La mañana en París amanece fresca, con un cielo limpio que deja filtrar una luz suave sobre los tejados grises y las calles que comienzan a despertar. Giorgia se levanta temprano, con la costumbre adquirida de ordenar cada aspecto de su día para evitar que el desorden de su mente se interponga en lo que ahora más le importa: su trabajo y el bebé que crece en su vientre. Se prepara un té, revisa algunos correos en su portátil y respira hondo frente a la ventana de su departamento, intentando convencerse de que la calma que ha logrado construir no será interrumpida.
Pero en el fondo sabe que esa calma es frágil, porque Julian Lerner ya está en París y ya sabe del embarazo.
Ya han pasado un par de días desde que se encontraron, pero desde entonces no ha intentado acercarse a ella otra vez, pero desde entonces, Giorgia vive con el corazón en vilo, anticipando el momento inevitable en que él se acerque, en que intente hablarle, en que toque a la puerta que ella todavía no sabe si está di