El sonido de las limas de uñas contra el acrílico llenaba el ambiente con un ritmo constante. Casi hipnótico. Era viernes, el día más lleno en el Spa Luna. En cada cabina se trabajaba con precisión milimétrica: geles permanentes, manicuras rusas, limpiezas profundas de cutículas, extensiones 3D. Aitana llevaba una hora y media con su cuarta clienta del día. Normalmente, le encantaba esa sensación: las manos entregadas a ella, la confianza, el arte. Pero ese día, algo palpitaba bajo la superficie.
Y no era solo el cansancio.
Era la historia que había visto esa mañana.
Una historia de Instagram.
Un golpe visual.
Una puñalada directa.
Iker. En Ibiza.
Sobre una cama balinesa, con el torso bronceado y esa sonrisa suya de comercial de perfume caro.
Y a su lado, en la misma imagen, aunque parcialmente recortada... una pierna femenina.
Delgada. Morena. Con un tatuaje de serpiente.
Y la misma copa de vino rosado que él.
La historia no era de él. Era de ella, la chica. Una tal @Sophie.Milenne.