La invitación llegó impresa en un cartón elegante, con dorado en relieve. El logo de Glow, ahora rediseñado, brillaba en la esquina superior. "Ceremonia de Reconocimiento a Mujeres Emprendedoras del Año", decía. Abajo, en tipografía más sobria, su nombre: Aitana.
Lo leyó tres veces antes de reaccionar.
No era la primera vez que Glow organizaba eventos de ese tipo, pero sí era la primera vez que la invitaban. Y más aún: como homenajeada. Según la carta, una comisión externa había elegido su nombre por la historia de resiliencia, crecimiento y aporte social.
Aitana sintió algo agrio en la garganta. Una mezcla de ironía y temblor.
Durante años, Glow había sido símbolo de lo que ella tuvo que soportar: jefes que la subestimaban, compañeras que la traicionaban, estructuras rígidas que jamás la vieron realmente. Fue en esos mismos pasillos donde había llorado en silencio, recogido sus cosas sin despedidas, y salido con la cabeza erguida mientras por dentro se partía en mil pedazos.
Y ahora,