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Lo conocí en una fiesta de uñas

La ciudad no dormía aquella noche. Era una de esas veladas en las que el cielo parecía más bajo, como si las estrellas se hubieran reunido para mirar desde arriba, cómo las luces artificiales competían por llamar la atención. En la terraza del Hotel Magnolia, todo estaba listo para la "Nail & Glow Experience", un evento exclusivo donde lo estético se mezclaba con lo social, con el marketing y con las ganas de mostrarse.

Aitana sostenía su maletín como quien transporta un tesoro. Caminó firme entre modelos que reían sin abrir del todo la boca y estilistas que gritaban nombres de tonos como si fueran cócteles secretos. Aitana no usaba marcas reconocidas ni tenía contrato con ninguna empresa de cosméticos, pero sus diseños estaban empezando a recorrer los grupos de W******p de las promotoras más cotizadas.

-Esto parece otro planeta -murmuró, mientras sus ojos se paseaban entre la decoración intergaláctica: esferas flotantes, proyecciones de nebulosas y luces que parpadeaban como si fueran latidos de estrellas.

Su estación estaba en el centro, justo frente al mural de neón que decía "MANOS QUE HABLAN, UÑAS QUE GRITAN".

Y ella sí que gritaba con sus diseños.

Montó su pequeño trono de esmaltes: jelly rosado, pigmentos camaleónicos, gel con partículas reflectivas y una gama completa de tonos milky base. Todo estaba dispuesto sobre una tela holográfica que daba la ilusión de estar flotando en una galaxia líquida.

Las primeras en acercarse fueron dos chicas altas, con vestidos de vinilo y plataformas transparentes.

-¿Eres tú la famosa Aitana? -preguntó una de ellas, con un acento medio chileno y actitud de celebridad.

-Depende de quién pregunta -respondió Aitana, mientras le indicaba con una sonrisa que se sentara.

-Quiero que me hagas algo viral. Que cuando suba el reel, tenga 100K likes.

-Entonces, déjame ver tus manos -dijo-, y al tocarlas, Aitana sintió esa electricidad que siempre le recorría la piel cuando algo bueno estaba por pasar.

Las uñas jelly fueron tomando forma. Un degradado en tonos lila y durazno con detalles encapsulados de papel tornasol. Aitana aplicaba cada pincelada como si estuviera componiendo música. Nadie hablaba mientras trabajaba. Solo se oía el sonido del torno, los clics de los móviles y los comentarios bajitos de otras chicas que miraban con envidia.

-¡Mira esas cutículas! Están perfectas, parece que no las tocó ni una cuchilla -susurró una promotora a otra.

-Es la nueva. La que trabaja en el spa "Luna". Tiene manos de cirujana.

Aitana fingía que no escuchaba, pero en el fondo cada halago era como una copa de champán directo a la autoestima.

Fue entonces que lo sintió.

Esa mirada. Esa presencia.

Él no caminó. Se deslizó. Como si la gente le abriera paso sin necesidad de hacerlo.

Iker.

Alto. Elegante. Con una camisa negra ligeramente abierta en el pecho, dejando entrever una cadena dorada. Su barba de tres días bien cuidada y ese aire de "yo sé exactamente quién soy y lo que provoco". Un imán.

Se detuvo frente a ella.

-¿Tú eres Aitana?

Ella ni siquiera lo miró de inmediato. Terminó de sellar el gel con lámpara UV antes de alzar la vista. Cuando lo hizo, sus ojos se encontraron con los de él. Un segundo bastó para que todo lo que la rodeaba se volviera irrelevante.

-¿Y tú quién eres? ¿Algún experto en cutículas? -dijo con media sonrisa.

-No, pero sé reconocer talento cuando lo veo. Soy Iker. Dirijo Glow Agency, las promotoras con las que estás trabajando hoy.

Aitana asintió sin bajar la guardia.

-Encantada. Ya he atendido a tres de tus chicas. Tienen gustos caros y uñas maltratadas. Pero eso se arregla.

-He escuchado de ti -respondió él-. Una manicurista con actitud. Me gusta.

-Y a mí me gusta que me respeten por mi trabajo, no por cómo me veo.

-¿Y si me gustan ambas cosas?

Ella se quedó en silencio. Podría haberle contestado algo sarcástico, pero optó por sostenerle la mirada. La tensión era densa, como si el aire se hubiera espesado entre ellos.

-Tienes agenda abierta esta semana? -preguntó él-. Estoy organizando una campaña para un nuevo grupo de promotoras. Quiero que tú les hagas las uñas. Algo sexy, moderno, pero sin caer en lo vulgar.

-Depende. ¿Cuánto pagan?

-Lo suficiente como para que valga la pena tu tiempo. Y quizá, también para que me regales una de esas sonrisas tuyas.

Claudia, que estaba a unos metros, los miraba con los ojos abiertos como platos. Apenas Iker se alejó para hablar con una de sus modelos, corrió hacia Aitana.

-¡¿Tú sabes quién es ese?! ¡Iker Valverde! ¡El Iker! Dueño de la agencia más cotizada de la ciudad. Sale con medio I*******m y la otra mitad lo desea. ¡Y te acaba de invitar a trabajar con él!

Aitana se acomodó un mechón de cabello detrás de la oreja. Quería parecer tranquila, pero su corazón latía como si fuera a explotar bajo la bata blanca.

-Solo me ofreció trabajo.

-Sí, trabajo y otra cosa... Mira cómo te miraba. Como si fueras una obra de arte con esmalte.

-¿Y si solo me quiere usar? -susurró Aitana, de repente insegura.

-Entonces que te use bien. Pero tú eres la que manda.

Aitana miró su mesa. El brillo de las uñas recién hechas. Sus herramientas estaban alineadas. Sus pinceles en orden. Y en medio de todo eso... la tarjeta de Iker.

La tomó entre los dedos. El nombre "Iker Valverde" estaba grabado en dorado mate sobre fondo negro. Al reverso, solo un número de teléfono.

-Un hombre que no pone su I*******m en la tarjeta... ya es un misterio -murmuró.

Esa noche, al llegar a casa, se sentó frente al espejo y desarmó su maletín de esmaltes. Uno a uno, los fue limpiando. El jelly rosa, el top coat velvet, el pincel liner 01. Todo debía estar perfecto. Por fuera, lucía como cualquier otra chica trabajadora. Pero por dentro, sentía mariposas vestidas de lentejuelas revoloteando en su estómago.

Y aunque no lo sabía entonces, esa noche no solo había conocido a un hombre.

Había conocido la parte de ella que podía perder la razón... por amor.

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