—¡Pero... ¿qué carajos le pasa a esa gorda?! —exclama Julian, indignado, haciendo rechinar sus dientes por la rabia.
Ninguna mujer lo deja con la palabra en la boca. Ninguna mujer lo contradice. Y, mucho menos, ninguna mujer le corta la llamada.
Se siente tan tentado de volver a llamarla para decirle unas cuantas cosas que la pongan en su lugar, pero respira profundamente y se contiene.
—Ya me las pagará —dice por lo bajo, hablando para sí mismo y recordando que con esta, ya son dos veces que ella va haciendo lo mismo.
Después de guardar el teléfono en el bolsillo de su chaqueta azul marino, sale de su apartamento para ir al trabajo, asegurando que Giorgia Hill está loca si piensa que él va a ir hasta su oficina a buscarla para hablar. Ni por una de las modelos de Victoria Secret's ha hecho eso para follar, mucho menos lo va a hacer por ella, que no es más que una gorda a quien no está dispuesto a hacerle el favor.
[...]
Durante las primeras horas en su oficina, Julian ha