Giorgia Hill siempre ha sido la mujer fea, la rechazada, la burla de todos, especialmente de los hombres, a quienes le parece repugnante por su peso. Vaca, elefante, ballena, han sido los apodos más modestos que le han dado. Sin embargo, nada de eso, ni las burlas ni las ofensas, han podido destruirla, ella se ha mantenido siendo lo que siempre ha querido ser: Una mujer fabulosa. Pero todo eso cambia cuando Julian Lerner aparece en su camino; con su carácter arrogante, su porte altivo y esa sonrisa canalla, sacando lo peor de ella. A Julian Lerner le encantan las mujeres, eso no se puede negar, pero para él no son más que un entretenimiento. Se acuesta con ellas, se despide y las desecha. La vida no podría ser más sencilla para él. Es atractivo, millonario y uno de los hombres más importantes de la ciudad al tener a su cargo una de las empresas más importantes. Por ello, las mujeres hermosas siempre le han rodeado y ha tenido todas las que ha querido; las más sexys y sensuales. Es por eso que cuando Max, su mejor amigo, le presenta en una cita a ciegas a Giorgia, piensa que le está jugando una muy mala broma, porque esa gorda, como él la llamó, estaba lejos de sus ideales. Pero, de repente, meses después, sus caminos se vuelven a cruzar y en el diario convivir algo cambia. Espera verla más que a nadie. Empieza a notar cada rubor, cada sonrisa, cada cosa que Giorgia hace y que la vuelve la mujer más fabulosa que ha conocido. ¿Por qué si no es el tipo de mujer que le atrae, ha comenzado a desearla de una forma tan ardiente y ha comenzado a sentir un sentimiento que nunca antes había conocido? Celos.
Leer másPoder, control, tentación. Es lo que Julian Lerner irradia a su paso por el vestíbulo del hotel. No hay mujer que se resista a voltear a verle. Jóvenes o viejas, altas o bajas, solteras o casadas; todas se giran para echarle una ojeada curiosa y poder admirarle mientras avanza hacia el bar.
Se acerca a la barra y se sienta en un taburete de respaldo alto, haciéndole una señal con la mano a John, el chico que atiende el bar, y a quien ha llegado a conocer bien a través de los años. John asiente, sabiendo muy bien qué es lo que él quiere: Bushmills 21 solo. Después de que John le entrega el whisky, Julian se pasa la última hora bebiendo un par de vasos más, intentando averiguar qué decisiones tomar para solucionar algunos problemas por los que su empresa atraviesa. Su mente está dando vueltas en círculos y está a punto de irse del bar, cuando John se acerca con otro whisky. Coloca la bebida frente a él y mueve sus cejas. —Esto, señor Lerner, es de la hermosa señorita. —Estira la cabeza en dirección a una mujer sentada sola en el bar. Julian roba una mirada de reojo en su dirección. Cruzando sus largas piernas debajo de un corto vestido de seda en color negro, la mujer le regala una sonrisa tímida y toma un sorbo de su Manhattan. Sus labios se demoran en el sorbete mientras lo observa con intensidad. Julian simplemente asiente con la cabeza para darle las gracias. Vuelve la atención al joven bartender, saca su billetera del bolsillo trasero del pantalón y le entrega una generosa propina. —Gracias, John. Ve y entrégale una nueva ronda por mi parte. —Echándose hacia atrás, pasa un brazo por encima de la silla de al lado—. Nos vemos otro día. Sonriendo, John apoya un trapo encima de su hombro. —De acuerdo, señor Lerner. John se marcha para atender a otros clientes y Julian toma su nuevo vaso y gira el líquido. Después de beber un sorbo, levanta la cabeza. Su mirada capta la atención de la mujer que le envió la bebida. Sus rasgos son bastante agradables. El lujoso cabello rojo y ondulado hasta los hombros, cae fácilmente sobre los tirantes de su sexy vestido negro. Julian lleva sus ojos a través de su físico delgado mientras ella le mira fijamente, con una sonrisa tímida haciéndose cargo de su boca. Aunque él no la considera una mujer que sobresale en una multitud, sus ojos y su sonrisa iluminando su rostro hacen que a Julian le resulte difícil apartar la mirada. Ve cómo ella con gracia se desliza de su taburete. Toma su bebida, una cartera y comienza a hacer su camino hacia él. Con los ojos fijos en los de ella, Julian se relame, hambriento, y escucha sus sandalias de tacón haciendo clic contra el piso de madera. Antes de que ella cierre la distancia, se detiene. Ladea la cabeza y estudia su rostro, como si le preguntara si está bien reunirse con él. Julian encuentra su inquietud atractiva. Con una inclinación de cabeza, le hace una seña al asiento frente a él. Sonriendo, ella continúa su persecución y atraviesa el bar, hasta llegar a Julian. Mientras saca una silla, coloca su copa y la cartera sobre la barra, su cabello cae sobre su rostro cuando se inclina. Cuando se lleva una mano para meter los mechones detrás de su oreja, Julian se fija en los generosos pechos que se asoman a través del profundo escote. Son cremosos y deliciosos. Julian se relame, mientras se imagina haciendo esos tirantes a un lado, bajando el vestido, y dejando en libertad esas exquisitas tetas, para chuparlas. Las imágenes encienden en él un tenso y ardiente calor, en lo más bajo de su estómago. —Puedo detectar a un hombre que necesita divertirse y pasar un buen rato a millas de distancia —ronronea ella, hundiéndose en la silla. Cruza las piernas y bebe un largo sorbo de su bebida fría. Sutilmente, se inclina sobre la mesa. Una sonrisa seductora inclina la comisura de sus brillosos labios, su mirada cae del rostro de Julian a su pecho. Después de vagar por la parte superior de su cuerpo, ella lleva sus ojos de nuevo a los suyos —¿Qué puedo hacer por usted para solucionar este problema, señor...? Julian se inclina hacia atrás y sacude la cabeza. —No tan tímida como pareces —murmura, alcanzando su bebida—. Ellos dicen que las apariencias engañan. Pero está todo bien. Yo no soy tan tímido como pueda parecer. Julian bebe el resto de su bebida, deja el vaso sobre la mesa, y le da un golpecito con el pulgar y el dedo del medio. La condensación le permite deslizarse suavemente a través de la mesa de cristal, chocando contra un cenicero. Apoya los codos en la barra, sonríe, y coloca los dedos debajo de su barbilla. —¿Quieres poner remedio a mi problema? Estoy intrigado, ¿señorita...? La mujer sin nombre se muerde el labio e imita su postura. —Uno: Estoy muy feliz de que estés intrigado. Ese fue mi único propósito al venir aquí. Disfruto cuando un hombre me encuentra interesante. Dos: No, no soy tan tímida como parezco, cariño. Lejos de ello. Tres: Nunca dije que parecieras tímido. Nada acerca de ti grita tímido, y para mí, eso es algo bueno. Ella descruza las piernas, se saca el tacón de su pie derecho y se agacha para masajearlo. Inclinando la cabeza, Julian mira sobriamente mientras ella lentamente se pasa las uñas de color rojo sangre por la parte inferior de su pie hasta la pantorrilla. Acomodándose a sí misma en su silla, mete su pie descalzo debajo de su trasero y le sonríe. —Cuatro: Sí, me gustaría ponerle remedio a tu problema de la mejor manera que te parezca. Estoy pasando por un momento difícil, por lo que a los dos nos beneficiará. Y cinco: nunca me diste tu nombre, así que ¿por qué te tengo que dar el mío? Es evidente que soy un poco mayor que tú, así que realmente debes respetar a tus mayores. ¿No le parece, señor...? Sin moverse, una sonrisa tira de un lado de la boca de Julian. —Julian Lerner. —Ah, bueno, entonces, señor Lerner, es un placer conocerte. Soy la señorita Layton, pero puedes llamarme Jessica. —Mirándolo fijamente a los ojos, se inclina sobre la mesa, ofreciéndole a Julian la mano. Él la toma y siente que sus dedos dibujan círculos pequeños en su palma. Ella con vacilación se echa hacia atrás y empuja sus pechos juntos—. Entonces, ¿qué problemas son los que atormentan a un hombre que se ve tan atractivo como tú? Con una sonrisa burlona floreciendo en su boca, Julian se aclara la garganta y mira más allá de Jessica. Levanta la mano para que John les lleve otra ronda. Roda su cuello, se inclina hacia atrás, y mete las manos en los bolsillos de sus pantalones. Con el rostro impasible y los ojos fijos en los de ella, inclina la cabeza hacia un lado. —Permíteme aclararte un par de cosas. Jessica es tu nombre, ¿Verdad? Luciendo un poco sacudida por la pregunta y el tono, ella asiente con la cabeza. —Bueno, Jessica —Julian continua—, Uno: Mi vida y lo que acontece en ella, no es de tu incumbencia. No preguntes sobre ello de nuevo. Dos: Puedes pensar que puedes solucionar mi problema, pero estoy jodidamente seguro de que no puedes. Sin embargo, estoy más que seguro de que puedo follarte hasta el olvido, remediar los últimos momentos difíciles que has tenido nada más que para sacarlos de tu mente. Puede ser que sea más joven que tú, pero no eres mi primer paseo por el parque. ¿Entiendes a dónde voy con esto? Con los ojos muy abiertos, Jessica abre los labios, pero no dice nada. Asiente de nuevo. —Bueno. Me alegro de que estemos en la misma página. —Julian le da su tarjeta de crédito a John, que se acerca con sus bebidas—. Tres: He estado alrededor de muchas mujeres interesantes, así que no te tomes mi declaración como un cumplido. Sé cómo halagar a una mujer, mejor que decirle que no la encuentro deseada, una manía que las acerca con intriga. Cuatro: Si quieres follar, podemos follar. Solo debemos pedir una habitación de este hotel y subir. Pero te advierto ahora, eso es todo lo que va a ser. No esperes dormir. Te voy a follar, y joderte muy bien, pero te voy a enviar por tu camino una vez que nuestra aventura haya terminado. No te daré mi número, y nunca vas a entrar en mis pensamientos de nuevo. Así que ahora, Jessica... —Julian se toma la barbilla, la arruga en sus cejas demuestra que él está tratando de recordar su apellido. —Layton —responde ella, con la voz quebrada—. Layton es mi apellido. —Ahh, eso es correcto. Así que ahora, Señorita Jessica Layton, la pelota está en tu tejado. —Julian se pasa una mano por el cabello y le lanza un guiño. Una vez más, John se acerca a ellos con la tarjeta de crédito de Julian. Después de meterla de nuevo en su billetera, Julian mira al otro lado de la mesa, a Jessica sentada sin palabras, con los dedos frotándose arriba y abajo de su cuello—. Toma una decisión, Jessica, porque sinceramente, si no hacemos esto —dice ligeramente encogiéndose de hombros— Voy a volver a mi departamento y masturbarme. Con el impacto torciendo su rostro, Jessica se levanta, se pone su sandalia de nuevo y coge su bolso. Asumiendo que su respuesta cortante la ha asustado, Julian se vuelve a encoger de hombros mientras sus ojos se posan más allá de la salida del bar, dispuesto a marcharse de una vez por todas. —Bueno, ¿estás listo? —Pregunta Jessica, su voz mezclada con urgencia sexual. Julian arranca su atención de la puerta y observa a Jessica sacarle su whisky de las manos. Ella lo termina en un largo trago. Después de colocar el vaso vacío sobre la mesa, le pasa los dedos por la sien de Julian, por un lado de su mejilla, y sobre la curva de su mandíbula. Momentáneamente, Julian se pone rígido. No le gustan ese tipo de acercamientos. Se levanta y toma la mano de Jessica. Sus pies, como si tuvieran una mente propia, los lleva hacia el vestíbulo del hotel. —Así que, ¿no estás un poco curioso en cuanto a por qué estoy en este bar sola? —Jessica pregunta mientras se abren camino. Acercándose al mostrador de atención, Julian sacude la cabeza. —En realidad no. —Sabes, realmente no eres un buen tipo. —Ella aparta la mano. Su ausencia no afecta a Julian de cualquier manera. Sin embargo, ella lo sigue de cerca. —No. No me interesa en lo más mínimo serlo y a ti tampoco debería. Solo vamos a follar, ¿recuerdas? —Julian murmura distraídamente y luego aparta su atención nuevamente de ella, para pedirle una habitación al hombre que los atiende. —Correcto —Jessica resopla, su tono tirante con escepticismo—. Bueno, considerando lo que estamos a punto de hacer, tal vez puedas tratar de ser un poco... ¿agradable? Entregándole su tarjeta de crédito al hombre, Julian la mira con el ceño fruncido. —Mira, ya dije todo. Puedo tener sexo, pero no voy a hacerte preguntas personales que no me interesan. Lo tomas o lo dejas. Jessica frunció los labios. —Está bien. Sólo porque necesito esto más de lo que piensas. Julian ni siquiera escucha su respuesta. Termina la transacción y recibe la tarjeta llave de la habitación. Vuelve a agarrar la mano de Jessica y tira de ella, llevándola al ascensor. Mientras esperan, un mensaje de Max, su mejor amigo, llega a su teléfono. Lo abre y lo lee: «¿Irás a la cita, verdad?» Rodando sus ojos, Julian escribe la respuesta. «Allí estaré. Espero que esa tipa esté muy buena y sea una gran folladora». El ascensor llega y Julian guarda su teléfono otra vez. Una vez adentro, Jessica pone su cabello carmesí a un lado, y Julian es súbitamente envuelto por el aroma de su cuerpo. Su perfume de jazmín despierta su hambre animal. Eso lo sacude, casi perdiendo el equilibrio. Respira hondo y se estabiliza. Las puertas del ascensor se cierran. Mirándola hacia sus deseosos ojos verdes, lleva una mano a la parte trasera de su cuello y la empuja con fuerza a su boca. Ella presiona su pecho contra el suyo y deja escapar un suave gemido, sus manos suben para cogerlo del cabello. Su gemido está cargado de seducción y anhelo femenino. Devora sus labios, dulces. El hambre aumenta, y Julian comienza a besarla con una feroz intensidad. La inmoviliza contra la pared, coge su muslo, y coloca su pierna alrededor de su cintura. Ella respira con pesadez mientras que con brusquedad pone su mano bajo su vestido, rozando sus bragas. En un movimiento rápido, tiene tres dedos enterrados en su interior. Las caderas de ella no se resisten contra cada embestida, y se aferra a su cuello, empuñando el cuello de su chaqueta gris plomo. Su coño está húmedo y tan listo como cualquier hombre podría desear. Julian la toca más profundo, más duro. —Espera —ronronea ella, tratando de recuperar el aliento. Aleja su cabeza y lo mira a los ojos—. ¿Qué estás haciendo? ¿Vas a follarme aquí en el elevador? Con una sonrisa satisfecha, Julian se aleja, dejando su cuerpo jadeante contra la pared. —No tan divertida como parecías originalmente, ya veo —murmura, sacando la tarjeta llave de su bolsillo. Una vez que llegan a su piso y las puertas se abren, va a la puerta de su habitación. Él abre la puerta y la mantiene abierta mientras espera que Jessica salga del ascensor y se ajuste su ropa. Suspirando, coge su bolso del suelo. Mientras camina junto a él, pone los ojos en blanco. Deja caer el bolso en una mesa con patas antiguas en el hall de entrada, la mirada de Jessica se extiende por toda la habitación. —Bonito lugar. —Ella lo mira, su sonrisa muestra que está impresionada—. Así que ahora, ¿dónde estábamos? —Estabas a punto de desnudarte para mí. —Julian arroja la tarjeta llave sobre la mesa y empieza a quitarse la chaqueta—. Así que empieza a quitarte la ropa, ya.Cuando Julian llega a su habitación de hotel, luego de la larga jornada laboral que para él fue una verdadera tortura por las múltiples veces en que fantaseó follarse a Giorgia en cada rincón de la oficina: sobre el escritorio, en el ascensor, en la pequeña oficina de fotocopias, en los baños, sobre la mesa de juntas o en algún rinconcito alejado de la vista de los empleados, su polla duele debajo de los pantalones y se siente tan agotado como si hubiera corrido en una maratón.Aflojándose la corbata y quitándose la chaqueta del traje gris, la cual arroja sobre una consola, Julian se deja caer en un sillón y mira alrededor, pensativo.Él no es un hombre de cursilerías, de demostraciones románticas, ni esas mierdas parecidas, pero sabe que ha aceptado meterse en el juego, que quiere ganar "la copa" y que tiene una dura competencia por vencer, porque su oponente tiene ventaja; una ventaja que hasta ahora lo ha hecho tener el control de la primera mitad del juego; así que tiene que hacer
—Admito que, románticamente hablando, hay cierta atracción —admite Giorgia, siendo honesta con él y consigo misma.Julian traga y toma aire. Su respuesta es una mierda que no le agrada y se siente como tragar ácido que corroe todo su sistema mientras avanza por su garganta, por su faringe y por su estómago. Su lado más primitivo, salvaje, animal, ese cavernícola que quiere agarrarla del pelo para demostrarle quién es su hombre amenaza con salir a flote, pero se contiene; aunque sus manos afirman el agarre en ella.—Pero no tienes que preocuparte, porque hasta ahora solamente es eso: una atracción—prosigue Giorgia, calmándole, aunque no mucho, porque Julian no quiere que ella lo determine como a un ser que existe por allí, robándole el aire que respira a alguien más, siquiera.—Pero te atrae —espeta Julian.—Como a ti te atraen otras mujeres —rebate ella tajantemente y cerrándole la boca a Julian—. ¿No es así?Él trata de replicar, pero se limita a asentir y darle la razón:—Tienes tod
—Ohhh. —Giorgia prolonga la palabra intentando pensar en algo amable, ya que él tiene el don de confundirla—. Claro… ¿De qué quieres hablar exactamente?Julian mira sus hermosos labios y sonríe al reparar en su nerviosismo.—De todo. De lo que hice, de lo que dije, de ti, de mí.Vuelta un manojo de nervios, Giorgia se mueve, incómoda. Julian se acerca más, inclina la cabeza hacia la suya y disfruta viendo cómo se le abren más los ojos y se le acelera el pulso en la garganta.—No te preocupes por lo de anoche. Hagamos de cuenta que nunca pasó.—No puedo hacer eso —rebate Julian—. Pasó y sí pasó fue por algo. ¿No te interesa saber la razón?—Yo… —Giorgia intenta encontrar las palabras.Julian le roza la mejilla con el pulgar y luego lo presiona en su piel sensible bajo la oreja mientras desliza los dedos por la nuca.—Además, te debo una disculpa por mi comportamiento.Giorgia levanta la barbilla.―Eso ayudaría mucho.―¿Por qué?Giorgia parpadea.―Porque... te equivocaste, y porque... ―
Cuando Julian llega a la empresa, cerca de las nueve, se siente optimista respecto a Giorgia y lo que ha pasado entre ellos, a pesar de que la noche anterior fue un rotundo fracaso. En el camino ha pasado por una floristería y ha comprado una rosa roja, envuelta en una bonita y delicada cinta dorada, junto con una tarjeta de disculpa.Sin embargo, al entrar en la oficina que comparte con Giorgia, lo recibe la vista de una docena de rosas rojas en un jarrón de cristal, sobre el escritorio de su socia, y Giorgia parada allí, vistiendo un lindo vestido negro y unos tacones que estilizan sus regordetas piernas. Inmediatamente, Julian fantasea con tenerlas a los lados de su cuello, mientras la posee sobre el escritorio. Sí, su polla aprueba esa idea al cien por cien.Ella tiene una gran sonrisa en el rostro... pero no es para él. No, es el resultado de la pequeña tarjeta que acompaña a las flores y que ella está leyendo.«¿Quién carajos las envió? ¿El reverendo hijo de puta al que tanto de
—Sí, me lo imaginaba —dice Max despreocupadamente, como si le estuviera hablando de la cosa más normal del mundo y no haciéndole una revelación tan grande.—¿Cómo te lo imaginaste? —Julian pregunta, curioso por saber qué lo ha delatado a él con respecto a lo de Giorgia.Max se ríe al otro lado de la línea.—¿Hablas en serio? En el momento en que pusimos un pie en Las Vegas y vimos cómo actuaban el uno con el otro, tanto Emily como yo supimos que las cosas iban a llegar a un punto crítico entre ustedes dos. Los dos han estado eludiendo su atracción ante los demás, pero no se puede tapar el sol con un dedo, la tensión sexual entre ustedes es bastante intensa y evidente. Tú estabas tan distraído con ella que no te diste cuenta de que yo estaba observando cada mirada que le dedicabas, cada gesto, cada palabra... Te conozco mejor que nadie y sé muy bien que con ninguna otra mujer has sido así como con Giorgia. Y considerando lo incómodas y raras que fueron las cosas entre ustedes dos al dí
A la mañana siguiente Julian se prepara una cafetera con la esperanza de que el subidón de la cafeína le quite la maldita resaca, pero, especialmente, que le ayude a alejar sus pensamientos de Giorgia Hill y lo que pasó la noche anterior. Se asoma a la ventana de su habitación y descubre un cielo asediado por unos amenazantes nubarrones grises que se ciernen sobre la ciudad. Encaja a la perfección con su estado de ánimo.A Julian le preocupa la falta de autocontrol que ha demostrado todo este tiempo, desde que Giorgia se interpuso en su mundo perfecto y controlado, para desbaratarlo, mientras recuerda los dulces labios de ella. Su perfume aún impregna su piel y el olor lo embriaga cada vez más. Aunque su cuerpo todavía vibra de placer tras el escarceo, tiene la mente atrapada en una maraña de emociones.Todavía no entiende a la perfección qué es lo que sucede con él; no sabe por qué razón se humilló de esa manera con Giorgia, pidiéndole que le hiciera el favor y se lo follara. ¿Cuándo
Último capítulo