero lo que más había cambiado, era algo que no podía verse: su espíritu.Hasta ese día, había ocultado su embarazo bajo blusas amplias, chaquetas largas, poses estratégicas. Por miedo a perder clientes. Por temor a los comentarios. Por culpa. Por las dudas que Iker y su círculo habían sembrado como veneno en su interior.Pero esa mañana, algo dentro de ella se transformó, su hija merecía que estuviera orgullosa de su maternidad. O tal vez, era el pensamiento necesario, se liberó.Abrió su galería de fotos y revisó una imagen que se había
Habían pasado tres días desde el tatuaje. El símbolo aún enrojecido detrás de la oreja le dolía levemente al tocarlo, pero no era un dolor que incomodara. Era otra cosa. Algo parecido a una quemada en la piel.Aitana regresó al spa "Luna" con la frente en alto, lista para retomar sus días entre esmaltes, clientas difíciles y silencios incómodos. Sin embargo, algo había cambiado en su interior. Ya no sentía la necesidad de agradar a todos. No tenía espacio para fingimientos. Se debía a Ámbar, y eso lo ordenaba todo.Esa mañana apenas comenzaba cuando su teléfono vibró con una notificación extraña. Un mensaje directo de una cuenta verificada. No era una influencer. No era de una clienta ni de una marca. Era de una periodista.Sofía Valverde | Investigación & Reportajes Especiales"Hola, Aitana. Disculpa que te
La noche anterior fue larga. Una de esas situaciones desesperantes donde el cansancio está, pero no llega el descanso. Aitana se revolvía entre las sábanas, buscando una postura cómoda, respirando hondo para calmar esa inquietud que la rondaba desde la conversación con Rebeca.La duda, la carcomía por dentro. ¿Y si era cierto? ¿Y si Iker hubiera mentido una vez más? ¿Y si realmente había embarazado a otra mujer mientras ella lo amaba en silencio, mientras cargaba sola con esta historia? Aunque parte de ella quería gritar que no, que era imposible, otra parte -más silenciosa, pero igual de insistente- sembraba raíces de incertidumbre.Cerró los ojos apretados. Quería dejar de pensar. Solo descansar.Y entonces, soñó.La playa se extendía infinita, con un cielo dorado que parecía sacado de otro mundo. La luz lo envolví
Aitana no se despidió de nadie. Solo dejó un mensaje corto en el grupo de WhatsApp del spa. "Necesito unos días. Gracias por entender." Luego apagó el teléfono, metió lo necesario en una maleta pequeña y tomó el primer tren hacia el norte. No tenía un plan claro, solo una necesidad urgente: desaparecer del ruido. Respirar sin el peso constante de las miradas, los rumores y los recuerdos que dolían como espinas invisibles.El viaje fue largo. Vio pasar los campos por la ventana del tren como si fueran paisajes de otra vida. El verde se extendía en parches irregulares, los árboles se mecían suavemente, y por primera vez en mucho tiempo, el mundo parecía moverse sin exigirle nada. No era felicidad, pero sí un alivio sordo, como cuando se deja de apretar una herida que arde.La casa de su tía estaba en las afueras de un pueblo pequeño, entre colinas suaves y c
El día arrancó con una rutina casi reconfortante para Aitana: limpiar su estación de trabajo, ordenar los esmaltes por tonalidades, preparar los instrumentos. Era como una coreografía que conocía de memoria, algo que, al menos por un rato, le hacía olvidar que por dentro estaba hecha un nudo.El spa estaba particularmente ruidoso esa mañana. Se notaba una energía diferente, más agitada. Aitana lo sintió, apenas cruzó la puerta: sus compañeras cuchicheaban en voz baja, y algunas clientas se miraban entre ellas con gestos cómplices, como si compartieran una noticia que aún no llegaba a sus oídos.-¿Qué pasa? -preguntó a Paula, mientras colgaba su chaqueta en el perchero.-¿No te enteraste? -respondió, con tono bajo, como si lo que iba a decir fuera una bomba-. Glow tiene una promotora nueva. Llegó directo de Madrid. Rebeca se
El día comenzó con un cielo de primavera cálido, de esos que invitan a creer que todo va a estar bien. Aitana se puso su bata de trabajo y eligió un vestido suelto, cómodo, de algodón. Había empezado a notarse con más claridad su embarazo. La curva de su vientre ya no podía disimularse bajo ropa holgada, y caminar empezaba a requerir pausas. Pero aún se resistía a pensar en sí misma como "la embarazada". Quería seguir siendo Aitana, la manicurista precisa, la artista de los jelly nails, no un vientre con patas.Cuando llegó al spa, notó algunas miradas. No eran nuevas, pero ese día las sintió más incisivas. Quizá era su sensibilidad. Quizás era que por dentro, el miedo no dejaba de pulsar. Sentía que cada paso que daba era observado, como si su presencia despertara incomodidad. El ambiente era tenso. Paula la saludó con un ges
Último capítulo