LA SOCIEDAD

CASI UN MES DESPUÉS

Joseph Lerner, padre de Julian, sirve dos vasos de Bushmills 21 y los reparte entre él y su hijo. Julian mira su vaso y agita el líquido ámbar alrededor de la base. Su padre bebe de un trago y se coloca frente a la ventana, asegurándose de estar en la línea de visión de Julian. Este lo mira. Joseph siempre ha sido un gigante, un formidable hombre de los negocios y despiadado en su empeño por convertirse en el hombre que su propio padre le dijo que nunca sería. Ganó sus primeros mil millones antes de los treinta años. Siempre ha sido un padre severo y estricto. Pero también un hombre al que admirar.

Suspira profundamente y clava su intensa mirada en su hijo, como lo hace cuando está profundamente pensativo o a punto de impartir algo de su legendaria sabiduría.

—Recuerda siempre el consejo que te he dado durante toda tu vida.

Julian lo mira atentamente, esperando que lo repita, aunque ya se lo sabe de memoria.

Joseph se aclara la garganta, sus profundos ojos grises son como dos cubos de hielo: fríos.

—Nunca te enamores, Julian. Recuerda que el amor no es más que una distracción en la vida. Lo importante es mantenerte siempre enfocado en los negocios; ser grande y exitoso es lo que verdaderamente importa en esta vida.

Julian asiente.

—Lo tengo siempre presente, padre. —Se lleva el vaso a la boca y bebe un trago de su Bushmills.

Joseph se mueve y se sienta en su silla de cuero negro, al otro lado del escritorio y frente a su hijo.

—Bueno, y ya que tienes eso bastante presente, hablemos de negocios entonces.

—Dime. Soy todo oídos.

Joseph se hace hacia atrás, hundiendo su espalda en el acolchado del respaldo. Apoya los codos en los reposabrazos y une sus manos en triángulo frente a su boca.

—He decidido que para que sigamos expandiéndonos y teniendo más éxito, ha llegado el momento de asociarnos.

—¿Asociarnos? —La sola idea no le agrada para nada a Julian—. No creo que eso sea necesario, padre. Tenemos un buen desempeño. Nunca hemos necesitado de socios...

Con autoridad, Joseph levanta la mano y silencia a su hijo.

—Calla y escucha.

Julian traga y aprieta los dientes, cero contento con la situación, pero sabe que no puede hacer nada contra la voluntad de su padre. Joseph demanda y él obedece, aunque no esté de acuerdo. Al fin y al cabo, aunque él esté al mando, la empresa es de su padre; es fruto de su arduo trabajo durante casi toda una vida.

—La sociedad se va a llevar a cabo lo quieras o no, porque los papeles ya están firmados.

—¿Es en serio? —espeta Julian, contrariado.

—Muy en serio.

—¿Y se puede saber con quién has hecho esa sociedad?

Por la mente de Julian ya está pasando la idea de que algún idiota que viene iniciándose en este mundillo de los negocios ha manipulado a su padre para poder colgarse de su éxito. Lo que es absurdo y hasta ridículo, ya que su padre es un hombre astuto y agresivo; no por nada está en el lugar en el que se encuentra... En la cima del éxito.

—Por supuesto. Mi socio será Barron Hill —responde.

Claro que Julian ha escuchado hablar de Barron. ¿Quién en la ciudad, o incluso en el país entero, no ha escuchado hablar del magnate de los hoteles de lujo?

«Ya veo por dónde va la cosa. Mi padre magnate inmobiliario y el magnate hotelero. Adquisiciones, adquisiciones, adquisiciones, de eso se trata», piensa Julian mientras analiza la sociedad.

—El próximo viernes nos reuniremos para afianzar los detalles de la sociedad y para que tú y su hija, quienes serán los encargados de llevarla adelante y que prospere, se conozcan.

—¿Hija? —Julian Enarca una ceja curiosa.

—Sí. Al igual que yo, Barron tiene una única hija quien es la persona al mando de su compañía. Por eso he hecho énfasis en lo de no enamorarte, ya que tendrás que relacionarte con esa chica.

Julian se ríe por el simple hecho de que su padre siquiera lo considere.

—¿Y es que es guapa? —cuestiona Julian.

—No lo sé. —Joseph se encoge de hombros—. No la conozco, pero es mejor prevenirte.

—Sabes muy bien que no es necesario —manifiesta Julian y bebe otro trago de su whisky—. No estoy interesado en el amor. Aunque...

—¿Aunque? —Joseph enarca una ceja interrogativa.

Julian suelta un bufido irónico y niega agitando la cabeza. En su mente se pregunta si la hija de Barron Hill será una chica traviesa a la que le guste pasarla bien y divertirse, o si solo será una princesita de papi jugando a los negocios. No podría confesarle a su padre que considera la opción de follar con su futura socia si la tipa sabe el concepto de «Mucha diversión libertina y cero responsabilidades», porque si hay otra regla que ambos siguen con mucho rigor, es que el placer y los negocios jamás se mezclan.

[...]

El siguiente viernes, Julian llega al restaurante y a la hora que su padre le ha indicado para llevar a cabo la cena con sus nuevos socios. Antes de bajarse de su coche, se alisa la chaqueta y se toma un tiempo antes de entrar. Espera no haber llegado tan tarde, luego de haber usado unos minutos para follarse en el baño a esa chica que conoció en el bar que se encontraba antes, tomando unos tragos. Si es así, su padre no se lo va a perdonar. Odia la irresponsabilidad y más cuando de negocios se trata.

El aire es fresco y respira hondo, tratando de mantenerse sereno. Esta cena es importante y quiere dar una buena impresión, dejándole claro a esos Hill que las cosas con él no serán fáciles como para que puedan verles la cara.

Cruza la entrada, se presenta con la persona de recepción y le indica que viene a reunirse con otras personas. La recepcionista lo guía hacia el área privada del restaurante, esa que sus clientes más exclusivos utilizan para realizar reuniones de negocios.

Julian siente curiosidad por conocer a Giorgia Hill, la hija de Barron, la mujer que probablemente se convertirá en un dolor para sus pelotas de ahora en adelante.

Su padre es la primera persona en levantar la mirada y le saluda con un cabeceo. Tiene la mandíbula tensa, lo cual indica que el pequeñísimo retraso de su hijo debe de estarlo sacando de quicio, pero es bueno para ocultarlo, aunque Julian lo conoce lo suficientemente bien para notarlo.

—Buenas noches —saluda Julian y extiende su mano al hombre de más de cincuenta que está sentado al lado de su padre.

Barron se pone en pie, le estrecha la mano y lo saluda.

—Mucho gusto, Julian —manifiesta con una sonrisa cortés.

—Mucho gusto, señor Hill. Es un placer conocerle. He escuchado hablar mucho de usted. Será un Placer que hagamos negocios.

—Lo mismo digo, Julian. Esta es mi hija Giorgia, la mujer al mando de todos mis negocios. —Barron señala a la mujer sentada a su lado.

Julian se fija en la mujer que se pone en pie al lado de Barron. La repasa ligeramente con la mirada antes de estrechar su mano y una risita burlona se hace presente en su mente, cuando mira su cuerpo y se da cuenta de que es gorda y que estaba pensando seriamente en follársela en algún momento.

Trayendo su vista de regreso al rostro de Giorgia, se da cuenta de que ella lo mira con rabia y odio. Además, se le hace ligeramente familiar.

Estrecha la mirada, mientras su mente empieza a trabajar con rapidez.

«¿De dónde la conozco? ¿De dónde la conozco?...».

Algo hace un clic en su cabeza cuando recuerda aquella cita y a la gorda que lo ignoró y lo dejó con la mano en el aire.

«Mierda. ¿Así de pequeño es el mundo?», piensa, antes de forzar una sonrisa y saludar a su socia:

—Mucho gusto, Giorgia.

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